Inquietante feminismo

A Ramón Reig, entre otras cosas, catedrático de Estructura de la Información de la Universidad de Sevilla, director de «Ámbitos. Revista Internacional de Comunicación» y fundador de Ladecom, mira con preocupación lo que sucede en estos tiempos actuales ‘desde un feminismo obsesivo’. Además contempla atónito ‘la presión y la apropiación de lenguajes y principios por parte de este feminismo destructivo, insolidario y excluyente’

03 mar 2018 / 08:58 h - Actualizado: 01 mar 2018 / 12:58 h.
"Tribuna Aladar","Tribuna"
  • Concentración de integrantes de un movimiento feminista. / El Correo
    Concentración de integrantes de un movimiento feminista. / El Correo
  • Katherine Switzer intentando correr su primer maratón. / El Correo
    Katherine Switzer intentando correr su primer maratón. / El Correo

Es inquietante este feminismo de voz única que padecemos desde hace años. Es muy comprensible la situación de la mujer, hay que apoyar sus reivindicaciones y rechazar a quienes se las nieguen pero no sé si es fácil diferenciar ya entre feminismo, paranoia persecutoria y terapia personal a base de proyección de lo íntimo contra el otro, victimismo y grave daño a la sociedad en general al estimular un enfrentamiento con el hombre que sólo puede beneficiar a los mismos que piensan que la mujer sólo es un apéndice del varón y un ser sometido a sus propias emociones. De nada sirve que yo diga esto porque a mi edad y por mi condición masculina seré tomado como otro machista más por ese discurso único y fundamentalista que todo lo lleva al mismo terreno. Pero como he vivido una etapa revolucionaria en la que no solíamos pelearnos entre géneros a ver quién la tenía más grande sino que nuestro enemigo común se llamaba franquismo y capitalismo, todo lo que está sucediendo ahora desde un feminismo obsesivo me suena ya a desfogue de taras personales más que a defensa real de las mujeres.

Hablo bastante con mujeres intelectualmente brillantes, cansadas de esas otras que se erigen en portavozas de sus indudables necesidades y de las desigualdades que sin duda sufren. ¿Por qué no alzan su voz para intentar colocar el problema en un término más riguroso? ¿Acaso tienen miedo? ¿Qué ha pasado en la democracia? ¿Por qué unos grupos supuestamente progresistas la han llenado de miedo? ¿Por qué hay que callarse para que todo se convierta en una espiral del silencio? ¿Por qué el fascismo ha sido –en parte- sustituido por la dictadura de la equidad en todos los campos? ¿Por qué está siendo anulado el individuo? ¿Por qué, tras la evidente muerte de Dios, y como predijo Nietzsche, se han levantado multitud de dioses democráticos tan crueles? ¿Es que tengo que mirar a la mujer como un oponente más, tal y como me ha enseñado el mercado a hacer con el hombre?, ¿acaso este feminismo intolerante no está reforzando en el fondo al propio capitalismo al que critica, al perseguir integrar a la mujer en él, al nivel del pisoteado varón? No, claro, no es así, pero, entonces, ¿por qué está llegando a esas cotas obsesivas en lugar de colocar como preferente la unión con los varones que desean derribar la causa profunda de sus desgracias, tal y como concebía el feminismo Alejandra Kollontai que de mujer noble pasó a ser ministra de Lenin, la primera de la historia como ministra y como diplomática?

El Partido Comunista de España (PCE), primero, e IU, después, han logrado que abandone sus filas casi todo el caudal intelectual –femenino y masculino- que poseían en el tardofranquismo, la transición y hasta en pleno siglo XXI. La IU que yo me encontré en 2003 cuando quise volver a mi PCE de siempre, era una organización incoherente donde existían mini reinos de taifas de poder con su periodista y todo, y esos periodistas ni se coordinaban entre ellos, es más, como sus jefes no se llevaban bien con otros jefes y jefecillos, los periodistas apenas se hablaban entre sí. Y cuando había que elaborar listas electorales alguien argumentaba el asunto de las cuotas femeninas o las listas cremallera y allí que se colocaban nombres de mujeres que apenas habían participado en actividad alguna, incluso yo ni conocía a algunas de las que terminaban figurando en una propuesta. Me fui de aquel desmadre, claro, aquello nada tenía que ver con la izquierda ni con el sentido común, y jamás volveré porque he descubierto otras causas para no hacerlo, éstas digamos que son más científicas.

