«Falcó», «Eva» y «Sabotaje»: La Guerra Civil española desde la mirada del espía

Estupenda trilogía sobre la Guerra Civil española que Pérez Reverte construye desde la sencillez y la eficacia. Espías, oro, cansancio, aburrimiento y amores imposibles

08 sep 2019 / 22:02 h - Actualizado: 08 sep 2019 / 22:24 h.
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  • Arturo Pérez Reverte. / EFE
    Arturo Pérez Reverte. / EFE

«Falcó»: Un personaje con empaque

Si Lorenzo Falcó no fuese un canalla, probablemente no empataría sus envites con Eva Rengel, espía de espías, y que hace evolucionar al personaje de manera bestial.

Esta es la primera novela de una trilogía estupenda sobre la Guerra Civil en España.

Ya desde un principio, nos damos cuenta de sus modales bruscos y del machismo de este espía perteneciente al bando rebelde o nacional, y que le llevará a estar atento desde el Levante español a las ondas de radio y órdenes de Queipo de Llano desde Sevilla en cuanto al encarcelamiento en Alicante de Primo de Rivera.

La novela consigue sumergirnos en una realidad que fue y hoy no nos es ajena, demostrando que, si de matar a Fonseca se trata, se puede perfectamente obedecer órdenes de Rusia, ocultando las identidades en pro de la Revolución o la victoria. Falcó, por supuesto, de esto nada sabe, y por tanto se convierte en personaje con entidad (y no antes cuando seducía por seducir, casi con pereza) a partir de aquí.

En principio y tras varios viajes en tren que demuestran cómo el protagonista (también traficante de armas) sabe moverse como pez en el agua en ambos sentidos; una tarde al caballero se le ocurre ir al cine para ver la versión de la obra literaria «La madre» de Máxim Gorki. En ese momento conoce a los dos hermanos Montero y a Eva, una mujer de belleza extraña, fuerte, vigorosa, con un ojo de cristal, y de aspecto cansado.

«Falcó», «Eva» y «Sabotaje»: La Guerra Civil española desde la mirada del espía

La relación entre estos cuatro personajes se hace más concreta en Cartagena, desde donde primero en pisos francos y después en Alicante en una checa, planean liberar al apuesto José Antonio. En el plan pensado y ejecutado con gran frialdad, el falangista Montero se permitirá momentos de emoción que Falcó rechaza, si bien este tampoco se irá de rositas, tras un cautiverio por el que el bote de cafiaspirinas y el tabaco que le mantienen lúcido, le desaparecen al ser interceptado por los que cree son los suyos, y que no son más que traidores a la inversa. Y es que desde «El tango de la Vieja Guardia», al escritor murciano parecen gustarle las figuras dramáticas propias de Hitchcock, del falso culpable e inocente. Todo, con un estilo ágil que pretende ilustrar no sólo teóricamente, sino también escena a escena, la Historia de España.

Dado también su gusto por la peripecia o aventura, el autor empieza entregando una novela importante, que debe también a otras películas inglesas de los 60, su manera de estar y que dilucida un talento exportable y en cualquier caso fundamental.

«Eva»: El oro de Moscú

Embarcado en aguas tangerinas tras el navío Mount Castle, Lorenzo Falcó de quién empezamos a conocer sus orígenes jerezanos siquiera casualmente, es elegido para una nueva misión dentro del contexto bélico.

Año 1937, las tropas republicanas consiguen hacerse con un importante botín de oro procedente del Banco de España. El objetivo es llevarlo por barco hasta Rusia con su propia bandera, y el de Falcó, cambiarla por la nacional antes de que sea demasiado tarde. También tratará Falcó de que no sea Kovalenko, espía grabado a fuego a la conocida Eva Neretva, alias Eva Rengel, el contacto allí.

Antes de todo, Falcó viajará también en barco seduciendo a españolitas bien perfumadas, desde Estoril a Sevilla; en esta última ciudad también verá peligrar su vida durante su estancia en un hotel, cuando unos soldados hacen tragar aceite de hígado de bacalao a granel a un tipo sospechoso.

