«Las tres hermanas»: Los medios y los fines

01 ene 2020 / 18:47 h - Actualizado: 01 ene 2020 / 18:55 h.
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  • Anton Chéjov. / ElCorreo
    Anton Chéjov. / ElCorreo

Leer a Chéjov es enfrentarse, de la mano de sus personajes, con el mundo, con una realidad que nos lleva, de un sitio a otro, a su antojo y que, difícilmente, podemos controlar. Da igual si se lee ahora, si se le leyó hace cuarenta años o si le terminan leyendo dentro de un siglo y medio

Chéjov utiliza sus tramas como vehículo expresivo aunque son, dentro de sus obras, medios y no fines. Lo importante no es lo que pasa sino cómo eso modifica a los personajes, cómo el mundo cambia de aspecto. Chéjov convierte el tiempo en eternidad haciendo que sus personajes asuman que, pase lo que pase, su madurez debe estar por encima del entorno, de las experiencias propias o de las ajenas. Los personajes de Chéjov están condenados a vivir el mundo desde una madurez que no les corresponde, desde una aceptación de la realidad que se impone cuando no se participa de ella intentando un cambio de rumbo.

«Las tres hermanas» es una de las mejores piezas teatrales del ruso. Cuenta cómo las hermanas Prózorov; Masha, Olga e Irina; viven en una pequeña ciudad apartada de la modernidad, aisladas de todo tipo de posibilidad que vaya más allá de sobrevivir sin que ninguno de sus sueños se puedan materializar. Masha se casó muy joven y no sabe lo que es la sensualidad de una pareja, ni la sexualidad satisfecha. Su amargura es absoluta. Pero conoce al hombre de su vida que partirá, finalmente, junto al resto de militares destacados en su ciudad. Olga quisiera lo que tiene su hermana, pero nunca pudo conseguirlo. Además, la vida va construyendo un muro de un tamaño desproporcionado que hará, cada día que pasa, más imposible acercarse a sus deseos. Sus valores más arraigados se convierten en el peor de sus enemigos porque la sociedad no los considera mínimamente importantes. Irina sueña con regresar a un pasado que atesora como única opción; hasta que se convierte en una tortura que no le permite avanzar. Las tres quieren cambiar. Y es, cuando tratan de hacerlo, cuando la realidad se levanta hostil ante su futuro, para impedir cualquier movimiento de escape.

Las tres tienen la mala fortuna de vivir en una sociedad que se desmenuza, que soporta una decadencia demoledora; de topar con otros que se empeñan en cercenar toda esperanza.

El texto de Chéjov es preciso. Utilizando un tono cercano al de la vida real, casi simple, logra una complejidad extraordinaria en las consciencias de los personajes. Y envía un mensaje que nunca pasará de moda: el mundo lo hacemos entre todos, el mundo debe ser construido para que sea mejor en el futuro, el mundo es cosa de todos y para todos a pesar de nosotros mismos. Aunque no lo disfrutemos tenemos que crearlo.

La obra se divide en cuatro actos. Chéjov incorpora, con una maestría excepcional, nuevos personajes, a medida que avanza la obra; para ir modelando la personalidad de las tres hermanas, para incorporar elementos distorsionadores que retan a cada una de ellas a seguir manteniendo la esencia al precio que sea preciso. Uno de esos personajes es la odiosa Natalia Ivánovna (Natasha) que llega a la familia para poner a prueba su unidad. Representa todo aquello que las hermanas quisieron conseguir alguna vez, pero en su versión más gris. Como actante, como iluminador de los personajes principales, es uno de los ejemplos más apasionantes de la literatura universal.

No parece extraño que, una vez que se conoce a este autor, los grandes escritores del siglo XX sean sus alumnos, más o menos, aventajados.