La importancia del punto de vista en la narración

El punto de vista en literatura es una cuestión que tiene que ver, sobre todo, con la distancia. Y el punto de vista en literatura es eso que se conoce como narrador. Parece mentira que algo tan sencillo sea motivo de tanta confusión y, lo que es peor, de tanta ignorancia por los que quieren comenzar a escribir o por los que escriben cosechando tantos éxitos

10 nov 2020 / 17:57 h - Actualizado: 10 nov 2020 / 18:19 h.
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El punto de vista puede estar más o menos pegado a la acción; puede entrar o salir de las consciencias de los personajes o no; puede coincidir con un alma determinada. A todo esto le podemos dar nombre aunque no es lo más interesante. ¿Qué importancia tiene que el narrador elegido se denomine de alternancia ilimitada o complejo? Ninguna. Lo verdaderamente importante, lo fundamental para que la narración funcione, es que la elección del punto de vista sea la correcta.

Imaginemos que alguien decide utilizar un narrador objetivo para contar algo. Este es el narrador que hace su trabajo como si fuera una cámara de vídeo o algo así. Es decir, va contando lo que ve sin entrar en mente alguna. Ve y dice sin tomar parte, sin opinar sobre lo que ocurre. Reproduce con toda la exactitud que puede la escena. Imaginemos que se pega a la acción mucho, tanto como puede. Irá narrando hasta donde le sea posible. Si algo se mueve y es relevante para la acción lo dirá. Si algo dice un personaje que no tiene importancia lo omitirá. Pero todo eso lo sabremos después de pasar por el filtro enorme que es el narrador. Porque, al igual que elige no contar algo irrelevante, podría omitir un aspecto importante que estuviera enfrentado de su intención. Hay que tener mucho cuidado con los recursos narrativos; en manos de un buen escritor pueden jugarnos muy malas pasadas. Otro aspecto fundamental es la amplitud del foco utilizado. El narrador puede cerrar ese foco o abrirlo si es su deseo haciendo que la cosa (la misma cosa) sea muy distinta. Un narrador podría decir: ‘El local estaba vacío. Sólo el ruido de una puerta al cerrarse pareció cruzar la sala como si fuera una tela de araña enorme’. Pero, del mismo modo podría elegir decir: ‘El local estaba vacío. La puerta se cerró aunque, un instante antes, alguien que estuviera atento, hubiera visto la cara de Antonio mirando por última vez’. El narrador abre el foco (ahora vemos la sala y la puerta) y sabemos más. La misma escena toma un color que nada tiene que ver con lo anterior. Si el relato está dentro del género policiaco (por ejemplo) esto sería vital ¿verdad? Sabríamos quien es sospechoso.

La importancia del punto de vista en la narración

A estas alturas, supongo que no es necesario decir que el narrador no es el autor. El autor es esa persona que escribe. El narrador es el recurso literario que adquiere autonomía propia y que se mueve de forma independiente con respecto del primero.

Pues bien, este narrador del que hablamos (el objetivo) podría tener una intención y podría abrir o cerrar su foco. Pero nunca podría entrar en la consciencia de los personajes dada su objetividad. Elegimos este tipo de narración y debemos asumir las reglas del juego (aunque algunos piensen que en esto de escribir vale todo o lo defiendan para que sus carencias se conviertan en algo útil). En una narración no se puede modificar el punto de vista, la voz narrativa, haciendo que pase de un extremo a otro por conveniencia del autor.

La única solución posible es modificar voz y registro al mismo tiempo. Esta es una salida tan socorrida como peligrosa. No todo escritor es capaz de salir airoso de algo así sin que se le vean las intenciones. Si hay algo terrible en literatura es que el lector pueda imaginar al escritor haciendo esfuerzos para que su relato funcione. Es imprescindible que los registros estén bien construidos y que la credibilidad del relato no se venga abajo.

Por aclarar todo esto un poco, pondré un par de ejemplos. Tenemos un personaje que ve el mundo de una forma especial (la que sea). Llega el momento en que es necesario que el lector conozca con detalle algo así para que la acción se justifique totalmente. Pero nuestro narrador no puede entrar en esa mente (hemos dicho que habíamos elegido una voz objetiva) sin que se venga abajo lo construido. ¿Qué hacer? Pues, tal vez, podríamos recurrir a introducir una carta de ese personaje; la carta que escribió y nunca envió a nadie, pero que conserva en un cajón. Modificamos el registro para conocer un estado de ánimo, una forma de pensar dejando intacta la voz narrativa. Como botón de muestra sirve aunque la cosa no es tan sencilla ni tan zafia.

Hace algún tiempo tuve la oportunidad de ver una película (no recuerdo el título) que contaba lo siguiente: un grupo de personas navegan desde su hotel a una zona del océano para bucear. Lo hacen. Pero al regresar una pareja no sube al barco. Nadie se percata de ello. Quedan flotando en medio del océano. La película utiliza el punto de vista de esa pareja para ir avanzando en la trama. Todo bien salvo que ¡mueren! ¿Cómo van a contar todo eso que ocurre si terminan en el fondo del mar? El narrador es imposible. Y, por supuesto, la película es un desastre absoluto.

Lo que queda claro es que la distancia que hay del narrador a la acción es fundamental; que esa distancia se puede salvar con cierto cuidado; que el personaje dependerá de ello y que la credibilidad del relato cuelga de una primera decisión del escritor. La gran decisión. La elección de la voz hace que el éxito o el fracaso se instale con comodidad. Claro, es que no es lo mismo que nos cuente algo Dios o un asesino en serie. En literatura, como en todo lo que manejamos en este mundo, el sentido común es fundamental y buen compañero de viaje. Por esto, diseñar un punto de vista adecuado es una labor vital que se acompaña con la reflexión necesaria para que así sea. Con esto quiero decir que si voy a contar una historia que pudiera parecer algo increíble lo que menos interesaría es que el narrador fuera un loco. La credibilidad sería muy escasa. Si el punto de vista es el de un psiquiatra la cosa puede cambiar. Aunque (piensen ustedes sobre ello) lo más importante es en lo que convierte el relato una cosa u otra. ¿Un chiste? ¿Un texto de ciencia ficción? ¿Un ensayo clínico? La misma historia nunca puede ser vista igual por dos almas diferentes.