Manuel Siurot, maestro de escuela

Un hombre y una obra dedicados a rescatar del analfabetismo a la infancia pobre e incompresiblemente olvidado o ignorado por las actuales generaciones, que incluso intentaron quitarle su nombre en 2000 de la avenida que tiene dedicada. El ideario católico de Siurot estuvo impregnado de un profundo sentido de la responsabilidad social de su tiempo

13 ene 2018 / 08:10 h - Actualizado: 08 ene 2018 / 15:47 h.
"Historia","Historia"
  • Sevilla honró la memoria de Manuel Siurot dedicándole una avenida en 1940. / El Correo
    Sevilla honró la memoria de Manuel Siurot dedicándole una avenida en 1940. / El Correo
  • Los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero fueron amigos, admiradores y colaboradores de la obra educativa de Manuel Siurot. / El Correo
    Los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero fueron amigos, admiradores y colaboradores de la obra educativa de Manuel Siurot. / El Correo
  • José Monge y Bernal publicó en 1942 la primera biografía del abogado y pedagogo onubense, editada por Establecimientos Cerón y Librería Cervantes de Cádiz. / El Correo
    José Monge y Bernal publicó en 1942 la primera biografía del abogado y pedagogo onubense, editada por Establecimientos Cerón y Librería Cervantes de Cádiz. / El Correo

Manuel Siurot Rodríguez (La Palma del Condado, Huelva, 12 diciembre 1872-Sevilla, 27 de febrero de 1940), abogado, juez municipal y magistrado suplente, ocupa un lugar en la historia de España como pedagogo, y es considerado «apóstol de la infancia», a la que dedicó su vida hasta el punto de rechazar cargos nacionales en el Ministerio de Instrucción Pública y en la Asamblea Nacional e incluso el de inspector general de Enseñanza Primaria de la República Argentina, para atender a los niños pobres andaluces, a los que se dedicó con ejemplar celo.

La figura gigantesca de este humanista onubense fue biografiada dos años después de su muerte por el abogado y político sevillano José Monge y Bernal, en un libro esclarecedor de las complejas circunstancias sociales de su tiempo, en la raya de los siglos XIX y XX. La lectura de esta biografía, escrita con apasionamiento fraternal y rigurosa documentación, nos acerca a la figura de un hombre y su obra incomprensiblemente olvidados por las actuales generaciones, que dedicó su vida a rescatar del analfabetismo a la infancia pobre.

El ideario católico de Siurot estuvo impregnado de un profundo sentido de la responsabilidad social de su tiempo, consecuencia de la herencia recibida del siglo XIX, que no prestó a la enseñanza primaria la atención necesaria. Como Joaquín Costa y otros prohombres del Regeneracionismo krausista, consideró que el mayor problema de España estaba en la despensa y la escuela.

Manuel Siurot siguió los postulados educativos de los sacerdotes Spínola Maestre, Fernández Santana, González García, Vicent y Manjón; de los maestros Maraver, Daza, Morón, Mora Batanero, Oliveira, Cádiz, Gálvez y Merello; de Menéndez Pelayo y Costa. Publicó numerosos libros, dictó centenares de conferencias, participó en asambleas y congresos sobre la enseñanza y explicó y practicó los postulados docentes de grandes figuras del catolicismo, como San Agustín, San Isidoro, San Ignacio, San Juan Bosco, San José de Calazáns, Luis Vive y Andrés Manjón.

El profesor Luis Llerena Baizán, profundo conocedor de la «galaxia siurotiana», ha actualizado la biografía de Manuel Siurot sintetizando su vida en siete grandes apartados. A saber: ¿Quién fue Manuel Siurot Rodríguez?, ¿Qué hizo?, Cuáles fueron sus días de gloria, Mucha hambre mitigada, Mucha justicia cumplida, Mucha ignorancia disipada, y ¿Por qué hizo todo eso Manuel Siurot?

Quizás el mejor enunciado de su vida dedicada a los niños lo escribió el propio Manuel Siurot, cuando después de renunciar a cargos nacionales de los gobiernos monárquicos, y de la República Argentina; de recibir condecoraciones españolas y la Legión de Honor francesa y el Premio Mariano de Cavia por sus trabajos periodísticos sobre la infancia, es decir, de apartarse de los éxitos sociales que le llegaban por sus méritos, lo justificó con estas palabras: «Cuando el tren de mi existencia marchaba por la cuesta arriba de la elevación social, el genio de mi destino levantó los raíles de la vía y allá me fui por el terraplén abajo, para encontrar en el fondo del valle no el grito de la catástrofe, sino el fragor humano de la lucha por los niños pobres y abandonados, en cuyos ojos preguntones, bocas hambrientas, pies descalzos, en cuyas lágrimas y risas he acabado de aprender la trabazón sentimental del alma de mi pueblo».

Para Luis Llerena Baizán, «la ejemplaridad de Manuel Siurot le convirtió en diana a la que apuntaban directamente tirios y troyanos. Para unos era un ‘reaccionario’ y para otros, un ‘elemento izquierdoso camuflado’. Mas, en verdad, Siurot solamente fue un hombre bueno, un ‘discípulo de Jesús’, al que veía constantemente en sus hermanos más pobres y necesitados [...] Díos mío –preguntaba públicamente- ¿cómo viven los pobres? ¡Qué vergüenza para los ricos que los pobres vivan como viven y cuanta responsabilidad tenemos todos delante de Dios!»

La obra de Manuel Siurot, pese a no contar con los medios de comunicación modernos, saltó las fronteras onubenses y sevillanas y trascendió a Madrid y el resto de España, y cruzó los Pirineos y el océano Atlántico. «The Times» escribió «si la fama de este sistema pedagógico promovido por Manuel Siurot no ha llegado aún a Inglaterra, sólo se debe a que su modestia no busca la publicidad». En la revista de Nueva York «School and Society» se publicó un informe sobre las Escuelas del Sagrado Corazón de Huelva, donde se afirmaba: «Si Huelva y don Manuel Siurot, en vez de pertenecer a España pertenecieran a este país de la publicidad, de seguro que la fama tanto de Huelva como de don Manuel Siurot se hubieran extendido de una a otra costa primero, y después a los países extranjeros». Y en el «Mercurio» chileno se escribió: «Hay en Huelva un hombre de alma grande, apóstol de una fe social, que se llama Manuel Siurot».

La bibliografía siurotiana reúne obras básicas sobre la enseñanza y la infancia, como «Cosas de niños», «La emoción de España», «Sal y sol», «Luz de las cumbres y resplandores de la cruz», «Florales y teresianos», «Cada maestrito» y otras.

La figura gigantesca de Manuel Siurot quizo ser mancillada en 2000 por quienes ignorantes, invidiosos y malas personas pidieron que se borrara su nombre del callejero sevillano. No lo lograron.