«Falstaff»: Lo cómico y lo gris de la realidad

‘Falstaff’ es una obra maestra de Giuseppe Verdi. El libreto es de Arrigo Boito. Es una ópera bufa que indaga, desde el humor, las zonas menos amables de los personajes, de la realidad entera

03 may 2019 / 00:01 h - Actualizado: 02 may 2019 / 23:58 h.
"Ópera"
  • Falstaff es una obra maestra de Verdi. / Fotografía: Javier del Real
    Falstaff es una obra maestra de Verdi. / Fotografía: Javier del Real

Lo cómico que tiene la realidad siempre estuvo revestido por un manto de tragedia tan doloroso como necesario. El mundo es dual y nada puede existir sin que lo haga su contrario. Comedia y tragedia, risas y lágrimas, sí y no. El ser humano está condenado a encontrarse en los contrastes. Shakespeare lo sabía muy bien. Y Verdi, gran admirador del escritor, lo comprendió sin problemas. Falstaff es, por ello, una de las mejores óperas del italiano, tal vez la mejor de todas; desde luego la forma ideal de entender las cosas que permite dejar al descubierto buena parte de la condición humana y, desde luego, la constatación de que el hombre y la mujer son tarea de sí mismos.

La climatología invita a pasear las ciudades en esta época del año. Una caminata tranquila, intentando descubrir esas cosas que son evidentes y que nunca tenemos en cuenta, resulta deliciosa. En Madrid es un privilegio llegar al Teatro Real mientras recorres la fachada principal del Palacio Real antes de girar hacia Ópera. Los colores brillan mientras reposan en lo que parece un lienzo de Antonio López.

«Falstaff»: Lo cómico y lo gris de la realidad
Esta es una producción que intenta poner fáciles las cosas al espectador. / Fotografía: Javier del Real

El Teatro Real no se llena. Se cubre el aforo menos un sexto. Era de esperar. 1º de Mayo; primer día de un extraordinario puente que deja Madrid a expensas de turistas más de patatas fritas y refresco que de óperas italianas. Pero cuando llegan los clásicos, los valores seguros, suele escucharse un run run especial en el hall del teatro. Hoy es una de esas ocasiones.

Suenan las primeras notas y ya sabemos que el director musical Daniele Rustioni es entusiasta y vigoroso. Poco a poco demostrará que entiende muy bien la partitura de Verdi y busca los matices con delicadeza aunque con decisión y riesgo si es necesario.

Lo mismo sucede con el director de escena Laurent Pelly. Su puesta en escena nos presenta un Falstaff cómico, divertido, colocado en los límites de la extravagancia. Pero respeta la zona gris, lo menos amable de la realidad de un personaje que suma características que se echaron a perder; respeta lo que Verdi dice en la partitura. Porque Falstaff es un saco de desechos. Pelly, además, logra mover muy bien a todos los que transitan por el escenario. Logra efectos muy divertidos como, por ejemplo, esa búsqueda multitudinaria en la que muchos Ford buscan a Falstaff. Coloca a los cantantes en lugares cómodos para cantar. De cara al público y sin tener que realizar malabares al mismo tiempo. Es muy de agradecer después del año que llevamos con direcciones de escena incomprensibles. Pelly está acertadísimo en la dirección actoral y logra que los arcos dramáticos evolucionen sin problemas.

«Falstaff»: Lo cómico y lo gris de la realidad
Pelly está acertadísimo en la dirección actoral y logra que los arcos dramáticos evolucionen sin problemas. / Fotografía: Javier del Real

Muy bien el vestuario y la peluquería. La iluminación de Joël Adam algo desangelada en algunos tramos. En el momento en el que mueve a los cantantes por la zona frontal del escenario, corriendo de extremo a extremo, parece que estuvieran en un aparcamiento pasando por debajo de los flourescentes colocados cada cinco o seis metros por la falta de focos.

El coro, como de costumbre, muy bien. Aunque esta ópera de Verdi tampoco deja mucho espacio para el lucimiento coral.

Misha Kiria es Sir John Falstaff. Actuación estupenda y por encima de lo esperado. El timbre de voz que nos ofreció es muy, muy, bonito y logra que luzca especialmente en unos tonos medios contenidos y modulados con exquisita técnica.

No ocurre lo mismo con Àngel Òdena que tuvo serios problemas con los agudos.

En general, todos los cantantes estuvieron muy bien. Pero hay que destacar a Abert Casals (Fenton) y a Rocío Pérez (Nanetta, dulce voz sin perder robustez o brillantez).

Esta es una producción que intenta poner fáciles las cosas al espectador. Nada de inventos incomprensibles o soluciones low cost. Esta es una producción que sumaría a la nómina de aficionados a más de uno que no sabe qué es esto de la ópera y piensa que es un tostón.

No hace falta decir que Madrid esperaba al término. Oliendo a Madrid, acogedor y precioso. Y el paseo de regreso.