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Escritoras en el punto de la estilográfica: de Gloria Fuertes a Sylvia Plath

Este es un pequeño homenaje a las escritoras que han dejado huella en el autor de esta columna

16 oct 2023 / 18:35 h - Actualizado: 16 oct 2023 / 21:37 h.
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  • La poetisa madrileña Gloria Fuertes, nacida en 1917 y fallecida en 1998, en una fotografía de archivo. / Efe
    La poetisa madrileña Gloria Fuertes, nacida en 1917 y fallecida en 1998, en una fotografía de archivo. / Efe

Las mujeres siempre han jugado en desventaja en el mundo del arte. Los maridos firmaron sus obras; no pudieron (muchas de ellas) mostrar y demostrar de lo que eran capaces; no fueron pocas las que renunciaron a crear para dedicarse a criar hijos y limpiar las casas... Las escritoras, lógicamente, no se han salvado de ese desastre. Los premios literarios, además, fueron y son cosa de hombres, el reconocimiento ha sido siempre menor que el que se les ha dispensado a ellos y han sido las lectoras, las que han tenido que hacer verdaderos esfuerzos para dar espacio público a sus autoras favoritas.

Hoy que es el Día de las Escritoras me voy a sumar con toda modestia a ese homenaje, aunque solo nombrando a las que más huella han dejado en mí como lector y como escritor.

Almudena Grandes me llegó al corazón. Sus novelas no son las mejores que he leído, pero sí son las que más me han emocionado. Las que forman su proyecto inacabado ‘Episodios de una guerra interminable’ me hicieron sentir el horror, la alegría, la angustia, la desazón y cualquier otra cosa que se pueda añadir a este puñado de emociones. Sus novelas, que se entremezclan unas con otras, dibujan la Guerra Civil y sus consecuencias como nunca antes había hecho nadie. Maravillosas. Como anécdota he de decir, que me consta que ella, Almudena Grandes, leyó mis novelas hace tiempo por recomendación de nuestro librero (lo compartimos). Nunca me atreví a preguntar por el resultado.

Sylvia Plath me ganó desde el primer verso. Nunca antes había leído la tristeza, la melancolía, el miedo o la muerte que se acerca, con tanta nitidez. La lectura de sus poemarios siempre me ha resultado una mezcla de admiración y miedo difícil de explicar. La imagino mirando a través de la ventana, más allá del horizonte, a la muerte anhelada.

A Ágatha Christie le debo mi gusto por la lectura, mi capacidad para refugiarme entre las páginas de un libro para creer estar a salvo de cualquier otra cosa. Ella convirtió la literatura en un divertimento que descubría un universo majestuoso al adolescente que se resistía a caer en manos de los libros. Recuerdo que cuando cerré el ejemplar de ‘Diez negritos’ (tendría 13 o 14 años), decidí que nunca escribiría novelas policiacas porque aquello era insuperable, pero que siempre tendría policías en las páginas que escribiera como homenaje a la mejor autora de todos los tiempos de novela policiaca.

Agota Kristof destrozó los cimientos literarios que siendo joven pensaba tener bajo los pies. Después de leer ‘El gran cuaderno’ nada fue igual y mi proyecto de escritor cambio por completo. Solo William Faulkner y Vargas Llosa lograron un efecto parecido en su momento.

Y, por supuesto, Gloria Fuertes. Descubrir el humor, la naturalidad, la sencillez y las ganas de vivir en esos poemas, aparentemente tan sencillos, aunque tan cargados de verdad, ha sido un placer inenarrable. Ay, que risa tía Felisa, pienso si la pienso.

Faltan por nombrar muchas aunque las llevo a todas en el corazón y siempre andan enredando en el punto de mi estilográfica; y cuando digo siempre es siempre. Y eso es lo que cuenta.


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