En busca del tiempo perdido

10 dic 2015 / 19:19 h - Actualizado: 10 dic 2015 / 19:19 h.
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Enfrentarse a una de las grandes obras de la literatura universal, da miedo. Con el añadido de que esa obra consta de siete libros, pánico. Pero una vez superadas las cincuenta primeras páginas, En busca del tiempo perdido enamora. Narrada en primera persona, cuenta los recuerdos de un joven burgués que quiere ser escritor en el París de comienzos del siglo XX. El protagonista se va descubriendo a la vida en su sentido más general, con sus cosas buenas, como las fiestas, los veraneos en la costa y el amor; como con las malas: la enfermedad, la guerra, las tentaciones... y el amor. Por lo que parece, es una novela completamente autobiográfica, cada personaje, cada lugar, tiene su paralelo en la vida real, lo que hizo que muchos conocidos del entorno de Proust no volvieran a hablarle al verse reflejados ellos mismos y sus usos, vicios y costumbres. Pero realmente en la novela no pasa nada. Eso sí, está escrita con una belleza extraordinaria. Quizá esto sea lo mejor, la belleza por la belleza. Proust no parecía buscar un lector que se sentara en el sillón maravillado por una trama, si no por ser un libro estéticamente perfecto, sin más. Empezando por la primera frase de todas: «Mucho tiempo llevo acostádome temprano», que según los expertos, es el mejor comienzo de un libro escrito jamás. El regodeo del protagonista al recordarlo todo mientras mojaba una magdalena en una taza de té, imagen absolutamente maravillosa. Durante todo el relato flota el tema de la homosexualidad, en ello fue también pionero Proust. Nadie antes se había atrevido a hacerlo, aunque fuera de forma velada. Quizá aquí el autor estaba quemando sus demonios. Pero no es el único tema a tratar, por supuesto. El tiempo, el paso del tiempo, está presente en todos sus aspectos: la edad, la enfermedad, el amor, la muerte. Y, dentro de ello, las relaciones que se establecen en los distintos momentos de la vida, a veces dentro de la misma clase social y otras entre ellas. El estilo de Proust es realmente personal, no comparable ni encasillable a ningún otro istmo de la época. Las frases son largas, eternas, pudiendo llegar a ocupar más de media página. Dicen que es tal cual hablaba el escritor. Todo el escrito está lleno de matizaciones y subapartados, pero compuestos de tal manera que cobra una dimensión extremadamente estética, llena de metáforas y de gran belleza poética. Libro apto para la propia reflexión del lector, pero sobretodo, para todo aquel con gusto refinado por la literatura. En resumen, una gran obra de arte, la belleza hecha libro. ~

Calificación: Obra maestra.

Tipo de lectura: Reposada.

Tipo de lector: Amantes de la literatura.

Personajes: Muy bien perfilados.

¿Dónde puede leerse?: De vacaciones, sin nada más que hacer.