Cada una busca provocar un efecto anímico. Se definen en el Rakuyo Meienki, o Crónica de jardines famosos, un libro escrito bajo la dinastía china Song, coincidente con la Baja Edad Media europea, momento de especial esplendor y desarrollo.
AISLAMIENTO. El jardín debe de ser un paraíso apartado de todo lo demás, lugar para el placer, la meditación, y el enclaustramiento. El aislamiento implica la separación de los ruidos, la diferenciación de los olores, la consolidación de los colores, y que la aplicación de los cinco sentidos –e incluso de un sexto, considérese revelación o intuición– se produzca de manera distinta, según sea dentro o fuera del espacio creado. Debe existir un borde o una frontera en forma de muros de cantería, de ramas, de murallas de bambú. Generalmente templos o dinteles separan el espacio vegetal del social mediante pórticos de acceso. Este exilio provoca que cambien los desplazamientos de los visitantes, lo que facilita una modificación de la actitud y por tanto una alteración del estado anímico. En el centro suele haber una casa para la celebración de la ceremonia del té a la que se llega por un sendero roji rociado con agua, que pretende la limpieza de los embrollos mentales.
AMPLITUD. Puede ser auténtica o falseada. Desde el recinto se ve el propio vergel en carencia de unos límites precisos, y debe de parecer extenso, al menos lo suficiente para su constitución en un espacio confortable, elegante, y lábil. La ficción de anchura se completa en ocasiones mediante la incorporación de panoramas ajenos, en lo que se denomina jardín apropiado o robado, así todo aquello que se perciba desde el interior –casi siempre montañas, pero también edificios religiosos, bosques o sembrados– debe de incluirse como si fuera un decorado, distanciándolo, y convirtiéndolo en propio. Mediante esa transferencia los lugares lejanos se objetualizan, transformándose en el telón de fondo de una cosa compuesta.
ARTIFICIOSIDAD. Nada debe de parecerse a la naturaleza. Todo ha de ser transformado y trastornado. Paradigma son los bonsáis, árboles en miniatura, jibarizados con técnicas milenarias, pero también la colocación de las rocas, la formación de arroyos improbables, las extensiones de piedra rastrillada del jardín zen, la incorporación de fanales, puentes, fuentes, y edificios efímeros. Los cambios de color de los árboles y las flores componen una sensación onírica de irrealidad, los faroles escondidos simulan luciérnagas, y los arroyos provocan avenidas de corrientes aéreas; el símbolo máximo de lo artificioso son los efectos de nieve creados por la floración de los cerezos, su suspensión en esa brisa inducida, y la precipitación de sus pétalos sobre los caminos.
ANTIGÜEDAD. La persistencia del hombre sobre el territorio, la acumulación de historia en el terreno, con toda su carga mítica y emocional importan, tanto o más que la evolución del mundo vegetal, o que la sucesión de transformaciones realizadas sobre él a través de completas generaciones. Un jardín antiguo es un jardín testado, inmune ya a las circunstancias meteorológicas y las catástrofes. Atmosférico y consolidado. Habitado por espíritus sutiles y estremecimientos.
AGUA. Es decisiva. Los cursos interesan por su trazado, como por su capacidad de generar líneas florales que varían con las estaciones. Las cascadas aportan sonido, perspectiva y mutabilidad, en tanto que las fuentes representan la armonía del universo. Ha de saberse que para los japoneses, acuático –sui– es todo aquello con capacidad de fluir y cambiar de forma, lo que incluye las plantas. Es habitual el uso de cuencos y vasijas que recojan o almacenen el elemento líquido para la limpieza, el riego, los rituales, o el puro disfrute de su manejo. Los lagos, y las láminas acuosas, actúan como trampas para la vista por su especularidad, tanto mediante la duplicación, como con el esfumado, la ondulación, o la irisación, normalmente de puentes o construcciones expresamente erigidas para provocar ese efecto, tal es el caso del Templo Dorado de Kioto.
AMPLIAS VISTAS. Que surgen más de la variedad y la composición en planos diferentes, que de la magnitud del espacio. La colocación de los objetos, el arreglo de los arbustos, la plantación de los árboles, arrojan un efecto excepcional, donde la visión desde cada punto es diferente, multiplicándose por lo tanto las perspectivas; porque cada lugar se percibe tanto por sí mismo, cuanto por su relación con todos y cada uno de los demás hitos, respecto del observador. Las trampas visuales, es decir la alteración de la escala de las cosas, colaboran a dilatar los espacios.
LOS TRES JARDINES MÁS IMPORTANTES DE JAPÓN
Kenroku-en de Kanazawa, destacan en él los ríos violetas de sus lirios, en primavera. En invierno se atan las copas de los árboles para protegerlos del frío y de los elementos, formando extravagantes arquitecturas.
Kairaku-en, diseñado en la ciudad de Mito por el daimio en 1842, es célebre por sus tres mil ciruelos, de más de cien variedades distintas, que ofrecen un espectáculo incomparable en los meses de febrero y marzo.
Koraku-en, en Okayama, es el más antiguo, trazado en el siglo XVIII, ha sobrevivido a guerras e inundaciones, destaca por sus extensiones de césped, infrecuentes en el jardín japonés. Refleja a la perfección el paso de las estaciones que se suceden en la floración de sus cerezos, almendros, lotos, y crisantemos; completada con la coloración de los arces y los ginkgos.