«La Dolce Vita»: Viaje a los infiernos

Obra maestra indiscutible del cine. Federico Fellini inaugura una forma de hacer cine con esta película

10 sep 2019 / 08:32 h - Actualizado: 10 sep 2019 / 08:55 h.
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  • Anita Ekberg y Marcello Mastroianni durante la famosísima escena en la que ella se baña en la Fontana de Trevi . / El Correo
    Anita Ekberg y Marcello Mastroianni durante la famosísima escena en la que ella se baña en la Fontana de Trevi . / El Correo

Existen todo tipo de ensayos que analizan tendencias cinematográficas o carreras profesionales de directores y películas. En ellos se encuentran cientos de tipos de tesis, toda clase de análisis sobre el movimiento de las cámaras, anécdotas sobre el asunto que se trata y un buen montón de palabras que enmarcan cada cosa en un lugar que parece exacto. También, todo hay que decirlo, se encuentran inmensas idioteces, teorías absurdas, razonamientos mastodónticos que se apoyan en una opinión personal y carente de toda credibilidad y que, por alguna extraña razón, toman forma e importancia. Por supuesto, con Internet todo se ha multiplicado de forma tan vertiginosa como peligrosa.

Sin embargo, es muy raro encontrar artículos en los que, además de encuadrar las películas en la corriente expresionista o neorrealista, a los directores en un grupo o en otro o aportar un millón de fechas, se encuentre información útil para el que se quiere acercar a la película y disfrutar de ella. Ponerse estupendo o solemne al escribir sirve de poco a quien lee.

Hay una pregunta que hace temblar a los alumnos en las escuelas de escritura creativa o de cine. ¿De que habla esta novela o esta película? Parece fácil contestar ¿verdad? Pues no lo es. Tal vez sea la cuestión más oscura de cualquier obra. Generalmente, se tiende a contestar con el argumento y eso es otra cosa. El tema se resume en una palabra. Avaricia, apariencias, celos. Intenten dar con el tema de tres o cuatro películas, ya verán qué complicado es. Pues esto es de gran ayuda para el que quiere saber. Si alguien es capaz de aislar el tema del que se habla en una película sí puede ayudar, y mucho, al que se acerca por primera vez. Los grandes estudios están muy bien, pero para otra cosa. Ah, y no vale contestar con cosas como esto habla de la vida, porque de la vida hablan todas las películas y novelas de la historia.

Pues bien, de Fellini se pueden encontrar opiniones para todos los gustos, estudios de cómo los planos picados y contrapicados causan un efecto en tal o cual película, o un sinfín de anécdotas sobre su vida privada. Pero el que escribe piensa que una película, igual que una novela, debe ser autónoma y en sí misma independiente. Por supuesto que cada trabajo de un autor es resultado de su evolución, por supuesto que si el padre de Fellini murió antes de rodar «La Dolce Vita» algo influyó en el director. Claro que sí. Pero el producto final hay que mirarlo como lo que es, como una narración con su principio y su final. Si tuviéramos que saber de cada director su vida y milagros para entender lo que hacen, esto se convertiría en una misión imposible. Les diré que esto no deja de ser (a veces) una excusa formidable para justificar errores monumentales y fracasos estrepitosos. La película no ha funcionado porque no la han sabido ver. Si hubieran pensado en que en mi tercer film aparecía... Cosas así son muy habituales. ¿Qué pasa, que si un espectador no sabe qué es el neorrealismo, no puede ver cine, disfrutar y sacar sus propias conclusiones? En fin, el mundo de la cultura (ya lo he dicho un millón de veces) siempre quisieron convertirlo en un coto privado inaccesible.

«La Dolce Vita». Federico Fellini. Efectivamente una película que marca el principio de una nueva concepción del cine. Lo que antes era representación de una realidad ahora es búsqueda de caminos en el mundo propio que se construye dentro de la película; la realidad desde la realidad, el mundo desde dentro. Un auténtico genio, su director.

