La fábrica de animales

Tremenda novela en la que los reclusos de una cárcel norteamericana sobreviven a todo tipo de problemas y, sobre todo, a sí mismos. Edward Bunker, con un lenguaje directo y demoledor nos muestra las entrañas de la vida carcelaria.

31 ene 2016 / 06:01 h - Actualizado: 26 ene 2016 / 17:09 h.
"Libros - Aladar"
  • Edward Bunker, autor de La fábrica de animales. / El Correo
    Edward Bunker, autor de La fábrica de animales. / El Correo
  • Portada de La fábrica de animales. / El Correo
    Portada de La fábrica de animales. / El Correo

Edward Bunker (1933-2005) ingresó en la prisión norteamericana de San Quintín cuando tenía 16 años. Fue el recluso más joven del centro. Y allí pasó dieciocho años de su vida.

Antes, ya había pisado algunos centros de reclusión para jóvenes. Sus padres alcohólicos no facilitaron mucho la vida a Bunker. Más tarde sería acusado y condenado por robo a mano armada, narcotráfico, extorsión o asalto a oficina bancaria. Bunker fue tan malo como el personaje que interpretó en la película de Quentin Tarantino Reservoir dogs. ¿Recuerdan a Mr. Blue? Pues ese personaje lo encarno este escritor. Seguramente, Tarantino le dejó el color azul pensando en otra de las novelas de Bunker Little Boy Blue.

Es posible que La fábrica de animales contenga mucho de la experiencia del autor como preso en centros penitenciarios. Y es posible que ese sea uno de los ingredientes que hacen de la novela un relato brutal y descarnado. Resulta sobrecogedor el clima que Bunker dibuja. Leer esta novela es bucear en las aguas turbias y perturbadoras de un lugar que no podemos llegar a imaginar. El autor logra un relato coherente y creíble, asequible y ameno, brutal y triste.

En La fábrica de animales asistimos a la degradación del ser humano, a la explosión más salvaje y cruel de nuestra condición animal. Una cárcel se convierte en ese lugar en el que el valor de la vida es insignificante, en el que alguien que ha cometido un error se puede llegar a convertir en una persona sin escrúpulos, en el que el racismo es una herramienta potente con la que ordenar un mundo violento, en el que la inocencia no tiene un hueco. Una cárcel es ese lugar en el que entras con un problema y sales convertido en un enorme inconveniente para la sociedad.

La fábrica de animales relata cómo Ron Decker, joven que se dedica al trapicheo con las drogas, llega a San Quintín después de ser declarado culpable. Allí dentro, conoce a Earl Coppen, un veterano presidiario que, sin explicarse la razón, entabla amistad con el joven Decker. Y sin pedir nada a cambio le ayuda y le integra en su banda. Después de un año, Decker se sabe capaz de hacer cualquier cosa que antes le podría resultar extraordinaria.

El libro se maneja en un territorio asequible para todo tipo de lector ya que el lenguaje es una mezcla de refinamientos e imperfecciones que funcionan muy bien. Nada de imágenes poéticas, nada de guiños, nada de nada. Solo el horror, solo la tragedia de estar vivo dentro de una jaula llena de peligros.

En la novela predomina la acción y eso hace que el ritmo sea trepidante. Todo ocurre a gran velocidad y convierte la lectura en un momento divertido y terrible al mismo tiempo.

Calificación: Muy buena.

Tipo de lectura: Amena, vertiginosa.

Tipo de lector: Interesados en conocer máquinas inservibles que convierten al ser humano en muy poca cosa.

Personajes: Bien perfilados. Alguno de ellos, hondo.

Argumento: La cárcel no es la mejor de las opciones si es una fábrica de animales.

¿Dónde puede leerse?: En un lugar abierto.