«El increíble hombre menguante»: Otro viaje a la semilla

Obra maestra de la ciencia ficción que después de decenas de años sigue proponiendo debates de gran calado entre los espectadores

25 abr 2021 / 22:53 h - Actualizado: 25 abr 2021 / 23:02 h.
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«El viaje a la semilla» de Alejo Carpentier es el viaje del tiempo: relojes que marcan las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego las tres y media... El viaje de la muerte a la placenta. Pero este otro viaje a la semilla, el de la película de Jack Arnold, de 1957, no es un viaje del tiempo, en principio, sino el viaje de un cuerpo. De una sola persona que viaja hacia el origen. De una persona que mengua. Sin embargo, los dos viajes acaban en una especie de nada, eso que no podemos figurar. La angustiosa nada más infinita que la muerte, que al menos sabemos pintar de negro.

Cuando era pequeña vi con enorme satisfacción «Querida, he encogido a los niños». La vi varias veces, me volvía loca cuán inmenso se volvía lo pequeño: el césped, los insectos... Cuando el fin de semana pasado vi «El increíble hombre menguante» volví a volverme loca con emociones parecidas (tristeza, nerviosismo, impotencia, pena y fascinación). Pero como yo ya tengo otro tamaño, me atrevo a aseverar (aunque sea ciencia ficción, tan ciencia y tan ficción como estas pelis) que vi la pantalla y la trama de otra manera.

«El increíble hombre menguante»: Otro viaje a la semilla

El hombre mengua; va perdiendo su cuerpo tamaño a raíz de un extraño suceso ocurrido abordo de un barco. Primero le queda grande su ropa, luego tiene el tamaño de un niño, más tarde actúa como un enano en lo que una mujer enana que conoce una noche llama un mundo de gigantes, hasta al fin ser minúsculo, habitar una pequeña casa de muñecas y tener que pelear primero con un gato doméstico pero luego con una araña para una simple (¿¡¡¡simple!!!?) supervivencia.

Excelente, maravillosa, extraordinaria, una obra maestra de la ciencia ficción esta película de la década del 50. Y una reflexión profunda y dolorosa sobre el ser y la nada, sobre la insignificante existencia del ser humano: Tan cerca lo infinitesimal y lo infinito. Pero de repente supe que eran los dos extremos de un mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo vasto acaban encontrándose como si un círculo se cerrase, reflexiona el hombre menguante mientras desaparece. Desaparece el hombre menguante mientras reflexiona sobre la naturaleza y la humanidad. Sólo desde el suelo pueden abarcarse totalmente los ángulos y perspectivas de una habitación. Hay bellezas de la madera, misteriosos caminos de insectos, rincones de sombra, que se ignoran a la altura de hombre, dice, optimista y crítico, el narrador de Alejo Carpentier en su «Viaje a la semilla» y entonces también reflexiona sobre el Hombre.

Todo se metamorfoseaba, regresando a la condición primera, dice el mismo narrador. Pues sí, parece que de eso se trata en estas obras maestras de mediados del siglo XX: de volver al polvo y al origen y sin embargo ya no sentir miedo, sino una dulce y merecida resignación.

«El increíble hombre menguante»: Otro viaje a la semilla

Obra maestra de la ciencia ficción que después de decenas de años sigue proponiendo debates de gran calado entre los espectadores