A finales de los ochenta, José María Cano, uno de los líderes y fundadores del conjunto musical Mecano, compuso un tema titulado Héroes de la Antártida donde narraba la historia de Robert Falcon Scott, oficial de la Marina Real Británica, que fracasó en su intento de alcanzar por primera vez el Polo Sur —se le adelantó el noruego Roald Amundsen—. Gracias a esta canción, incluida en el álbum Descanso dominical, varias generaciones de españoles supimos de la malograda expedición, e incluso a algunos nos abrió el apetito para seguir investigando. Eran tiempos donde Internet aún no había irrumpido en nuestras vidas, y las bibliotecas y archivos constituían el único y verdadero océano del conocimiento, de ahí que nos sumergiésemos en él con curiosidad y entusiasmo. Da la casualidad que esta pieza, compuesta con gran sensibilidad por el autor de Hijo de la luna, estaba basada en un relato de Stefan Zweig incluido en su obra Momentos estelares de la humanidad, publicada inicialmente en 1927. En sus páginas, el austriaco novelaba episodios de la historia protagonizados por Cicerón, Vasco Núñez de Balboa o Napoleón; método que volvería a retomar años más tarde a bordo de un crucero por el Atlántico, dando forma a Magallanes, el hombre y su gesta (1938), considerada por muchos la mejor biografía del navegante. Dicho trabajo, donde Zweig fusiona el retrato moral con el relato de aventuras, es el ejemplo perfecto de hasta qué punto un profesional de las letras puede convertir a una persona real, con sus luces y sombras, en un personaje inmortal y digno de todos los elogios. En este caso, Fernando de Magallanes merecía los honores, sin duda. Él fue quien capitaneó la Armada que partió de Sevilla en 1519 en busca de la Especiería, quien la supo «mantener a flote» hasta descubrir el estrecho que llevaría su nombre, y quien atravesó el Pacífico antes de hallar la muerte en Mactán (Filipinas) en 1521. Pero, ¿y qué ocurrió a continuación? ¿Quién fue el artífice del «milagro» que devolvió a los últimos supervivientes al puerto de las Muelas hispalense, tras un periplo de tres años? ¿Quién completó realmente la primera circunnavegación de la tierra en 1522? ¿Por qué Zweig no lo situó a la altura de Magallanes?
Primus circumdedisti me
Si algo bueno tienen las efemérides es que, más allá de los consabidos fastos, la presencia de políticos haciéndose la foto y la proliferación de noticias en los medios, a menudo queda un poso por el que todos los esfuerzos merecen la pena. En el caso del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, que continuará celebrándose hasta el 8 de septiembre de 2022, el balance ya resulta más que positivo, pues a la proliferación de exposiciones, rutas turísticas, documentales o producciones escénicas y musicales, hemos de sumar la creación de una nueva réplica de la embarcación que completó la gesta —la nao Victoria—, un centro de interpretación frente al río Guadalquivir y algunos monumentos, como el recién inaugurado en Rodas, que homenajea a los marineros griegos que viajaron con Magallanes. Junto a estos hitos, fundamentales para dar a conocer la hazaña al gran público, hemos de destacar las publicaciones que han visto la luz desde varios años antes del centenario, y que aún siguen surgiendo. Una de las más destacadas es sin duda la de Tomás Mazón Serrano, ingeniero técnico de obras públicas, que accedió al relato de la travesía de una forma casual, tras escuchar un podcast de temática histórica. Algo que le impulsaría a indagar por su cuenta, a involucrarse en la divulgación del episodio de un modo apasionado y apasionante, y a contribuir de manera ejemplar a la investigación del mismo. Así surgiría la web rutaelcano.com, cuyo mapade la Primera Vuelta al Mundo, con versiones para Google Mapsy Google Earth, es ya una referencia mundial; sus extraordinarias conferencias a lo largo y ancho de nuestro territorio —nadie narra con más ardor la expedición—, y su continua presencia en las redes sociales, donde cuenta con miles de seguidores. Sin embargo, la guinda del pastel aún tenía que ponerla en forma de libro, y para ello Mazón se ha dejado literalmente las pestañas al objeto de ofrecernos una de las mejores crónicas sobre el viaje que cambió la historia, y que para muchos expertos escomparable a la llegada del hombre a la Luna. Odisea en la que, junto al archiconocido portugués, decenas de hombres dieron la vida por alcanzar un sueño, que finalmente fue completado por un español: Juan Sebastián de Elcano.
