La comedia de la crisis de una generación

El pasado 24 de abril, la obra escrita y dirigida por José Manuel Carrasco, ‘Todo irá bien’, se despidió de la cartelera del teatro madrileño en la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez. Ni una butaca vacía y un desbordamiento de aplausos fue la merecida despedida.

27 abr 2016 / 09:15 h - Actualizado: 27 abr 2016 / 09:26 h.
"Teatro Aladar"
  • Treintañeros acorralados que nos llevan de la risa a la lágrima es lo que contiene la obra Todo irá bien. / El Correo
    Treintañeros acorralados que nos llevan de la risa a la lágrima es lo que contiene la obra Todo irá bien. / El Correo
  • En Todo irá bien, el trabajo actoral enérgico y potente. / El Correo
    En Todo irá bien, el trabajo actoral enérgico y potente. / El Correo

En una escenografía que representa una habitación, pero cercada por lo que vendría a ser un ring de boxeo, desfilan cuatro personajes que configuran el panorama de una generación de treintañeros en la España actual.

A Pilar (Pilar Bergés) la acaban de echar del trabajo. Se entera en su propia habitación, por boca de su encargado, con quien acaba de tener sexo. Él (Juan Dávila) es el tío cachas de gimnasio que, en principio, cree que todo le va muy bien porque es encargado en un supermercado de barrio, porque se acuesta con una empleada a la que tiene el poder de echar a la calle, y porque encima está casado y lo confiesa tarde y con orgullo. Pilar se emborracha ferozmente el día de su cumpleaños, conoce a un tipo cualquiera, se lo lleva a la cama, y en lugar de permitirse conocer a alguien, o al menos gozar sexualmente, mejor opción le parece suicidarse. El chico (Ignacio Mateos) es filólogo y está traumatizado porque su ex novia murió aplastada por un autobús; además está medicado, le cuesta tener erecciones, es inseguro y su psicólogo lo es todo en su universo. Por último, Laura (Laura Barceló), la amiga de Pilar, trabaja en Correos y está atada a su vida familiar porque padre y hermano dependen de ella; si bien trata de aferrarse a la idea de que todo está bien porque tiene un trabajo y una vida divertida en la que conoce chicos por internet, en realidad es una pobre infeliz que más temprano que tarde acaba confesándolo y llorando.

Están los cuatro destrozados. Son seres dañados por las circunstancias personales que a cada uno puedo tocarle en suerte (un padre abandónico o una madre alcohólica...), pero sobre todo, abandonados por la sociedad. Son víctimas de un sistema y están sujetos a la deriva de una realidad que, en ocasiones, excede sus esfuerzos y su coraje.

Todo irá bien es un retrato feroz, pero divertidísimo del panorama de una generación en crisis, o de la crisis de una generación. Gag tras gag, la obra hace reír a personas de todas las edades. Pero no falta la reflexión política y existencial en el clímax, momento en el que se abren las lágrimas mucho más que la risa.

Es una obra ágil y necesaria, con un trabajo actoral enérgico y potente que transmite toda la fuerza que hay en una generación que, sin embargo, es permanentemente golpeada. En este sentido, la escenografía de Alberto Puraenvidia cobra todo su sentido. Sí, para los treintañeros la vida en esta sociedad transcurre en un ring de boxeo.