‘El secreto de sus ojos’: La cojera del recuerdo

Contar cosas es fundamental en el cine. Una gran estética por si misma no dice gran cosa. Un montaje perfecto no hace una película y no hay un sistema narrativo que nos lleve a conocer esa realidad construida en el mundo de la ficción. El conjunto es lo que cuenta. Y en ‘El secreto de sus ojos’ ese es poderoso.

10 sep 2016 / 12:01 h - Actualizado: 07 sep 2016 / 07:44 h.
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  • Soledad Villamil y Ricardo Darín forman una pareja con gran dosis de química en la película. / El Correo
    Soledad Villamil y Ricardo Darín forman una pareja con gran dosis de química en la película. / El Correo
  • Guillermo Francella interpreta uno de los papeles protagonistas y logra un trabajoexcelente. / El Correo
    Guillermo Francella interpreta uno de los papeles protagonistas y logra un trabajoexcelente. / El Correo
  • Darín y Francella soportan gran parte del peso dramático en El Secreto de sus ojos. / El Correo
    Darín y Francella soportan gran parte del peso dramático en El Secreto de sus ojos. / El Correo
  • La pasión es uno de los vehículos que nos llevan a través de territorios oscuros en El secreto de sus ojos. / El Correo
    La pasión es uno de los vehículos que nos llevan a través de territorios oscuros en El secreto de sus ojos. / El Correo
  • Muerte, violencia... El secreto de sus ojos es un escaparate de estos elementos aunque logra un matrimonio perfecto con la zona amable de la realidad. / El Correo
    Muerte, violencia... El secreto de sus ojos es un escaparate de estos elementos aunque logra un matrimonio perfecto con la zona amable de la realidad. / El Correo
  • ‘El secreto de sus ojos’: La cojera del recuerdo

Antes, cuando el cine era cosa de actores, directores, montadores, guionistas y del público, las películas (casi todas) terminaban bien. Los finales felices eran mucho más valorados, mucho mejor recibidos. Desde que el cine tiene mucho que ver con la informática, la cosa es otra. Encontrar una película con final feliz es extraño; guionistas, directores, montadores, actores y público tienden a encontrarse a gusto entre desgracias, muertes horribles, monstruos terroríficos y naves espaciales a punto de invadir la Tierra con gran facilidad. Supongo que, entre otras cosas, se trata de aprovechar una oportunidad (imposible hace unos años) que dona la técnica en bandeja de plata.

Antes, el cine entregaba un mundo de ficción que poco o nada tenía que ver con la realidad. Ahora, el cine recrea una realidad dura y hostil, fragmentada igual que las consciencias de los personajes.

Todo ha evolucionado a gran velocidad. Pero siempre quedan esperanzas si hablamos de esto o aquello. Siempre aparece algo o alguien que te hace pensar que lo fundamental queda intacto.

El secreto de sus ojos es una de esas películas que te arriman al cine de nuevo o para siempre si el que mira es un jovencito que intenta descubrir el mundo.

Espléndido el guión, espléndida la dirección, espléndidos los actores, un maquillaje y un vestuario más que aceptables. Una película de cine, de las de verdad. Espléndido todo.

Un buen número de elementos se unen para contar una historia apasionante. Amor, venganza, suspense, amistad y, sobre todo, el afán por contar. El secreto de sus ojos utiliza todo eso para explicar la importancia de la narración en la vida de cualquier persona. Y no me refiero a la literatura o al propio cine de forma exclusiva. Narrar, narrarse la vida puede, no solo explicarla, sino cambiar, por completo, su fisonomía. Una charla en una cafetería podría servir.

El protagonista se cuenta las cosas tal y como fueron, tal y como quisiera que hubieran sucedido. Hace participar de su relato a otros e, incluso, a sus propios fantasmas. Sabe que un instante modifica la vida de cualquiera. Lo cuenta. Y el mundo estalla ordenando ficción y realidad a su gusto.

Me viene a la cabeza un poema de Luis Rosales que tituló ¿De qué pie cojea el recuerdo? Y dice:

El recuerdo se teje

con doble hilo,

y, de cuando en cuando, se recuerdan cosas

que no han sucedido.

Parece escrito para explicar esta película. Lo bueno de la literatura siempre está al lado de lo bueno del cine.

Y todo esto se cuenta desde las cosas pequeñas, desde lo imposible que es a veces cualquier minucia, desde las personas. En definitiva, desde lo cotidiano. Cine del bueno. Además, sin ordenadores y con final feliz. Amargo aunque feliz. Una mezcla muy difícil de encontrar.

El que se acerque por primera vez a la película que no pierda detalle sobre el personaje que encarna Guillermo Francella. Es, sencillamente, emocionante comprobar que un actor es lo que es y no un papanatas moviendo mucho las manos.

Háganse un favor. Vean la película. Y si ya la han visto háganselo otra vez.