«La Dolce Vita»: Viaje a los infiernos
Cartel de «La Dolce Vita». / El Correo

¿De qué habla «La Dolce Vita»? ¿Qué tema intenta ventilar Fellini? Son muchos los que defienden que es la incomunicación. Francamente, creo que no. Sí es un vehículo para hablar de lo fundamental, pero no es el tema principal. Se pone de ejemplo la primera escena de la película para defender que la falta de comunicación es lo grueso en esta película. Dos helicópteros transportan una imagen de Cristo. Cuelga de una de las aeronaves. Unas señoritas toman el sol en una terraza. Los helicópteros hacen una pausa en su viaje deteniéndose sobre las mujeres. El ruido de los motores impide que el joven que vuela como copiloto en uno de los aparatos se haga escuchar por las chicas. Pero, finalmente, tanto ellas como los espectadores saben que está filtreando con ellas y quiere saber su número de teléfono. Ellas se lo niegan y continúa el viaje hasta el Vaticano para dejar la imagen. Es decir, se comunican la mar de bien. Nada de comunicación imposible. Creo yo que la lectura se debe ajustar a lo que se ve, a lo que sucede y encontrar así significados. Los helicópteros llegan de la periferia, de las alturas, del lugar en el que todo es brillante. Transportan una imagen divina, de Cristo, que según la tradición cristiana vino al mundo para hacer un anuncio que prometía un mundo nuevo. Se dirigen al centro de la ciudad, a la tierra, en el que un brillo siempre falso es el que se puede ver. ¿Qué anuncia? Un cine nuevo. Todo se pega a la realidad. Eso será lo importante (y así fue en realidad). La imagen de Cristo al centro de la religión cristiana donde ya no brilla nada. El cine periférico, el hombre periférico, el brillo periférico y un Cristo convertido en periférico de camino a la realidad para convertirla en lo fundamental. Como en todos los grandes relatos el comienzo contiene lo que vendrá después. En la película veremos que es una constante todo esto que apunto.

A partir de aquí iremos pasando de una pequeña historia a otra sin que apenas nos demos cuenta; historias que tienen en común al personaje principal (interpretado de forma magistral por Marcello Mastroianni) y que se conectan más en el terreno onírico que en cualquier otro. Son, en cierto modo, cuadros inconexos que se solapan sumando a la mirada ingredientes fundamentales. Y, en cada una de esas estampas, la nostalgia desde diferentes perspectivas. Siempre desde el punto de vista del protagonista que va iluminándose con la aparición de los secundarios. Siempre convirtiendo en un circo el mundo entero.

«La Dolce Vita»: Viaje a los infiernos
«La Dolce Vita es una sucesión de historias que se unen en la zona onírica a través del personaje principal. / El Correo

A pesar de que «La Dolce Vita» se recuerda más por la famosísima escena en la que Anita Ekberg se baña en la Fontana de Trevi, la zona de exposición narrativa más potente en todos los sentidos es la que presenta al intelectual Steiner (Alain Curry). Son tres escenas repartidas por el metraje. Steiner es un hombre con una vida familiar ordenada, con una posición acomodada en la sociedad, conoce a un buen número de intelectuales, conoce bien el entramado artístico. Steiner le dice a nuestro protagonista (al que todo lo que conoce del intelectual le parece cercano a la perfección) que la salvación no está en el hogar, que es necesario vivir de forma anárquica, en lugares que se conviertan en ficticios al ir tomando distancia, que la paz le da miedo y que esa paz oculta el infierno. Siente nostalgia por lo que debería ser su vida y el mismo. Poco después se pega un tiro en la sien habiendo matado antes a sus dos hijos. El artista no resiste estar pegado al mundo con calma, no quiere ese mundo para sus hijos, ni estar arrimado a una realidad que sin ser entendida no aporta nada más que una forma de sobrevivir. Pues bien ¿no es esto lo que supone dedicar la vida a crear arte? ¿No es esto lo que un artista debería perseguir para poder seguir adelante? ¿Tiene sentido no poseer y sentir una nostalgia perpetua por ello? Desde luego, la historia de Steiner es una metáfora de una belleza arrasadora. Una maravillosa forma de explicar una parcela del mundo.

Otra de las escenas que dejan al espectador pegado al asiento es en la que aparece el padre de Marcelo. Viaja a Roma para ver a su hijo. Roma es una ciudad moderna. Pero llega el padre y todo se convierte en lo que fue unos años antes. Visitan un cabaret en el que todo continúa siendo igual. El lenguaje es otro aunque se refiere a lo mismo; la decadencia de antes es la de ahora; el mundo es el mismo circo de siempre aunque los payasos vayan en coche y no en bicicleta. Cambian los tiempos, pero no el mundo. Las personas aparecen y desaparecen, evolucionan, y el padre siente nostalgia por lo que fue, por todo aquello a lo que renunció. Magnífica escena.

En un blanco y negro formidable, veremos como Marcelo va haciendo un viaje de fiesta en fiesta, de cama en cama (cada mujer es una estación en ese viaje; sofisticadas, posesivas, superficiales; tal vez cada una representa lo mismo que las películas rodadas por Fellini en su carrera profesional. Algo dejó dicho él mismo sobre este asunto cuando hablaba de traseros). Marcelo hace un viaje que le lleva a los infiernos en el que se descubre como un actor más del espectáculo circense.

La partitura de Nino Rota va acompañando cada historia de forma tan divertida como acertada. Y el guion presenta zonas verdaderamente brillantes aunque, todo hay que decirlo, en algunas se desliza hacia lo literario por abundar un contenido reflexivo desmesurado en su estructura.

Si deciden echar un vistazo a la película observen cómo cada escena se convierte en algo grande, cómo lo pequeño adquiere una relevancia descomunal. Todo en Fellini es grande, hermoso.

Me temo que ya he desvelado mucho más de lo que este tipo de artículos admite. Así que lo dejo aquí. Disfruten tanto como sea posible con la película.