Las plantas de la expedición Magallanes-Elcano

Pablo Vargas Gómez, investigador del Jardín Botánico de Madrid, coordina «En búsqueda de las especias», un interesante trabajo que pretende rendir tributo a los países presentes en la Primera Vuelta al Mundo a través del estudio de la alimentación, la antropología, la historia, la cartografía, la economía o la comunicación

15 oct 2020 / 21:46 h - Actualizado: 15 oct 2020 / 21:52 h.
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  • Detalle del Atlas Miller (1519).
    Detalle del Atlas Miller (1519).

Si preguntásemos a cualquier ciudadano qué son las especias, probablemente nos diría que son aquellas hierbas que se utilizan en la cocina para condimentar los alimentos. Y evidentemente estaría en lo cierto. Sin embargo, durante siglos este término sirvió para referirse a las plantas originarias del extremo oriente, y de una forma más específica, a las que llegaban de las Islas Molucas, también conocidas como Islas de las Especias. Lógicamente, al hallarse en un rincón tan alejado del mundo «civilizado», el producto se vendía a precio de oro ya desde la época romana —por entonces las especias llegaban a través de complejas rutas comerciales desde Asia por tierra o por mar—, mientras que el gran número de intermediarios, sumado al desconocimiento de los consumidores y el secretismo de los vendedores, convertían las fuentes del producto en lugares casi mitológicos.

Todo esto comenzó a cambiar en los siglos XV y XVI, cuando los portugueses lograron dar con una ruta distinta a la que los árabes e italianos habían mantenido durante varias centurias. A la cabeza se encontraba Vasco de Gama, quien el 20 de mayo de 1498 arribó con una flota de cuatro naves a Kappakadavu, localidad cercana a Calicut, en el estado indio de Kerala, logrando establecer la Ruta del Cabo, conexión marítima entre Europa y la India, con la que se culminaba un siglo de esfuerzos portugueses.

Como todos sabemos, Colón había intentado seis años antes instaurar su propia ruta, pero en su caso viajando hacia el oeste, dándose de bruces con el continente americano aún sin pretenderlo. Algo distinto a lo que le ocurrió a Fernando de Magallanes, quien desde un primer momento supo hacia donde iba y por qué, de ahí que su expedición de 1519, pese a los numerosos contratiempos y multitud de bajas, fuese culminada con éxito por Juan Sebastián de Elcano, sumándole a su hazaña la primera circunnavegación de la tierra en septiembre de 1522.

Las plantas de la expedición Magallanes-Elcano
Syzygium aromaticum o flor de clavo.

Contenidos botánicos e históricos

De la importancia de este producto antes de las conquistas portuguesas y castellanas, de su ubicación en el mapa mundial o del desarrollo de la ciencia botánica en los albores de la Edad Moderna, trata En búsqueda de las especias, el interesante trabajo coordinado por Pablo Vargas Gómez y publicado por el CSIC y Los Libros de la Catarata, que acaba de ver la luz en plena celebración del primer acontecimiento global de la historia. Un volumen profusamente ilustrado que pretende rendir tributo «a las gentes de muchos países después de quinientos años, justo cuando conmemoramos el esfuerzo internacional que supuso la primera vuelta al mundo», en palabras de su editor.

De este modo la obra, que se suma a la amplia bibliografía sobre la gesta surgida en los últimos tiempos, presenta la novedad de incluir contenidos botánicos e históricos a partir de la contribución de expertos procedentes de los países de donde partió la singladura y por donde fue haciendo escalas. Esto es Portugal, España, Brasil, Argentina, Chile o Filipinas. Y todo ello mientras muestra aspectos básicos de la alimentación, la antropología, la historia, la cartografía, la economía y la comunicación de la época. Como es lógico, el libro incluye los principales hitos del viaje proyectado por Magallanes, aunque de un modo sumamente original: utilizando a las plantas como hilo conductor.

