Los Ateneo de Sevilla miran a Marruecos

Blanca Riestra y Alejandro Narden son los ganadores de los premios literarios más importantes de la ciudad, cuyas novelas, publicadas por la editorial Algaida, ya lucen en las librerías. Se titulan «Últimas noches del edificio San Francisco» y «Horizonte aquí», y ambas están ambientadas en Marruecos

04 dic 2020 / 21:43 h - Actualizado: 04 dic 2020 / 21:46 h.
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  • Portadas de las novelas ganadoras de los Premios Ateneo de Sevilla 2020. / El Correo
    Portadas de las novelas ganadoras de los Premios Ateneo de Sevilla 2020. / El Correo

Este 2020 se recordará por muchos motivos, incluyendo la cosecha literaria que nos ha permitido evadirnos, aunque sea por unas horas, de la triste realidad. Superado el ecuador del otoño, las librerías recibieron las novelas ganadoras de los Premios Ateneo de Sevilla; una convocatoria en la que no hubo gala en el Alcázar, ni rueda de prensa multitudinaria en la calle Orfila, pero sí propuestas de calidad. Ambos trabajos, curiosamente, se ambientan en el país exótico más cercano al nuestro, Marruecos, y vienen firmados por dos autores notables, Blanca Riestra y Alejandro Narden. De la primera, nacida en La Coruña y con una trayectoria impecable, hemos de apuntar tres datos: antes de hacerse con el trofeo que representa a la diosa Palas Atenea en la categoría de adultos, se convirtió en la ganadora de la versión joven en 2001; asimismo posee otros galardones de renombre como el Torrente Ballester o el Antonio Machado, y fue directora del Instituto Cervantes de Albuquerque (Estados Unidos). Por su parte, el placentino Alejandro Narden —alias de Alejandro Martín—, fue uno de los miembros de la undécima promoción de jóvenes creadores de la Fundación Antonio Gala, en 2014 se alzó con el XXIV Premio Camilo José Cela, y ha residido en tres países además de en España. Ambos escritores tienen en común el amor por la docencia, un uso del lenguaje universal y una conexión directa con Marruecos; algo que puede apreciarse en sus novelas.

«Últimas noches del edificio San Francisco»

La obra ganadora del 52º Premio Ateneo de Sevilla, con la que Blanca Riestra ha querido homenajear un lugar y una época irrepetible, el Tánger internacional de 1954, es por encima de todo una novela impresionista. Y es que el marco geográfico y temporal no ha sido elegido al azar, pues, coincidiendo con los últimos años del protectorado español de Marruecos, en él se dieron cita intelectuales de la talla de Paul y Jane Bowles, matrimonio de escritores estadounidenses que, tras residir en París, México o Nueva York, recalaron en el norte de África en 1948; William Burroughs, escritor de Misuri que renovase el lenguaje narrativo y fuese una de las principales figuras de la Generación Beat; o el pintor irlandés Francis Bacon, cuya deformación pictórica y gran ambigüedad en el plano intencional lo convirtieron en un referente del arte contemporáneo. Junto a ellos, desfilan por las páginas de esta novela coral —que podría definirse como un conjunto de estampas oníricas, descarnadas y sensoriales— otras figuras reales, como el inefable Jack Kerouac, el poeta Allen Ginsberg o la socialite Barbara Hutton, una de las damas más ricas del siglo XX; y por supuesto ficticias, comenzando por Carmen Aribau y Antonio Oliver, matrimonio en crisis que decide darse una nueva oportunidad en la vieja Tingi, y continuando por Sophia, que despertará al amor en su ingenua adolescencia. Estos estarán acompañados de personajes locales, quienes se relacionarán con ellos de manera estrecha en un ambiente de sensualidad y exotismo aliñado con la música de Dalida, The Platters o Muddy Waters, pero también de sordidez y decadencia. Riestra, cuya trayectoria se distingue por convertir las ciudades en protagonistas de sus novelas, despliega toda su lírica a la hora de describir el enclave marroquí en unas fechas que ponían el broche a su época dorada («hospital de degradación del espíritu» lo llama), y se deja el alma a la hora de construir diálogos, fabricar etopeyas y recrear la libertad que se respiraba en los bares, los escenarios o los prostíbulos.

«Horizonte aquí»

Con este título tan original se presenta la obra ganadora del 25º Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, que este 2020 celebra sus Bodas de Plata con menos pompa de la deseada, y que narra la historia de Ernesto, un joven que retorna a España sin saber qué ocurrió con Carlota, su exnovia desaparecida en la tierra de nadie que separa Sáhara Occidental y Mauritania. En el trayecto de tren que le lleva hasta Tánger coincide con un matrimonio francés que hace balance de su vida en común («Tanto tiempo cosidos el uno al otro, tantas cosas que nunca fueron de uno o de otro sino siempre de los dos»), lo cual permite al protagonista establecer paralelismos con su propia existencia y la que podría haber tenido junto a su chica Y es que Lilou y Anouar llevan más de cuarenta años juntos, y a través de ellos el lector puede descubrir no solo la memoria común de una pareja de largo recorrido, sino también la evolución de la propia Europa y su relación con África, el continente olvidado. No en vano, ese espacio es contemplado, desde la mirada nostálgica del marroquí Anouar, como un lugar donde la atmósfera es «esencialmente vital», y donde los sentidos se pierden en un océano de aromas, sabores y sonidos, en contraposición a la París natal de su mujer. Por su parte Ernesto evidencia la occidentalización del país concretada en Rabat, donde es posible visitar un centro comercial «de hormigón y cristal con aire acondicionado», residir en un piso levantado por la constructora gallega Fadesa o comprar productos de Carrefour (allí La Bel’Vie). Junto a lo dicho, Alejandro Narden reflexiona, con una prosa cuidada y salpicada de poesía en la que predomina la desesperanza, sobre el drama de los campos de refugiados o la inmigración a través de historias

paralelas basadas en hechos reales; como la de Manjou, que tardó veinte meses en llegar desde Uagadugú (Burkina Faso) hasta Ceuta, tras recorrer 5.000 kilómetros junto a su hermano Bian. Un periplo en busca de una oportunidad que solo fue posible gracias al sacrificio de su padre —este hubo de vender incluso la casa familiar—. Como colofón, Horizonte aquí incluye una interesante galería de secundarios así como guiños a personajes clave de la Tánger internacional, curiosamente glosados en la novela de Blanca Riestra, desde Dalida («símbolo de éxito y tragedia») a Burroughs, pasando por la ineludible Bowles.