Numerosos personajes irán embarcados en el mismo buque que el protagonista: Villarrubia, especialista en comunicaciones y morse, Vespucio, un portugués de extremada mala baba; y cinco o seis tripulantes contraespías del otro bando que irán muriendo o desdibujándose por el camino. Para la perfecta resolución, contará con el correoso Araña, un espía homosexual de finas manos y aspecto de crótalo, que cubrirá sus persecuciones en Tánger, primero para no ser asesinado por el musulmán Kassel, y después para detener a los hombres de Eva.

«Falcó», «Eva» y «Sabotaje»: La Guerra Civil española desde la mirada del espía

El camino es largo desde que el ambiguo capitán y cónsul Quirós se define, y el protagonista fumará hasta alguna pipa de kif (tabaco marroquí) para mantener ese estado de enamoramiento que le hará sentirse vivo, y a la vez miserable. En un momento define su relación con Eva, como la de los soldados que se enfrentan a la muerte, la única diferencia es que los enemigos destruyen vida y con ella derrama vida. De esta calaña se va definiendo un tipo que pierde todos los apegos posibles, amparándose en un sentido del honor tan sui generis como estamos acostumbrados.

Diálogos cortos y ágiles, descripciones atinadas que permiten desarrollar una peripecia que en ocasiones se ancla, para después resurgir de sus cenizas con más fuerza. En este segundo libro de la serie son menos los brindis a la concurrencia lectora y más la sequedad y aridez, provocada no sólo por el cansancio del héroe (otro tema muy del autor), sino con la necesidad de ser contundente con las heridas propias y ajenas.

«Sabotaje»: La crema artística parisina y el Guernica

Esta vez Lorenzo parte desde el casino de Biarritz hasta la ciudad de París para llevar a cabo una misión delicada donde nada debe ser lo que parece. Sigue así instrucciones de un Almirante, que le llevarán hasta Sánchez, un contacto anónimo que conoce a Pierre Bayard (Premio Goncourt de Literatura y futuro cineasta), un intelectual casado con una fotógrafa llamada Eddie, que oficia de musa para Pablo Picasso en «Las señoritas de Avignon» gracias a quienes conocerá a la crema de una clase adinerada y astuta, que defiende el bando rojo o republicano desde la sutileza, el dinero malgastado en fiestas y orgías y un exilio que no fue precisamente, más que un cambio en su modus vivendi.

Durante gran parte de su extensión, en la novela Falcó aquí se llamará Nacho, y le veremos ligotear con María, una cantante de jazz que hace las delicias del crítico que encumbró a Bayard, y hasta con la mismísima Marlene Dietrich.

Salir vivo de una afrenta entre burgueses de colmillo retorcido, será para Falcó más difícil de lo habitual hasta el punto de que charlar informalmente con sus adversarios, sobre Hitler o Stalin, parece que le llegue a aburrir soberanamente.

«Falcó», «Eva» y «Sabotaje»: La Guerra Civil española desde la mirada del espía

La idea o misión, que se pierde entre tanta lucidez buscada y a veces no encontrada debido al vicio y la disipación, es tratar de hacer desaparecer el cuadro aún incompleto del Guernica, situado en el taller del pintor. La obra al estar cerca de la casa de su esposa Dora Maar, permanece celosa y secretamente escondida. Sin embargo, Falcó sabe calar al artista malagueño desde el principio, mostrándonos a través de sus ojos a un ser cínico y vividor, por encima de bromista.

El caso es que primero con el señuelo de la novela «La bolchevique enamorada» de Chaves Nogales y después prestándose a financiar la película documental de Bayard y a él mismo, Falcó quedará atrapado por su propia mirada e identidad, sobre todo a raíz de la reaparición necesaria para estas lides, del espía ruso Kovalenko.

Otro personaje fundamental en la trama y que servirá al jerezano para abrirse puertas, será la del austríaco filonazi Küsslin, un tipo duro más de boquilla que de otra cosa.

En esta nueva aventura, pergeñada en Buenos Aires en 2018, vemos a un personaje si cabe más deteriorado por misiones pasadas, y lo imaginamos demacrado por el lujo y sus cambios de hotel, para no ser descubierto en su dudosa identidad.

Si en algo llega a parecerse como novela de espías a John Le-Carré es también en la manera de afrontar cómo Falcó no debe pronunciar una palabra de más ni de menos, lo que hace que lo veamos de nuevo en toda su encarnadura, y finalmente como prototipo literario a considerar.