Y es que Elcano, viaje a la historia (Ediciones Encuentro, 2020) es más que una biografía del marino nacido en Guetaria en el último cuarto del siglo XV. Es un relato pormenorizado de los acontecimientos que le llevaron a capitanear la nao Victoria desde la actual Indonesia hasta la capital andaluza, logrando vencer al hambre, las tempestades o la enfermedad, y logrando alcanzar un título otorgado por el emperador Carlos V que reza así: Primus circumdedisti me (el primero que me circundaste). Antes de todo esto, la obra inicia su recorrido por la carrera de la Especiería —en la que los portugueses tenían una importante ventaja—, hasta presentarnos a Magallanes y su proyecto de alcanzar las islas orientales por occidente; su llegada a Sevilla y sus contactos con la Casa de la Contratación, el apoyo de la Corona, los preparativos y la partida. Un repaso conciso y cercano, donde Tomás Mazón hace uso de todas las fuentes documentales a su alcance —desde reales cédulas a testimonios parciales de los tripulantes, pasando por las aportaciones de Maximiliano Transilvano, Herrera, Oliveira y otros—, las cuales ha escrutado con ahínco durante largo tiempo, con idea de ser lo más objetivo posible. Precisamente su carácter de outsider, como lo denomina Braulio Vázquez Campos —Archivero en el Archivo General de Indias, historiador y prologuista del libro—, es lo que le ha permitido acercarse sin «prejuicios, vicios y fronteras mentales» a un episodio sobre el que se han vertido ríos de tinta desde los albores del siglo XX, para «si no alcanzar la verdad, al menos irnos alejando de las mentiras».
Los que lo consiguieron
Pero sería injusto afirmar que Mazón, tras su impagable investigación, ha puesto el foco únicamente en Elcano, con idea de situarlo en el lugar que le corresponde —por desgracia, la mayoría de profanos aún continúan atribuyéndole todo el mérito a Fernando de Magallanes—. No en vano, pese a que la obra reconoce su figura, subrayando asuntos cruciales como el retorno a través del Índico, la emotiva misiva enviada al emperador, su segundo viaje a las Molucas —en la expedición de Loaysa de 1525—, o su curioso testamento, también explora la aportación de otros hombres prácticamente «anónimos» que resultaron vitales para alcanzar el triunfo, caso del burgalés Gonzalo Gómez de Espinosa, quien se pondría al mando de la nao Trinidad tras los múltiples avatares ocurridos a la muerte de Magallanes; del jerezano Ginés de Mafra, hombre valioso al que debemos una de las relaciones clave para entender la gesta; o el gallego Gonzalo de Vigo, cuya increíble epopeya es recogida por nuestro autor a partir de las crónicas de Fernández de Oviedo, de un modo fascinante.
Por si fuera poco, Elcano, viaje a la historia, que llegará a las librerías el 1 de octubre,cuenta con otros ingredientes que lo convierten en un plato gourmet tanto para los expertos en la materia como para los que se inician en ella: desde mapas en color de la derrota o ruta seguida por los mareantes, a gráficos con la procedencia y oficios de los mismos, pasando por una ilustrativa explicación del método con el que medían la latitud —la longitud, por entonces, únicamente se podía estimar—. Y como bonus track, la inclusión de un texto inédito en España como es el testimonio de Martín de Ayamonte, rescatado por Mazón del Arquivo Nacional do Torre do Tombo de Lisboa, y traducido del portugués en colaboración con Braulio Vázquez Campos, Cristóbal Bernal Chacón y Celso Miguel Serrano.
Todo ello es expuesto a lo largo de 327 intensas páginas con asombrosa agilidad y capacidad de síntesis, evidenciando que, si se quiere, es posible combinar el rigor informativo (y aquí se destila muchísimo) con los guiños al lector. De ahí que, en ocasiones, tengamos la sensación de hallarnos ante una novela en la que el factor humano prevalece por encima de la acción, y donde Mazón, además de deslizar interesantes hipótesis, se revela como un narrador eficiente y emotivo. Alguien que, pese a no cultivar las letras como el irrepetible Zweig, o no contar con la trayectoria de José Luis Comellas —uno de los historiadores que más y mejor han investigado la empresa—, ha logrado alumbrar una obra digna del personaje a quien muchos relegaron injustamente, comenzando por el cronista más popular, Antonio Pigafetta. Un titán llamado Elcano, que además de lograr lo imposible, supo compartir la gloria con otro puñado de héroes.