Las mejores novelas de la Historia (IV)

26 nov 2018 / 22:56 h - Actualizado: 26 nov 2018 / 23:19 h.
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  • Joseph Conrad. / El Correo
    Joseph Conrad. / El Correo

No serán muchas listas las que incluyan «El corazón de las tinieblas» como una de las mejores novelas escritas hasta ahora. Porque no es fácil, ni atractiva; porque no parece, a primera vista, que cuente nada del otro mundo. Pero se trata de una obra maestra

No son pocos los lectores que se han aburrido con el texto de Conrad. Sin embargo, esta novela es un monumento que celebra la literatura de gran nivel. «El corazón de las tinieblas» es una joya; difícil, algo hermética, oscura y lenta en su desarrollo; pero una alhaja literaria.

Las mejores novelas de la Historia (IV)
Portada de la novela de Joseph Conrad «El corazón de las tinieblas». / El Correo

En principio, el texto no cuenta gran cosa. Un viaje. Los que se interesan por esta obra de Conrad, si buscan información, encuentran comentarios, análisis, reseñas y críticas, que hablan de un viaje al mismísimo infierno; a un lugar parecido, al menos. Y no, el viaje no se llena de peligros, ni la tensión narrativa va en aumento a medida que se desarrolla la trama y el trayecto. Cualquier viaje que terminase en algo parecido al infierno tendría una estructura y un material narrativo muy concreto. Este no es el caso. El viaje se dibuja a través del río Congo (no se nombra de forma explícita como tampoco aparecen los nombres de los lugares, cosas o personas). Es un viaje lento, peligrosamente anodino. No parece que pase nada que nos haga pensar en nada que no sea la desintegración del ser humano. No hay que olvidar que Conrad escribía sobre el Congo, un país esquilmado de forma brutal por los belgas, un territorio convertido en un erial en pocos años. No se respeta ni a las personas ni al medio ambiente. Esa desintegración se va construyendo en la novela (una paradoja eso de construir la desintegración) al ritmo que el barco avanza por el río. Despacio, con desgana, entre la apatía de todos. La rutina, la pereza, la desgana o la desazón, son compañeros de viaje y se van haciendo un hueco protagonista.

La novela de Conrad trata de mostrar una realidad en la que todo se repite, en las que no cambia nada. El tiempo y el espacio pueden ser siempre los mismos. Porque, al fin y al cabo, el viaje es siempre el mismo.

La voz narrativa está muy bien construida. Aparece muy brevemente un primer narrador aunque desaparece sin dejar rastro. Será Marlow el que nos cuente la historia, el que nos vaya dando un poco de esto o de aquello para ir trazando las líneas fundamentales de eso que quiere expresar.

Es muy interesante cómo la selva se convierte en un personaje más. Es algo así como un testigo silencioso y amenazante. Las flechas que llegan desde esa selva lo hacen sin que sepamos quien las lanza, con qué intención; sin saber qué se quiere destruir o conquistar. El silencio asesino que complementa a la pereza o a la rutina, también asesinan.

Y si la selva es silencio, un personaje llamado Kurtz se presenta como una voz. El discurso de algunos personajes es fragmentado y, a veces, incomprensible (las conversaciones se mutilan puesto que el testigo no tiene acceso a una buena audición). El discurso de Kurtz se convierte en paradigma puesto que nadie dice lo que él, nadie puede hacerlo como él. Kurtz es la voz. Esto es algo que se contrapone a lo que sucede cuando conocemos al personaje. Llegado es momento, Kurtz dice: «El horror, el horror...»; poca cosa. Pero es cierto que al ser tan puro y tan críptico, el lector se ve obligado a especular sobre el significado.

Las mejores novelas de la Historia (IV)
Fotograma de «Apocalypse Now». / El Correo

Francis Ford Coppola adaptó el texto de «El corazón de las tinieblas» al lenguaje cinematográfico. «Apocalypse Now» es una de las mejores películas bélicas de la historia del cine. Se trata de una adaptación libre, aunque el realizador procuró salvaguardar el espíritu de la novela. Si la novela es una maravilla, la película lo es de la misma manera.

El texto de Conrad no puede faltar en la biblioteca de un buen lector. Una maravilla.