De Salomón a Marco Polo

Ya el arranque, firmado por María Belén Bañas, profesora titular de Antropología en la Universidad de Extremadura, consigue despertar el interés del lector, pues nos retrotrae a los tiempos bíblicos del rey Salomón, cuando el nardo, el azafrán, el cálamo aromático o la canela hallaron su hueco en el célebre Cantar de los Cantares. Seguidamente, el viaje continúa por Egipto —la pimienta negra fue hallada en las fosas nasales de la momia del faraón Ramsés II—, Tiro o Grecia, hasta llegar a China y conectar con Europa a través de Marco Polo. Un periplo fascinante que viene aderezado con imágenes del Papiro de Ebers (1500 a.C.), o el popular Libro de las Maravillas.

En búsqueda de las especias cuenta también con varios capítulos firmados por el propio editor de la obra. En el primero de ellos, Pablo Vargas reflexiona sobre la importancia de las especias («tenían un valor semejante al de las piedras preciosas»), y qué usos poseían además del actual. Así, el lector descubrirá que las plantas de los trópicos lejanos poseían compuestos que ayudaban a curar; o que algunas de ellas permitían conservar ciertos productos alimentarios. Seguidamente, el profesor de investigación del CSIC nos enseña a distinguir entre «especia» y «especie» recurriendo al Tesoro de la lengua castellana, o diccionario de Covarrubias (1611), donde la primera viene definida como «Drogas que vienen de las Indias, con que damos gusto y sabor a los guisados»; mientras que la segunda va referida a los «grupos en que se dividen los géneros (...) por los cuales se asemejan entre sí y se distinguen de las demás especies». El texto se complementa con una tabla en la que se incluyen las principales especias con valor comercial en el mercado mundial.

Por su parte Almudena Villegas, Premio Nacional de Investigación en Gastronomía en 2001, nos descubre algunos de los platos de la antigüedad clásica que utilizaban especias, tales como el revuelto de espárragos romano, muy condimentado con pimienta, vino, garum, aceite y cilantro, ajedrea y cebolla; o el puls, sencilla receta a base de cereales a la que se le añadía pimienta únicamente cuando iba destinada a un banquete de lujo. Muchos de estos platos los conocemos por De re coquinaria, recetario de Apicio utilizado en los siglos I-III d.C. En sus páginas, la pimienta sobresale como el condimento estrella, llegando a citarse hasta en 481 ocasiones.

Las plantas de la expedición Magallanes-Elcano
Portada del libro.

Pigafetta se une a Twitter

Otros expertos, como el biólogo Esteban Manrique, prefieren centrarse en el clavo, describiendo tanto las características del árbol del que brota como los títulos que ha recibido a lo largo de la historia —su primer nombre científico fue Caryophyllus aromaticus y data de 1762—, mientras que Marcos González, Haroldo Cavalcante de Lima, Alexandre Abreu y Claudia Franca se ocupan del palo de Brasil, inserto en un ecosistema único en el país: la mata atlántica.

Por último, la obra también incluye un capítulo dedicado a la Patagonia, el cual lleva la firma de la ingeniera agrónoma Graciela Barreiro; otro centrado en el estrecho de Todos los Santos —actualmente «de Magallanes»—, a cargo de la bióloga Claudia Mansilla y el arqueólogo Alfredo Prieto; y el correspondiente de las islas Filipinas, realizado por un equipo de biólogos de las universidades de Cebú y La Salle.

Como colofón, Jesús García Rodrigo, responsable de Comunicación del Jardín Botánico de Madrid, introduce un original apartado titulado La primera vuelta al mundo sin tuits, ¿o no?, donde, de manera divertida, traslada el diario de Antonio Pigafetta —el cronista más famoso de la expedición magallánica— al universo de Twitter. Baste como ejemplo el «tuit» dedicado al descubrimiento del citado paso hacia el océano Pacífico: «Este estrecho es un lugar de ensueño. Agua excelente, madera excelente (pero no de cedro), abundante marisco. Yerbas, unas amargas y otras comestibles, y un apio dulce muy bueno. En fin, yo creo que no hay en el mundo mejor estrecho que este».