La música casi imposible

Michel Camilo es un virtuoso. Ver como enfrenta cada pieza, sentado frente a su piano, ya es una razón suficiente como para asistir a cualquiera de sus conciertos. Camilo ha vuelto a dejar claro, por enésima vez, que es un músico portentoso

17 nov 2018 / 12:46 h - Actualizado: 17 nov 2018 / 14:44 h.
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  • Michel Camilo en un momento de su actuaciónen el concierto encuadrado dentro de la programación de JAZZMADRID 18. / Jaime Massieu
    Michel Camilo en un momento de su actuaciónen el concierto encuadrado dentro de la programación de JAZZMADRID 18. / Jaime Massieu

El ruido que provoca la gente cuando espera impaciente a que algo importante, necesario y muy esperado, ocurra; es un sonido muy característico. Un murmullo constante rebota en las paredes y se multiplica, va reposando en casa rincón, sobre cada hombro, en la punta de los dedos. De pronto, desaparece como si alguien hubiese pulsado un interruptor dando la orden de silencio total. Y una vez que comienza a suceder eso tan deseado, se desatan las emociones, las pasiones o las fobias; que se convierten en ovaciones o abucheos, en gritos entusiastas o voces acusadoras. En el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid, otra vez lleno el pasado jueves, se escuchó ese ‘run run’ tan premonitorio. Y cuando Camilo acabó de interpretar Island Beat, tema rebosante de ritmo caribeño, compuesto por él mismo y con el que arrancaba su concierto, el público demostró que estaba dispuesto a disfrutar y agradecer el trabajo de este pianista sin condiciones. Camilo hace buena música y, además, interpreta de forma conmovedora, impresionante, casi brutal. Fusiona el jazz con los ritmos latinos y del caribe que el músico tiene más arraigados en su forma de entender la música. Así, logra convertir temas especialmente sencillos en monumentos que crecen hasta convertirse en enormes bloques de música exquisita y virtuosismo musical. A estas alturas, por ejemplo, lograr una versión impactante de un standard de jazz parece casi imposible y Camilo tiene decidido desmentir esa afirmación en cuanto tiene una oportunidad.

Después de tocar una soberbia versión de Take Five, logrando una ovación auténtica y agradecida, canción compuesta por el saxo alto Paul Desmond; Camilo explicaba que se encontró con Dave Brubeck en el Festival de Newport. Aquel día, Camilo aprovechó para confesar a Brubeck que estaba intentando formas de interpretar Take Five al piano y sin acompañamiento. Brubeck solo alcanzó a desearle buena suerte con expresión escéptica. Y es que parece imposible lograr algo sólido con un piano (y solo un piano) tratándose de ese tema. Pensar en el ‘ostinato’ (ya saben, esa repetición de notas en cada compás, sin variaciones, de forma exacta; que en este tema resulta, por lo menos, endiablado) con la mano izquierda y en el desarrollo melódico y en la improvisación con la derecha, da vértigo. Aunque si hablamos de un virtuoso como es Michel Camilo, todo es posible.

Camilo dejó claro que no se trata de tener una técnica excelente y nada más. Interpretar va más allá y está al alcance de muy pocos.

En el concierto de Camilo se escuchó buen jazz fusionado y magistralmente interpretado. Destacaron, además de Take Five, From Within y la chispeante Paprika.

El público que llenaba la platea (casi 700 butacas es mucho y ya son unas cuantas veces las que se ha completado el aforo) disfrutó y dejó que el entusiasmo se dejase sentir.

Camilo es un valor seguro. Compone, interpreta y arregla, francamente, bien. Se disfruta escuchando su música y eso es lo que, en realidad, importa finalmente.

Al terminar el concierto, un joven que había acompañado a regañadientes a su madre (lo digo por lo pesado que estaba antes de comenzar y lo que expresó en pleno enfado) le decía que si eso era así siempre, era como para volverse fan total del jazz. Decía estar agotado y hasta arriba de emociones. Pensé que sí, que le quedan unas cuantas emociones y que enamorarse del jazz puede tener unas consecuencias imprevisibles. Esto es algo que nadie debería perderse.