Interestelar: Balanza favorable y comunión casi perfecta
Cierto es que la expresión «Segundas partes nunca fueron buenas» ha arraigado en nuestro rico refranero nacional como una verdad insondable, pero de igual forma lo ha hecho el conocido dicho «no hay regla sin excepción». Y dicha excepción, generadora de una segunda parte magnánima, sin lugar a dudas se materializó durante la celebración de la segunda edición del festival Interestelar en Sevilla.
El año del estreno de Interestelar fue una mezcolanza de emociones. Con una escasa diferencia de horas, en un mismo lugar se vivieron escenas de alegría, desenfreno y diversión, y a la misma vez, paisajes completamente pesimistas y desalentadores. Primero, durante la celebración de la primera jornada, se disfrutó de una positivísima aceptación del público de la capital andaluza con unas cifras que rozaron el lleno absoluto, y unas actuaciones que acariciaron la excelencia de artistas de la talla de Iván Ferreiro o Fuel fandango. Como contrapunto, en la segunda jornada las lluvias arrebataron la ilusión de los asistentes desde el comienzo del día, obligando al festival a la cancelación del mismo. Digno de mención fue el exquisito trato que brindó el festival a su público, que, en el mismo momento de publicar el triste anuncio, aclaró que la se iba a llevar a cabo la devolución del importe y la confirmación de aquellas bandas que sus fans más acérrimos se perdieron por culpa de la meteorología.
Pese al frustrado comienzo de su andadura, el festival decidió repetir fórmula festejándose de nuevo a finales del mes de mayo en el bello Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), con un cartel cuyo alma y fuerza residía en aquellas bandas nacionales que generalmente coquetean con el indie-pop más masivo; a nombres como Love of lesbian, Maga o Leon Benavente, se le sumaban bandas de la talla de Los planetas, Fangoria o la leyenda que es Loquillo. Todo ello a un precio tremendamente popular (el precio de salida del abono de dos días rondaba únicamente los veinte euros), generando una sólida propuesta cultural capaz de no hacernos rememorar con añoranza el extinto Territorios festival, que tenía lugar en mismo lugar y fecha años atrás.
Con tales precedentes, nos adentrábamos el pasado viernes 19 de mayo en los aledaños del Monasterio de la Cartuja para disfrutar de la jornada de apertura de la segunda edición del festival. La meteorología en esta ocasión sí acompañaba (quizás en exceso), con unas temperaturas que llegarían a superar los treinta grados. Pero para combatir las horas más cruentas de la tarde la organización tuvo a bien ofrecer la suculenta oferta de 2x1 en bebidas, oferta que sin duda tuvo una aceptación formidable, ya que desde las 15:00 horas el público más enérgico se agolpaba a las entradas del recinto.
Para la apertura del mismo se programó a una de las bandas que más proyección está teniendo en el panorama nacional en el último año, Viva Suecia, cuya firmeza y seguridad en el escenario distó mucho de la presupuesta a una banda de tan poco recorrido. Dignísimo comienzo cuyo relevo, poco más tarde, iba a ser ya una de los grandes reclamos del día. Carlos Sadness, de colorida propuesta tanto visual como musical, tuvo el honor de ser el primero en generar auténtico furor a su salida al escenario. Su sonido tropical, que nos transporta directamente a una playa virgen de agua cristalina en pleno verano, contó con un componente añadido en la banda, ya que no hubo canción que no fuera coreada de principio a fin. Hits tales como ‘Perseide’ o el nuevo single ‘Amor papaya en invierno’ fueron el súmmum de la comunión entre artista y público. Siendo la despedida ‘Hoy es el día’, en la que los asistentes al unísono contemplaban el sol de espaldas al escenario con el fin de despedirlo, en un bonito atardecer.
Después de varios conciertos excelentes muchos vieron el momento idóneo para hacer un alto en el camino y visitar la zona donde artesanos y distintos puestos de alimentación estaban afincados. Establecimientos cuyas comidas iban desde la nacional, pasando por productos americanos, turcos o italianos, a unos precios no muy disparatados, hacían de la cena algo más que un mero momento de descanso.
Otro punto que requiere de atención es una curiosa y útil novedad referente a los vasos, con el único objetivo de apoyar el reciclaje y la limpieza a fin de no deteriorar el precioso parque dónde tenía lugar el evento, ya que años anteriores el estado final del mismo era completamente desalentador. Por un ticket se retiraba en depósito un vaso que a la conclusión del evento podrías devolver y recuperar el dinero guardado. Sin duda una brillante idea la cual esperamos que el resto de eventos culturales nacionales adopten en sus futuras ediciones.
