«El practicante»: Lo predecible vestido de maldad

‘El practicante’ es una película del montón. Si los personajes no funcionan nada funciona. Si el guion busca más un giro incomprensible que un explicación para justificar la evolución de un personaje, el resultado es un producto mediocre y prescindible

19 sep 2020 / 17:28 h - Actualizado: 19 sep 2020 / 17:41 h.
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  • Mario Casas es el protagonista de ‘El practicante’. / El Correo
    Mario Casas es el protagonista de ‘El practicante’. / El Correo

Un personaje no es malo por decir frases horribles o por matar sin piedad. Solo lo es si el espectador lo cree. La ficción solo interesa si es creíble. Podría parecer una paradoja aunque, efectivamente, una enorme mentira es la mayor de las verdades si se presenta de la forma adecuada. Y esta es una de las carencias más notables de «El practicante», una película dirigida por Carles Torras y en la que interviene, para interpretar el papel principal, Mario Casas.

«El practicante» es un producto de Netflix que triunfa actualmente. Ahora, los triunfos se miden por visualizaciones. Si la película es mejor o peor está en segunda línea para valorar su importancia inmediata que solo se mide en euros. Es una película bastante previsible porque ya nos han contado eso mismo que narra en muchas ocasiones. Los personajes no evolucionan y no entendemos el porqué; de pronto, son capaces de hacer una cosa disparatada o hacer algo extraordinario sin razón aparente. Los guionistas juegan a que, por ejemplo, alguien rarito que se queda en silla de ruedas se vuelve un loco de cuidado casi seguro. Y esto no funciona así. Porque si no sabemos qué le pasa a un personaje no podemos entender lo que hace y nos deja de interesar toda la trama.

El arranque sí es notable; sin embargo desde la primera gran elipsis, todo se puede prever sin dificultad. El guion se olvida de la evolución de los personajes y se nutre de frases terribles para que parezca que el personaje es esto o aquello. Poco más. Y en cine si no hay guion no hay nada

La fotografía se construye desde la oscuridad, desde un entorno en el que la luz es cosa de otro planeta, en el que los colores vivos son propios de vidas imaginarias.

«El practicante»: Lo predecible vestido de maldad
Un momento del rodaje de ‘El practicnte’. / El Correo

Se dice que Mario Casas hace un papel extraordinario. No es así. Poner cara de loco es... poner cara de loco. Adelgazar es adelgazar. Y construir un personaje es algo más. Es una interpretación correcta la del actor. Nada más. Déborah François parece perdida, sin un elemento que le ancle a su papel.

Salvo el primer tercio de la película, el resto es muy convencional. No se puede destacar nada que no conociésemos desde hace muchos años.

Es una pena que estos presupuestos tan atractivos se dediquen a un cine que, si bien es muy accesible para el gran público, no aporta nada. Convertir el cine en un producto de consumo, y solo en eso, es una canallada y, me temo, que por ahí van los tiros.

«El practicante»: Lo predecible vestido de maldad
Cartel de ‘El practicante’. / El Correo