En mi libro Todo Mercado narré una pequeña parte de aquella triste experiencia. El sectarismo feminista hubiera provocado igualmente mi auto-expulsión de esta izquierda que nos muestra un enorme vacío en lo referente a una posible alternativa a la situación dictatorial de mercado que estamos sufriendo y va de tonta útil. Porque el problema real es que nos hallamos en una situación de graves atropellos a los derechos humanos y cuando uno mira a su izquierda no hay nada ni nadie relevante y con ideas firmes, sólo divisiones, buenos deseos y palabras emocionales que suenan a siglo XIX o a socialdemocracia más o menos atrevida. Hace decenios que ni hombres ni mujeres de izquierda, siembran una estructura de poder paralela al sistema de mercado para ir posibilitando que, en efecto, otro mundo sea posible pero no lo esté concretando el capitalismo –como está ocurriendo- sino el socialismo.

Sí, esto es triste, en la pérdida de ilusión colectiva, la izquierda y su feminismo son los principales culpables de lo que sucede porque ni siquiera saben cómo contrarrestar el aumento del fascismo en todo el mundo en una crisis que aplasta el bienestar físico y espiritual de los ciudadanos. Mientras las pugnas internas de siempre prosiguen, el feminismo del desfogue contribuye a aumentar la crispación y, si levantas la voz, un mar de descalificaciones te cae encima. Si yo fuera Warren Buffet me frotaría las manos.

También es triste y hasta ridículo que la poeta Nieves Álvarez hable de poesía machista debido a que en los jurados hay más hombres que mujeres y porque están en ellos los editores que son también hombres. Eso ya se sabe desde siempre en el mundo poético, yo lo denuncié en los inicios de los años noventa pero ¿cómo puede probar –más allá de números e indicios- que se les han concedido premios a los varones por desprecio a la mujer?, ¿acaso estaba ella de testigo en las deliberaciones?, ¿acaso se levantaban actas de esas deliberaciones donde constaran hasta los últimos detalles y la autora las ha investigado? Ella misma pertenece a una plataforma cultural sólo para mujeres, en Sevilla llegó a existir una librería sólo de libros feministas con actos únicamente para mujeres y, a nivel nacional, hay una editorial histórica, Torremozas, que sólo edita poesía femenina con todos los honores y muy respetada porque es una entidad necesaria. Además, siguen apareciendo –como siempre- antologías de poesía escrita por mujeres. No pasa nada, cada cual es libre de fundar las instituciones que desee con y para los socios o socias que desee y es libre de elaborar una antología de mujeres u hombres solamente pero esto último se presenta como algo cuasi delictivo y escandaloso.

Las listas cremallera son claramente discriminatorias así como las cuotas en los tribunales universitarios o en cualquier otro organismo porque pueden dejar fuera a varones mejor preparados. Y estamos hablando de conocimientos académicos que no es ningún juego. La discriminación positiva es discriminación y me suena a democracia pero orgánica que no era democracia ni nada. Es muy urgente cumplir la Constitución y colocar las bases para que la mujer esté al mismo nivel que el hombre y en el mismo punto de salida pero no por decreto, eso me suena a lo que dijo un personaje en la película Bananas, de Woody Allen, un guerrillero barbudo que acababa de vencer en su revolución y le gritó triunfante al pueblo: “Desde ahora, el idioma oficial será el sueco y la ropa interior se llevará por fuera”. Mientras, sus compañeros de combates se decían entre ellos: “Se le ha subido el poder a la cabeza”. Y lo destituyeron. Pues aquí a alguien se le ha subido el postmodernismo a la cabeza cuando se trata de una ideología pensada con los pies, entre otros por el señor Lyotard, citado mucho más que Gilles Lipovetsky porque, claro, éste último defiende que la mujer postmoderna es un fenómeno repetitivo del hombre.

Y lo que me preocupa aún más: la presión y la apropiación de lenguajes y principios por parte de este feminismo destructivo, insolidario y excluyente, supone una especie de chantaje sobre y contra la sociedad porque en el quehacer cotidiano hay que preguntarse si hay alguna mujer en esto o en lo otro por miedo a que te tachen de machista. No sé si vale la pena abrirse camino de esta manera en una sociedad injusta con las mujeres, claro que sí, pero en la que nadie es imprescindible y menos en estos tiempos de mediocridad donde se desprecia al que realmente tiene personalidad y la defiende porque no desea traicionarse y entrar por las Horcas Caudinas que quieren imponerle no sólo en este tema sino en otros muchos, como definirle qué es un preso político, qué es arte, qué xenofobia o racismo y, por supuesto, machismo. Aquí, o la llamada izquierda se une en una sola voz coherente o será la eterna llorica que refuerza el sistema al que cuestiona.