Y con el paso de los minutos llegó el momento de continuar disfrutando del principal reclamo del festival, la música. Y qué mejores estandartes de la misma que el efusivo plano sentimental de Love of lesbian, y el descaro rockero de Loquillo. Los primeros confirmaron que, si bien es cierto que su cancionero llego a la cúspide con el disco ‘1999’, aún son capaces de crear dos o tres auténticas joyas por álbum. Buen ejemplo de esto último fue la apertura y cierre del concierto, con las brillantes ‘Cuando no me ves’ y ‘Planeador’, respectivamente. Emociones a flor de piel, sonrisas cómplices y comedidas, y muchísimas manos entrelazadas cuya presión era fiel reflejo de la empatía trasmitida por una banda que cada año superan de algún secreto modo su veracidad a la hora de transmitir sentimientos. Como contrapunto ideal, la actuación de loquillo. Concierto de absolutos hits generacionales, canciones que podrían tatarear personas que desconozcan incluso el nombre de loquillo. Varias generaciones congregadas, disfrutando de la fuerza y tenacidad de José María Sanz, auténtico sultán del escenario, que incluyó tanto canciones en solitario como con su formación anterior, junto a los trogloditas. Sin duda el colofón final soñado de una jornada para aquellos que ya estaban exhaustos y preferían ahorrar fuerzas para el segundo día.
Y llegó el mediodía del sábado con datos muy alentadores para la organización, unos quince mil espectadores habían acudido la primera jornada, y se esperaba una cifra pareja para la segunda. Ciertamente, las imágenes se repitieron en la apertura del mismo, y no se podía esperar menos ya que la actuación que daba el pistoletazo de salida era la de los jienenses Guadalupe plata. Rock árido, sonido Arizona con tintes blues que nos hicieron mover los pies pese a un sol despiadado que arremetía a nuestra espalda.
Entre actuaciones de grandes reclamos en los escenarios principales, obligada es la mención a las actuaciones que se sucedieron en el escenario patrocinado por Coolway. La organización lo habilitó con el único fin de dar voz, conceder una oportunidad a aquellas bandas que rara vez tienen cabida en eventos tan masivos, centrándose en la escena de nuestra comunidad autónoma. Gran acierto del festival, a la que el público respondió a las mil maravillas. Asistencia extraordinaria a los brillantes conciertos de Apartamentos Acapulco, Quentin Gas & los zíngaros y the milkyway express. Propuestas antagónicas pero que son un claro ejemplo de la extraordinaria escena musical local de la que tenemos el privilegio de disfrutar en la actualidad.
Siguiendo la jornada, a poco de haber anochecido, llegó la que posiblemente fuese la mejor actuación de la jornada. Los Planetas, grupo de culto para muchos, capaz de crear opiniones completamente polarizadas, banda de amor-odio, sin paliativos. Ya el comienzo prometía la continuación de la senda de la transgresión, con la irreverente ‘Islamabad’, fuertemente influenciada por el rapero Yung Beef. Una actuación que centró exactamente la mitad de su repertorio en el nuevo disco, ‘zona temporalmente autónoma’ por lo que los fans más tradicionales debieron conformarse con hits de la talla de ‘Santos que yo te pinte’ o ‘Pesadilla en el parque de atracciones’. Momento mágico fue la subida al escenario de Angelina, la vocalista de Apartamentos Acapulco, para interpretar el single ‘Espíritu Olímpico’.
Y para gastar la poca energía que quedaba se ocupó personalmente Alaska con su formación actual, Fangoria, de que no quedase nadie almidonado durante la hora que duró su actuación. Cambios de vestuario, coreografías imposibles y un dúo de bailarines excelsos, que rivalizaban en magnetismo con la propia artista, fue el complemento perfecto para canciones de la talla de ‘Dramas o comedias’ y ‘A quién le importa’.
Así pues las sensaciones recogidas a lo largo del festival inclinaron la balanza muy favorablemente pese a la mala experiencia de la primera edición. Una organización que ha demostrado carácter apostando con vigor por la cultura en Sevilla, y un público que ha estado a la altura de tal pretensión. Y esperemos, por el bien de los eventos musicales patrios, que dicha comunión entre festival y público perdure por incontables ediciones más.
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), recibió un cartel cuyo alma y fuerza residía en aquellas bandas nacionales que, generalmente, coquetean con el indie-pop más masivo. / Nerea Coll