Gracias, señora DiDonato

El jardín del Edén llega al Teatro Real de la mano de Joyce DiDonato

06 jun 2023 / 12:57 h - Actualizado: 06 jun 2023 / 13:31 h.
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  • Fotografías de Javier del Real
    Fotografías de Javier del Real

¿Alguna vez han visto a una diva en el Teatro Real luciendo pelo corto, maquillaje estrafalario, descalza y arrastrándose por el suelo como si quisiera barrer cada centímetro de la tarima? Pues esa es Joyce DiDonato y la expresión corporal que despliega sobre el escenario reflejando a la perfección lo que quiere transmitir representando «Eden».

Arranca el recital con la señora DiDonato cantando en la oscuridad, desde los pasillos que dividen los palcos, haciendo vibrar su voz a escasos centímetros de los asistentes. Daba comienzo al espectáculo subiendo al escenario y así comenzaba la llegada al Edén, el primer amanecer de la historia, el contacto con la Pachamama y todo lo que surge de la madre naturaleza –las cosas más simples- que era lo que esta mujer respiraba. Nos suplicaba al público al final de la actuación que nos fijemos y valoremos las cosas más pequeñas, las que nos regala la tierra: el viento, el agua, una hermosa flor, un rayo del sol que nos ilumina por la mañana. Porque, decía, que estas son las cosas que nos curan el alma.

La mezzosoprano traía un mensaje simple pero profundo; y lo sabía comunicar a través de su hermosa voz y la maravillosa selección de composiciones que ha interpretado atravesando cuatro siglos. Desde la «Sonata en G mayor» de G. Valentini de 1582 hasta piezas más actuales como «The first morning of the world» de R. Portman de 1960.

Si bien es cierto que hay opiniones para todos los gustos, las impresiones en este concierto han estado bastante poco equilibradas. Como quien tiene a un ángel susurrando en el hombro izquierdo y al diablo susurrando en el derecho, tuve a mi derecha a una señora bostezando cada tres minutos que no ha dudado en abandonar el teatro antes de que la función terminara. En cambio, de mi lado izquierdo, tenía al que parecía ser el presidente del club de fans de Joyce, que derramaba lágrimas y se apoyaba la mano en el pecho desde la primera canción, moviendo el cuello y agitando las manos como si el director de orquesta fuese él, porque se conmovía con todas y cada una de las palabras.

Gracias, señora DiDonato

Sin necesidad de irse a los extremos, se podía admirar y disfrutar la pureza de la voz empoderada a la vez que angelical de Joyce, que transmite paz al alma. Había momentos en los que uno creía estar cerca de dormirse, pero no por aburrimiento, sino por haber alcanzado un ritmo cardíaco tan suave y armonioso que se alcanzaba un estado de paz o «zen» que te hacía efectivamente, sentirte en el Edén.

La puesta en escena no ha sido lo más destacable, ya que era bastante sobria rozando lo austero, presentando únicamente dos aros de hierro que rodeaban la plataforma sobre la que Joyce cantaba. Igualmente, la iluminación ha sido pobre y desacertada. El escenario contaba únicamente con dos focos cenitales y otros dieciseis focos, de los cuales ocho apuntaban directamente a los ojos del público. Si el objetivo era evitar que alguien se durmiera, lo han logrado.

Lo que sí ha sido destacable ha sido el trabajo de Maxim Emelyanychev, al frente de la orquesta Il Pomo d’Oro. El director ruso de apenas treinta y cuatro años, ha demostrado sobre el escenario que es merecedor del premio Máscara Dorada de Rusia por su destreza con el fortepiano, que aportaba un sonido diferenciador a todas las melodías y derrochaba energía y vitalidad a golpe de talonazo cuando las piezas le inundaban de emoción.

Cabe destacar que Il Pomo d’Oro es embajador oficial de «El sistema Grecia», un proyecto humanitario para brindar educación musical gratuita a niños en campos de refugiados griegos. Y precisamente los niños (no los refugiados, sino los del coro de jóvenes de Madrid) han sido los segundos protagonistas de este concierto.

La mezzosoprano ha introducido en este trigésimo concierto de «Edén» al grupo de niños explicando que el objetivo del Proyecto Edén es crear un segundo paraíso en el hoy, en el ahora, porque ella cree que es perfectamente posible. Para ella, la inspiración en la naturaleza es fundamental para responderse ¿dónde estamos? ¿Qué hacemos? Y sin duda, encuentra la respuesta en la música, en el arte y la humanidad.

Además, estos niños son una pieza clave para su proyecto, puesto que en el intento de crear su propio jardín del Edén, en cada ciudad en la que aterrizan (Nueva York, Kansas, Amsterdam, Londres, San Francisco...) se encargan de trabajar con un coro local de niños.

Tras muchos talleres y ensayos, la pieza principal que interpreta DiDonato con ellos, es una canción que compuso con el coro de niños de Londres respondiendo a la pregunta ¿Qué pasaría si los árboles cantaran, qué dirían? Y así surgió lo que para ella ya es un himno «Seeds of hope» (las semillas de la esperanza). Por ello DiDonato ha tenido el detalle de regalarnos a todo el público un papel plantable con semillas incrustadas, para que todos en nuestras casas lo plantemos y tengamos nuestro propio Edén de flores salvajes.

Sin duda el coro de niños fue el broche de oro para el concierto, ya que, como dijo la propia artista «sus voces son medicina» y han hecho una preciosa interpretación del jardín del Edén o de «lo que los árboles dirían», suplicando el respeto a la naturaleza e imitando cada una de las onomatopeyas de las hojas o las ramas, el viento, los pájaros... Y todo ello con gestos corporales y sus voces angelicales. Gracias Joyce DiDonato por regalarnos una hora y media de paz y por compartir con tantos madrileños tu proyecto Edén.