Especial cine de Terror

«La invasión de los ladrones de cuerpos»: Paranoia colectiva

Las buenas películas no pasan nunca de moda. Es posible que hoy se pudieran filmar incluyendo unos efectos especiales asombrosos, que el maquillaje fuera una exquisitez y que se consiguieran resultados igual de buenos. Pero no dejarían de ser copias de excelentes películas conseguidas con medios técnicos muy cortos y presupuestos infinitamente menores

02 nov 2020 / 23:04 h - Actualizado: 02 nov 2020 / 23:12 h.
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«La invasión de los ladrones de cuerpos» es una de esas películas que funcionan desde el primer día y que no dejará de hacerlo nunca. A pesar de rodarse con un presupuesto muy bajo para la época, Don Siegel logra crear un clima perfecto de histeria colectiva y de opresión inaguantable, tanto en sus personajes como en los espectadores. Mejorando la novela de Jack Finney que abusaba de diálogos absurdos y, sobre todo, de personajes descontrolados, cuenta cómo unas semillas que vagan por el espacio terminan cayendo en la tierra (en un pequeño pueblo de Estados Unidos). Logran arraigar y crean unas vainas gigantes que son capaces de crear réplicas de cuerpos humanos y de robar la mente a los individuos. Si duermes junto a una de esas vainas, la mañana siguiente paseará por tu pueblo una réplica de ti.

«La invasión de los ladrones de cuerpos»: Paranoia colectiva

Esta es una lectura literal a la que se le pueden sumar el clima obsesivo, la extrañeza que causa todo, lo horrible de la situación y la sensación de irremediable que aporta la trama. El guión original era mucho más brusco y no dejaba hueco a la esperanza. Pero la productora obligó a rodar un prólogo explicativo (de paso la voz narrativa se hace mucho más solvente al tener un momento de reposo ante un desastre de tal magnitud y, con ello, mucho más fuerte puesto que narra desde le recuerdo, sabiendo lo que ha pasado) y un epílogo que, aún dejando abierto el desenlace, deja ver luz al final del túnel.

Conviene ver la película haciendo una lectura paralela. El miedo al stalinismo (persecución de los disidentes, al entramado soviético de espías, deshumanización de la sociedad y del propio individuo) está presente de principio a fin. Es una característica muy común de un cine determinado rodado en Estados Unidos en esa época. La guerra fría se colaba por todos los huecos posibles. Pero también se aprovecha para hablar de una paranoia descomunal y general generada tras la caza de brujas promovida por un senador de aquel país llamado Joseph McCarthy.

Con ambas lecturas el disfrute está garantizado. Porque la defensa que hacen de sus papeles Dana Wynter y Kevin McCarthy no están mal. Porque el ritmo narrativo es el adecuado. Porque la ideal es original y aterradora. Y porque nos muestran la posibilidad de que lo lejano se encuentre frente a nosotros. Muy cerca. Tal vez, la normalidad, vista desde el prisma adecuado sea lo más horrendo que uno puede mirar.

Los jóvenes; tan acostumbrados a las grandes producciones, a lo espectacular de los efectos; pueden disfrutar de esta excelente película. De paso se pueden enterar de qué era eso de la guerra fría, de cómo se las ingeniaban antes para crear terror entre el personal y, sobre todo, que el hombre siempre fue capaz de imaginar aunque fuera en blanco y negro. Espero que no pasen mucho miedo, queridos.

«La invasión de los ladrones de cuerpos»: Paranoia colectiva