No siempre hay que buscar grandes profundidades en las novelas que leemos. Tampoco imágenes inigualables o recursos improbables. A veces, basta con indagar y encontrar la verdad, o los interruptores que ponen a funcionar tus sentimientos, o un rato de lectura que permita una desconexión absoluta de la realidad (desconexión que, paradójicamente te permite entender esa realidad de la que tratas de escapar).
Julián Quintanilla entrega «La vida entera», una novela que puede considerarse continuación de su cortometraje «El mundo entero» y que nos permite abordar la lectura como una diversión que despierte eso que escondemos y somos tan reacios a mostrar (amores, tristezas, sentimientos de todo tipo...).
Julián Quintanilla nos vuelve a llevar al cementerio antiguo de Badajoz para que podamos asistir a la charla con su madre muerta; sí, muerta. ‘La Chary’, su madre, además de hablar con su hijo de todo lo que una madre puede hablar, encarga a Julián que busque a su padre. Y así acompañamos a ambos personajes por diferentes tiempos, escenarios y estados de ánimo. Un viaje delicioso.
La novela es entrañable, muy divertida y más que atractiva para todo tipo de lector. Aunque no es un texto de Faulkner (autor preferido del que escribe y al que le doy la espalda de vez en cuando para dedicarme a disfrutar de lo leído sin que tenga que hacer esfuerzos extras), la novela de Julián Quintanilla, editada por Ediciones La Quinta Página, garantiza un buen rato y la posibilidad de bucear en un mundo en el que solo lo auténtico puede abrirse paso. ¿Qué es lo auténtico? El amor de una madre, nuestra propia condición y eso en lo que creemos y sirve de motor en nuestra vida.
Esencialmente, se trata de un texto bastante teatral (a pesar de los esfuerzos que hace el autor por introducir elementos que desdigan esto). Los diálogos van construyendo a los personajes con cierta dificultad puesto que se quedan más en el territorio de la conversación y, además, los escenarios, los objetos o los pensamientos de los personajes, no terminan de aportar esa parte de ellos que se integra en los personajes. Alguna vez, se alude directamente al lector para que pueda escuchar un acento, un tono determinado. Es como si estuviéramos en la butaca de la platea y uno de los actores nos señalase para que hiciéramos algo. La técnica novelesca no encuentra la excelencia. Pero lo importante es que sobre este tipo de pegas se sitúa una buena dosis de honestidad al narrar, de una verdad preciosa que destila cada página.
‘La Chary’ y su hijo Julían se dan la mano para poder contar durante el relato. Logran que nosotros nos acerquemos para sumar la nuestra. Y de eso es de lo que se trata.
Calificación: Muy divertido. Honesto.
Tipo de lectura: Amena, Fácil. Muy entrañable y emocionante.
Tipo de lector: No hay filtro alguno. Todos.
Personajes: Maravillosos y cercanos.
Argumento: Una madre es capaz, incluso muerta, de hacer que te enfrentes con lo que eres.
¿Dónde puede leerse?: En el barrio de San Roque de Badajoz, claro.