Los fabulosos Baker Boys: La mujer de rojo sobre el piano

The fabulous Baker Boys (1989) es una de las películas más deliciosamente lentas que un aficionado puede ver. La banda sonora, llena de jazz del bueno, acompaña cada secuencia con la misma cadencia de la partitura.

19 ene 2016 / 07:00 h - Actualizado: 11 ene 2016 / 12:06 h.
"Cine - Aladar","Jazz y Cine"
  • Michelle Pfeiffer en una escena de Los fabulosos Baker Boys. / El Correo
    Michelle Pfeiffer en una escena de Los fabulosos Baker Boys. / El Correo
  • Cartel de película. / El Correo
    Cartel de película. / El Correo
  • Un momento del rodaje. / El Correo
    Un momento del rodaje. / El Correo

El realizador Steve Kloves firmó el año 1989 una excelente película que hablaba de perdedores, de amores imposibles aunque muy deseados, de la melancolía que produce una vida que debería haber sido una cosa y terminó siendo otra. Pero, sobre todo, habla de la importancia de la música como forma de expresión, como única forma de vida para aquellos que son capaces de sentir su esencia.

Una de las escenas más famosas de esta cinta es la que, con un travelling circular acompañado de tomas cenitales, nos muestra a una bellísima e insinuante Michelle Pfeiffer, vestida con un espectacular vestido rojo; cantando, sobre un piano de cola, el mítico tema Makin’ Whoopee; una canción que Eddie Cantor popularizó en los años veinte. La actriz ganó varios premios por su interpretación aunque el Óscar se le resistió. Es muy posible que sea esta su mejor interpretación.

Sin embargo, sin restar importancia cinematográfica a ese momento, los amantes de la música se suelen fijar más en otro, que pasa algo más desapercibido, en el que vemos cómo Jack Baker (personaje protagonista encarnado por Jeff Bridges) toca el piano y expresa ese vacío, esa desazón con la que tiene que cargar un músico lleno de talento que ha ido sobreviviendo en clubes de segunda o salas de fiesta en las que la música es un adorno y muy poco más.

The fabulous Baker Boys es una de esas películas que merecen ser vistas más de una vez. Está llena de matices que estallan aquí y allá para permitir lecturas distintas y mucho más profundas. Las interpretaciones son magníficas. Se unen a Jeff Bridges y Michelle Pfeiffer, un aseado Beau Bridges (hermano en la película y en la vida real del primero) y Jennifer Tilly que, con un papel muy corto, está a la altura del resto. Y el guión, sin duda lo mejor de todo, es incisivo, casi exacto, a la medida de unos personajes que crecen con cada frase.

Por supuesto la banda sonora es fundamental en la película. La música elegida o compuesta por Dave Grusin suena tan deliberadamente lenta como lo es el desarrollo de la trama, tan pausada como es la construcción de los personajes. Parece que cada frase arrancada del piano o del saxo queda flotando por siempre jamás en el universo de estos músicos tan vivos e infelices como fracasados, tan enamorados como asustados y desesperanzados. Prelude to a kiss, The Look of Love, Solitude, The Pea Song, My Funny Valentine o Moonglow, van llenando los huecos de las tristezas, los vacíos que deja una vida repleta de aristas con las que hay que pelear. Jazz del bueno, del bueno de verdad.

Si no han visto la película, corran y háganlo. Si ya lo hicieron, busquen una copia y vuelvan a disfrutar descubriendo esos pliegues tan llenos de realidad.