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Escenografías de interior

es_aladar... Sevilla. El Cicus acoge una muestra de la fotógrafa belga Magdalena Bors titulada ‘Obsesión doméstica’, en la que traspasa los límites de lo interior y lo exterior en 11 imágenes de ensoñaciones

25 jul 2015 / 18:05 h - Actualizado: 28 jul 2015 / 17:25 h.
"Fotografía - Aladar"
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El Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla acoge la exposición Obsesión doméstica, una selección de 11 fotografías de Magdalena Bors donde la artista belga pone el foco en una visión de diferentes interiores donde juega a recrear vivencias o el sentimiento desbordante que supone la contemplación naturaleza.

La irrupción de la fotografía supuso poder captar la realidad a través de la luz, pintar a través de ella. El fenómeno se había vaticinado a través del uso de mecanismos como la cámara oscura por pintores como Vermeer. El nacimiento formal de esta técnica tendría, a la postre, parte de culpa de las convulsiones artísticas desde finales del siglo XIX, cuestionando directamente el realismo en la representación. Si ya existía la forma de reflejar fielmente los objetos, la pintura podía fijarse en otras metas. Pronto quedaría de manifiesto todo el campo de experimentación que un avance de estas características supondría, siendo moldeado por diferentes movimientos como el surrealismo, que descubrió el gran potencial para representar la ensoñación que desprendía el uso de la cámara con figuras como Man Ray o Brassai.

En el teatro, la construcción de un espacio irreal recuerda a un sinfín de artilugios e ingenios que trabajaban en la sombra para poner en pie las atmósferas imaginadas por los creadores. Resulta difícil no acordarse de la maquinaria de tramoya al pararse a observar muchas de las fotos de esta muestra. Sólo que, en el caso que nos ocupa, el resultado es fruto de un trabajo minucioso, casi a pequeña escala, que pone el objetivo en los detalles más nimios.

A medio camino entre el uso de la escenografía y la ensoñación quedan las imágenes que se muestran de Magdalena Bors. Oscilan entre la captación de lo que vemos y objetos que evocan lo que no podemos observar; buscan conjugar elementos tan contrapuestos como la representación de un recuerdo o la inmensidad natural encorsetada en las paredes de una vivienda. Las 11 obras pertenecen a dos series diferentes: Séptimo día y Tierra natal.

Tierra natal supone una mirada hacia el pasado, donde «surgen escenas de cuentos de hadas con materiales mundanos y chismes», como explican los organizadores de la exposición. Las imágenes esconden ese misterio y fascinación propia de las historias infantiles pero, a la vez, todas aportan un elemento inquietante que se repite: alguien vestida de negro aguarda junto a las escenas formando parte de las mismas. Ya sea la evocación de quien narra la historia que se representa o el paso previo a despertarse del sueño, paisajes como los recreados en Desfiladero o Picos y valle invitan a que focalicemos la vista en ellos e intentemos montar nuestras propias historias en esos escenarios baldíos.

En ocasiones, como en Caverna, la autora juega a recolectar elementos que darán forma a la creación y son los propios donantes quienes al localizar los mismos se convierten en el hilo conductor de los recuerdos que se evocan.

La serie Séptimo día juega a recrear algunos de los elementos más característicos del paisaje australiano, que son reproducidos con diferentes materiales en estancias de interior. La presencia de sus teóricos autores y su expresión ilustra sobre una suerte de obsesión de la que es fruto la que vemos: el gran arrecife de coral a partir de piezas de puzle, una jungla a partir de textiles o una gran alfombra de hojas que nos invita a pensar en el otoño. El resultado no nos permite calibrar el grado de obsesión de los protagonistas, que esconden esos tesoros autoconstruidos, pero sí contemplar en un espacio reducido elementos que se caracterizan por ser inabarcables, excesivos, a un paso de lo sublime.

Lo expuesto en la planta baja del antiguo convento contiene constantes en la obra de Bors como son el juego entre texturas y colores y unos encuadres minuciosos. Por otra parte, destaca que ambas series beban de la presencia de personajes para poder mostrar toda la gama de sentimientos que contienen, que varían desde los recuerdos propios de la infancia al desvarío obsesivo.