El teatro es un tablao

Durante el mes de junio el Festival ‘Flamenco Madrid 2016’ se desarrollará en los escenarios del Teatro Fernán Gómez. Cantaores y bailaoras, músicos flamencos; en un teatro que durante estos días se siente como tablao. En la tercera y cuarta funciones del Festival, el público pudo ver a grandes del baile como Carmen Cortés y Ángel Rojas, e incluso a la encantadora Vanesa Coloma. Dos funciones que, hacia el final, dejaron al público aplaudiendo de pie y aclamando, casi sin excepción.

11 jun 2016 / 12:45 h - Actualizado: 08 jun 2016 / 08:23 h.
"Flamenco"
  • Ángel Rojas. / El Correo
    Ángel Rojas. / El Correo
  • Vanesa Coloma y «su familia» durante un momento de ‘Flamenklorica’. / Fotografía: Celina Yeyén
    Vanesa Coloma y «su familia» durante un momento de ‘Flamenklorica’. / Fotografía: Celina Yeyén
  • Vanesa Coloma en ‘Flamenklorica’. / Fotografía: Celina Yeyén
    Vanesa Coloma en ‘Flamenklorica’. / Fotografía: Celina Yeyén

Pareciera que el flamenco es solo para entendidos. Que el que ve un espectáculo de flamenco sin saber de palos o conocer ciertos nombres se queda fuera de juego. Sin embargo, el juego puede jugarse de muchas maneras. La apertura del Festival ‘Flamenco Madrid 2016’ lo ha dejado en evidencia. Es cierto que el público es, en su mayoría, aficionado o entendido en el tema, pero igual de cierto es que el Festival no está dirigido solo a ellos sino abierto a todo público, y que -y aquí está lo importante- la principal herramienta para disfrutar de un espectáculo de flamenco no es el conocimiento sino la sensibilidad y el alma. Y si no es así, a qué se debe que, frente a ciertos toques, bailes o cantes, la piel erizada llegue mucho antes que la intención de distinguir qué palo toca ahora. Y esto no sucede solo con el cante jondo: el flamenco es emoción hasta en la alegría.

El espectáculo de Ángel Rojas en el que Carmen Cortés, su maestra, estuvo como artista invitada, se llamó ‘Camino’. Un solo camino que alumno y maestra, dos generaciones, anduvieron juntos durante una hora y media de función. Como si el baile y la jondura comenzaran en ese punto donde el camino de uno y de la otra confluyen para seguir el recorrido juntos ante un público que tuvo la suerte de verlos a los dos en escena. El cante y el toque (Paco Cruz y Jonathan Jiménez) también fueron estupendos. El final es emotivo y hasta conmovedor en un cante jondo que habla del camino, un tema que se arrastra durante toda la obra, sobre todo desde la farruca y la soleá.

Vanesa Coloma y «su familia» (como ella se refirió a los intérpretes de las tres voces y la guitarra) dieron un espectáculo fresco y festivo, bastante cargado de bulerías y tangos, y un guiño a la tonadilla española. Pero no faltaron los palos serios, y entonces lo emocionante venía de un lado y del otro, por lo festivo y por lo triste, de acá y de allá. Al acabar la función, después de tanto aplauso y la aclamación de un teatro entero de pie, la bailaora incitó a los cantaores al baile, y el resultado fue un ejercicio de improvisación, junto a la guitarra, que le hizo honor al título del espectáculo: Flamenklórica. Mezcla, mezcla y más mezcla: en ese juego del «esto y aquello» se basó esta maravillosa función. Nada de percusión, todo el sonido fueron las tres impresionantes voces masculinas (Roberto Lorente, Matías López «El Mati» e Ismael de la Rosa «El Bola»), el baile, las palmas y la guitarra.

El Festival ‘Flamenco Madrid 2016’ abrió con Lorca y siguió con estas bailaoras, estas maestras, estos maestros. Todavía queda un mes entero de funciones que imaginamos tan placenteras como la experiencia nos ha marcado. La única queja, si cabe, es cierto desperfecto a la hora del sonido: en la obra ‘Camino’ fue bastante más grave que en ‘Flamenklórica’, pero ya en la primera función algo se había dejado oír. Rogamos o esperamos que lo solucionen.

Por lo demás, todo es placer. Pero no desde el conocimiento, sino desde la percepción. Este es un Festival, como lo son todos, para disfrutar. Si dentro de eso cabe distinguir, bienvenido sea. Pero si no cabe pensar o saber, sino simplemente sentir, entonces nada será menos válido, al contrario: vendrá la sabiduría igualmente, penetrará los oídos y habitará la piel. Y entonces, que nos pregunten de palos, que nos tanteen el conocimiento... qué más da. La mayor virtud siempre será haber sentido; haber estado ahí, en el teatro-tablao, con el cuerpo y los sentidos.