El pecado de Dios
Tras sorprendernos en 2019 con «La huella del mal», Manuel Ríos San Martín presenta «Donde haya tinieblas» (Planeta), un original thriller que combina la religión con las redes sociales, y donde la dualidad está presente desde la primera a la última página
Antonio Puente Mayor
Una modelo de diecisiete años a la que le falta el ombligo desaparece en Madrid. Los inspectores Martínez y Pieldelobo se hacen cargo de la investigación, pero chocan desde el primer momento. Él es un padre cincuentón y caótico, tierno pero mordaz y un tanto anticuado; ella, una milennial combativa, inteligente y feminista. Mientras recorren por España lugares misteriosos y templos en apariencia tranquilos, surgen dos hipótesis para desenmascarar a un asesino en serie: o la mafia rusa está detrás de una red de prostitución de lujo o hay un psicópata religioso que pretende enmendarle la plana al mismo Dios.
Este es, a grandes rasgos, el argumento de Donde haya tinieblas (Planeta), la nueva y esperada novela de Manuel Ríos San Martín (Madrid, 1965), que nos sorprendió hace dos veranos con la estupenda La huella del mal, y que lleva media vida involucrado en proyectos audiovisuales junto a productoras como Globomedia, BocaBoca o Diagonal. En esta ocasión, el director de No te fallaré (broche de oro a la inolvidable serie de televisión Compañeros) cambia los escenarios burgaleses de Atapuerca por los pacenses de Fuente del Arco, municipio de menos de setecientos habitantes en cuyo término se ubica una de las joyas arquitectónicas más desconocidas de nuestro país, la ermita de la Virgen del Ara, considerada la Capilla Sixtina de Extremadura. En ese templo, construido en estilo mudéjar y cuya bóveda acoge maravillosas pinturas del siglo XVII, comienza la verdadera aventura para Juan Martínez y Nuria Pieldelobo, los dos inspectores de policía cuyo antagonismo es la base sobre la que Ríos sustenta la mayor parte de su novela. Dos personalidades opuestas que, desde su primer encontronazo, regalan al lector escenas jugosísimas que permiten conectar con otras grandes parejas del universo policiaco, desde Maddie Hayes y David Addison —los inolvidables protagonistas de Luz de luna—, a Remington Steele y Laura Holt, pasando por Mulder y Scully (Expediente X).En este sentido, se nota que el autor está ligado al medio televisivo, pues muchas de las situaciones y diálogos de la pareja son propios de este tipo de series.
Pero la dualidad no termina aquí, y al igual que ocurre con los perfiles de los investigadores, Donde haya tinieblas es una excelente reflexión sobre las dos caras de la moneda que nos ofrece internet. De un lado aquella que relaciona el éxito con un seguimiento masivo a través de las redes sociales, y de otro los sacrificios que hay que realizar para lograrlo. Ahí es donde entra en juego el mundo de los influencers, el de los riesgos que conlleva una excesiva exposición pública, y muy especialmente, el de la maldad que se esconde tras un simple comentario o nick. En este sentido, y más allá de su innegable vocación lúdica, el trabajo se convierte en una guía útil sobre los peligros virtuales y las herramientas que las fuerzas del orden emplean para atajarlos; algo en lo que Manuel Ríos saca sobresaliente merced a su esfuerzo en la documentación previa. También en los procedimientos judiciales se percibe un alto nivel de verosimilitud, a lo que hemos de sumar un tratamiento del tempo y del ritmo acorde a lo que se narra.
No obstante, más allá de su envoltorio de thriller, de su valiente tratamiento del acoso femenino y del rico y variado elenco de personajes —por la novela desfilan desde guardias civiles a «casamenteras», pasando por curas, conspiranoicos y mafiosos rusos—, es su particular enfoque de la dicotomía entre perdón y venganza lo que la hace elevarse como una de las propuestas más potentes del año —originalmente, por su trasfondo religioso, la novela iba a titularse El pecado de Dios—. Así, mientras avanzan en sus páginas, los lectores de formación católica se toparán con múltiples referencias a la Biblia que les sorprenderán por lo bien hiladas, mientras que los laicos descubrirán un universo simbólico que despertará su interés; y todo ello mientras se introducen en la piel de Martínez —inmejorable narrador de la historia—, así como de su compañera Pieldelobo —una todoterreno a prueba de bombas—, y se enfrentan a una montaña rusa de deducciones, acción y misterio, salpicada en todo momentode humor inteligente y emociones a flor de piel.
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