El jazz, la esperanza y una excelente violinista

Arranca el Festival Internacional de Jazz de Madrid. La participación de músicos nacionales será la nota dominante en tiempos difíciles para el mundo de la cultura. Un comienzo fantástico que protagonizaba Maureen Choi y su banda

07 nov 2020 / 13:24 h - Actualizado: 07 nov 2020 / 14:49 h.
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  • Maureen Choi y Mario Carrillo. / Fotografía de Álvaro López
    Maureen Choi y Mario Carrillo. / Fotografía de Álvaro López

El otoño ya se ha impuesto en Madrid. Viento, lluvia, las hojas rojas a punto de caer al suelo desde las ramas que intentan resistir sin éxito. Y música jazz. Ya no hay otoño sin jazz en esta ciudad tan brutalmente castigada en los últimos tiempos por la pandemia.

Ha arrancado el Festival Internacional de Jazz de Madrid y eso significa resistencia, eso significa que el mundo de la cultura se defiende como gato panza arriba y eso significa que hay esperanza y que mientras siga sonando la música o se pueda representar una obra de teatro tendremos oportunidad de seguir adelante.

Ayer, en el auditorio Caja de Música de CentroCentro pasaron muchas cosas y todas buenas.

Llegaba la violinista estadounidense de origen coreano Maureen Choi para presentar el contenido de su último trabajo «Theia». Le acompañaban Daniel García, un pianista excelente que se mueve en territorios acotados por diferentes registros sin equivocar una nota porque el swing de este músico es impecable y en su faceta improvisadora demuestra que su formación, con claras reminiscencias clásicas, es robusta. Subía al escenenario el poderoso contrabajista, Mario Carrillo y dejó un momento (con el arco en la mano) de una hondura descomunal. Trataba este músico de contarnos la oscuridad en mitad del tema «Phoenix Borealis» y desde luego que lo consiguió, con tanta delicadeza como decisión al interpretar. La base rítmica que forman el contrabajista y el baterista de este grupo es impecable.

El jazz, la esperanza y una excelente violinista
Maureen Choi y su banda llenaron el auditorio de CentroCentro. / Fotografía de Álvaro López

Maureen Choi se entregó en cuerpo y alma desde los primeros compases. Y cuando eso lo hace alguien de un talento descomunal todo lo demás se rinde ante su cetro. Comenzar un festival escuchando la «Danza Ritual del Fuego» de Manuel de Falla arreglada por Mario Carrillo, y no poder impedir que las mejores sensaciones te agarren sin remedio, no es cualquier cosa. Es muy emocionante escuchar jazz a pesar de todo lo que está sucediendo en el mundo.

El fraseo de Choi es espectacular. Logra que, entre reiteraciones y cortes abruptos bastante inesperados, la partitura salte en mil pedazos y que cada uno de ellos quede revoloteando para ser recuperado por ella misma o por cualquiera de los músicos que le acompañan. Una técnica apabullante la de esta violinista que acabó definitivamente con la idea de que un violín en el jazz es Stephan Grappelli o Regina Carter y no puede ser otra cosa. Choi hace un jazz muy moderno, muy independiente y muy personal. Se trata de una profesional muy bien dotada técnicamente y, además, esta mujer es una excelente compositora. «Dance of the Fallen» (en este tema cuenta la historia de su madre, emigrante y cantante de ópera) o el «Canto Salamanchino» (tema compuesto por Choi mientras pensaba en su compañero Daniel García y en el que se pudo escuchar la fusión de jazz y música popular salmantina) son un claro ejemplo de equilibrio y claridad de ideas. Fue muy agradable escuchar «September, the First» con el público entregado y colaborando con la artista. La conexión entre los músicos y el público madrileño fue absoluta.

El concierto tuvo claro sabor español aunque colocado en ese aroma universalista que el jazz jamás ha abandonado. Y un claro sabor a música clásica de muchos quilates.

Excelente comienzo. Jazz de enorme categoría, una mujer sobre el escenario liderando una banda espléndida, un ambiente saludable y seguro. Y esperanza, mucha esperanza. La cultura se puede disfrazar de muchas maneras, pero debajo de todo lo que queramos poner está el ser humano y su esperanza.