Ciertas filosofías orientales utilizan los mándalas como una manera de explicar el mundo y sus corrientes subterráneas, como imagen de las fuerzas ocultas que mueven el universo encerradas en el falso laberinto de la imaginación.
Falso, porque a semejanza de la vida, no tiene atajos ni escapatorias sino que se presenta como una madeja que no queda otro remedio que devanar hasta desenredarla. Es el camino, pretexto en la literatura para la iniciación y metáfora de la existencia humana.
Porque lo maravilloso nos rodea y no es necesario maquinar ficciones extravagantes para revelarlo, sino simplemente fijarnos en los hitos que la vida nos impone para que caminemos, siguiéndolos, errando muchas veces y volviendo sobre ellos hasta el final.
Estas son las reflexiones que provoca en el lector la novela de José María Merino en la que el río es el camino y el Edén la necesaria búsqueda de la felicidad, el lugar idílico del que nos encontramos exiliados y adonde añoramos regresar.
«El río del Edén» es una novela sobre la aventura de existir, sobre el gran viaje de descubrir la naturaleza que nos rodea y de la que formamos parte. Los diagramas que encabezan los capítulos tienen algo de simbólico, nos guían por la dificultad de personarse en los pensamientos de los demás, por el conformismo de los niños, que tienen muchas veces la clave para comprender aquellas cosas que los adultos encontramos veladas. De la misma manera el escritor nos lleva de la mano por los parajes del Alto Tajo, entre los más hermosos de nuestros espacios naturales.
En medio de debates sociales estériles y violentos se demuestra, con esta novela, que la literatura es el arma poderosa de la que los humanos nos hemos dotado para entendernos y para comprender a los otros, a los que consideramos diferentes, pero que quizá no lo son tanto. El escritor interviene con la precisión de un bisturí y convertido en narrador, disocia con gran habilidad la realidad de las distintas personas que habitan en cada uno de nosotros.
Los personajes de Merino son héroes capaces de convivir con el desgarro de lo irreparable, presos de sus deseos, sus encubrimientos, sus infidelidades o sus flaquezas y provocan en nosotros esa voluntad tan sabia de profundizar en uno mismo a través de los demás. Porque todos estamos desvalidos.
El camino literario de José María Merino (La Coruña, 1941) es, como «El río del Edén», una historia de amor con la escritura que se prolonga más de cuarenta años, jalonada por premios de la crítica, de los lectores y de las instituciones, como el Nacional de Narrativa que le ha valido ésta novela. Un trayecto en el que han cabido todos los géneros literarios, destacadamente cuentos, muchas novelas, algunas de ellas infantiles y juveniles y la poesía con la que se inició. Completa ese círculo vital, como recordó en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua –«Ficción de verdad»– en un espacio que es para él sagrado y misterioso, como la presencia de lo fantástico en la que se basa parte de su obra, el diccionario.