El mejor concierto de música jazz del año

Josemi Carmona, Javier Colina, Antonio Serrano y Borja Barrueta, ofrecieron el sábado 8 de noviembre un concierto exquisito y, seguramente, imposible de repetir. Así, el tercer día del Festival Internacional de Jazz de Madrid se quedará grabado en la memoria de los privilegiados que pudimos asistir a la cita en el Fernán Gómez de Madrid

10 nov 2020 / 14:29 h - Actualizado: 10 nov 2020 / 14:44 h.
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  • Josemi Carmona, Javier Colina, Antonio Serrano y Borja Barrueta. / Fotografía cortesia de Festival Internacional de Jazz de Madrid
    Josemi Carmona, Javier Colina, Antonio Serrano y Borja Barrueta. / Fotografía cortesia de Festival Internacional de Jazz de Madrid

La platea del teatro Fernán Gómez de Madrid estaba llena. De personas y de fundas para señalar los asientos que no podían ocuparse para cumplir con lo que dicen los protocolos que tiene establecida la organización. Ahora, al decir que un teatro está lleno nos referimos a que solo el sesenta o el setenta y cinco de las butacas estarán ocupadas por personas. Eso depende de la Comunidad Autónoma en la que se celebre el concierto. Pues bien, la platea estaba a reventar. Y se escuchaba ese run run tan característico que sirve de prólogo a algo importante que va a suceder.

Subían al escenario cuatro músicos con una extensa carrera musical, con conocimientos profundos de música, artistas que saben que reunirse de forma eventual para hacer jazz puede convertirse en un tiempo inolvidable. Cuatro formas de entender la música jazz.

Josemi Carmona se convierte en una extensión de su guitarra con el primer acorde. Y es, entonces, cuando se produce una comunión apabullante entre instrumento y músico, pero también con el espectador. La expresividad del artista, que ya es instrumento, resuena con cada nota y, de ese modo, cada redonda toma sentido. Improvisando, Carmona es un espectáculo arrasador.

Javier Colina siempre ha demostrado que es un tipo muy agradable y que es capaz de hacer cosas con el contrabajo que muy pocos lograrían ni en sueños. El instrumento suena como es el artista: agradable, acompasado, luminoso. Es otro músico que intenta colocar las notas en eso lugares que parecen imposibles y que solo algunos saben que están esperando. Los solos de Colina son preciosos, son el resultado de años de experiencia y de un talento descomunal.

Lo de Antonio Serrano es cosa de otro planeta cuando agarra su armónica y comienza a hacer jazz. Qué swing, qué plasticidad, qué cosa tan extraordinaria. Se mezclan la elegancia de Jean ‘Toots’ Thielemans y la frescura de Larry Adler; y se mezclan de forma primorosa en cada nota que sale de su armónica.

Borja Barrueta, al que vimos en el concierto de Maureen Choi hace unos días, es un baterista de enorme calidad. Muy generoso, siempre pendiente de los detalles para mantener la base rítmica en el lugar exacto. Sin grandes alharacas consigue firmar trabajos sobresalientes.

Pues bien, subieron al escenario estos cuatro músicos para hacer un concierto y les salió el mejor del año. Ni un solo tema flojeó. Esta vez la suma de individualidades sí sumó un conjunto enorme por su importancia interpretativa. «Alegría de vivir», «Noites», «Rumba», «Danny Boy» o «Drume», sonaban y hacían que el público disfrutara como pocas veces podrán hacerlo en otros conciertos de jazz. Los músicos querían hacer música y los espectadores querían disfrutar con ese jazz. Es así de fácil.

Los solos estuvieron a un nivel altísimo. Pero lo que quedará para el recuerdo es el diálogo que mantuvieron los instrumentistas de principio a fin. Fluido, rotundo, profundo. Cada instrumento parecía interpelar al otro para que aquello no fuera un son agradable y nada más. Con la música se dicen cosas y de formas distintas. Y así, por ejemplo, en «Alegría de vivir» de Ray Heredia, ya se pudo disfrutar de lo que supone escuchar hablar a los instrumentos entre sí.

Un concierto que arranca con unos tangos magníficos y termina con unas bulerías preciosas (composiciones de Carmona) tiene mucho ganado.

No exagero al afirmar que este concierto es de los que se queda en la memoria para siempre, de los que hace sentir de verdad, de los que atrapan a los más nuevos para que no dejen de escuchar jazz nunca jamás. A pesar de presentar los temas de su trabajo «Veinte Veinte» (un nombre que da miedito) asistimos a un concierto que bien podría haberse llamado «por siempre jamás, por siempre jamás».