«La fabulación es el medio más directo, más útil, de recuperar la memoria»

Juan Ramón Biedma, uno de los escritores de novela negra más reputados de nuestro país, acaba de publicar ‘Crisanta’, un thriller de fantasmas durante la Guerra Civil

01 mar 2023 / 08:40 h - Actualizado: 01 mar 2023 / 08:43 h.
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Pocos escritores poseen la capacidad de Juan Ramón Biedma (Sevilla, 1962) para reinventarse y, al mismo tiempo, ser fieles a su estilo. Desde que se diese a conocer con ‘El manuscrito de Dios’ (Ediciones B, 2005), cada una de sus publicaciones han sido un acontecimiento, ya sea en el terreno de la novela negra, el relato o la novela gráfica. Lo cual no ha pasado desapercibido para la crítica, que suele aplaudir todos sus trabajos, o para el jurado de premios tan prestigiosos como el Hammet, el Novelpol, el Unicaja o el de la Semana Gótica de Madrid. Si bien, el mayor galardón del autor de ‘El efecto Transilvania’ es contar con unos lectores que se rinden ante sus propuestas como si estuvieran ante un clásico. En esta ocasión, Biedma da un salto sin red para sumergirnos en una historia inclasificable en la que los fantasmas y la Guerra Civil conviven de manera armónica, con Sevilla como telón de fondo. La propuesta se titula ‘Crisanta’ y acaba de llegar a las librerías publicada por Alianza.

¿De qué trata exactamente ‘Crisanta’?

Crisanta no es una historia, sino varias vidas que se cruzan en octubre de 1936, cuando el país acaba de saltar en pedazos. Y depende de la trama que elijamos, estaremos hablando de una novela de espías donde el objetivo es salvar al gobernador recién depuesto de una muerte segura; de una novela existencialista protagonizada por un antiguo capellán de la legión incapaz de desprenderse del recuerdo de un episodio amoroso; de una novela de casa embrujada donde la maldición, más que los fantasmas, la sufren los estudiosos de lo sobrenatural; de una novela de supervivencia, donde una contrabandista, como hicieron tantas de nuestras abuelas, apuesta su vida a cambio de una última oportunidad.

La novela se desarrolla en Sevilla...

Sevilla estuvo al principio de todo esto, el deseo y la obligación de desenterrar una época de terror que hemos terminado ocultándonos a nosotros mismos. Por lo tanto, la redacción de esta novela, y espero que también su lectura, es una labor de esclarecimiento en la que terminan apareciendo campamentos militares en lo que siempre hemos conocido como parques idílicos, centros de tortura en edificios monumentales, cárceles en antiguos cines. Pero también una apariencia de normalidad en medio del desastre: frontones de mujeres en la calle Sierpes, los teatros de la época, los comercios, las tascas, la gente. El extraño fenómeno de la ciudad inadvertida por la que hemos transitado desde siempre.

‘Crisanta’ es una vuelta de tuerca a una trayectoria tan rica como imprevisible. Háblenos de su estilo.

Creo que soy, esencialmente, un escritor de relatos. Por eso, hasta que no encontré un dispositivo que pudiera hacer pasar por novela y que contuviera todas esas historias que yo quería contar, no me decidí por un formato largo. Procuro cultivar un estilo sintético, contar en cinco reglones lo que otros cuentan en cinco páginas, y si los puedo dejar en dos, mejor. Esto no me lleva a una narrativa reductiva, todo lo contrario, me obliga a crear personajes y escenarios y microhistorias que enriquezcan el espacio novelesco. Ni los lectores ni yo, hemos venido aquí a perder el tiempo.

En general, ¿de qué habla usted en su obra?

Hablo del destino. Hablo del mal. Intento retratar lo imprevisible. Y lo hago con las herramientas del género: tengo una visión trastornada de la literatura en la que Benito Pérez Galdós escribe una novela de vampiros, Dostoyevski una de aventuras, John Steinbeck una del oeste o Thomas Mann una de gánsteres.

¿El mal?

Efectivamente, el mal. El mal como ventana de conocimiento del ser humano, de su comportamiento más genuino. Y no sólo el mal en cuanto instrumento para conseguir un fin material o ideológico, sino el mal que se justifica a sí mismo. Según Sartre, «Hacer el Mal por el Mal es exactamente hacer expresamente lo contrario de aquello que se continúa considerando el Bien». O sea, que intento dar cabida en mis novelas a esa faceta de nosotros mismos que no sólo nos negamos a explorar, sino de la que ni siquiera queremos reconocer.

Y sin embargo, vivimos tiempo de revisionismo que intentan cambiar la historia. Recuerde aquellos estudiosos que negaban el holocausto nazi

Aunque Crisanta no pretende en ningún momento ser una manual historiográfico, sino una historia de ficción, sí existe un compromiso con la historia que se refleja en la comprobación, dato a dato, de los sucesos objetivos que aparecen en la novela. Si reproduzco un fusilamiento en las tapias del cementerio de San Fernando, es la traslación del testimonio de los testigos de la época lo que estoy recogiendo. A menudo, la fabulación es el medio más directo, más útil, de recuperar la memoria. Aunque sea a través de una historia de fantasmas.

«La fabulación es el medio más directo, más útil, de recuperar la memoria»

Apariciones que tienen un papel importante en su novela

Apariciones y desapariciones. En una ciudad asolada por tanta muerte, mucha de los cuales permanecen inexplicadas, desconocidas para todos excepto para el entorno más inmediato de las víctimas, creo que una casa embrujada nos da una idea exacta del temor reverencial que padecían los sevillanos de aquellos primeros meses de la sublevación militar. Y de paso, recojo una tradición de estudio esotérico que tuvo lugar en Sevilla desde mediados del siglo XIX, encabezados entre otros por Fernando Primo de Rivera, que ni yo mismo conocía.

Fantasmas como Gonzalo Queipo de Llano

O como el de Manuel Díaz Mayordomo, el sanguinario delegado gubernamental que fue su mano derecha y que firmó miles de sentencias de muerte en los meses en los que se desarrolla Crisanta. Un individuo que, gracias a su locura homicida, se ha ganado un papel protagonista en la novela.

Pero en su obra también nos encontramos con historias de amor, leyendas inmemoriales, poesía, teatro...

Creo que, en la actualidad, los escritores disponemos de dos maneras de contarnos. Una es la confesión directa, casi sacramental. La otra es mostrarnos a través de los personajes, las historias, los escenarios, la reflexión interpuesta, la magia. Yo, he elegido la segunda.

¿Su siguiente novela también tendrá un componente histórico?

No, la historia en la que estoy trabajando es tan contemporánea que transcurre en una ciudad que es todas las ciudades y la protagonizan un ramo de personajes de los que nos encontramos cada día en nuestro trabajo, en el supermercado o la cafetería, pero que deberíamos procurar que no se nos acercaran.