Marcin Masecki: En el cabaret junto a Chopin

El Festival Internacional de Jazz de Madrid va acercándose a su final. Era el turno del pianista polaco Marcin Masecki, un músico original, de personalidad única y arrolladora que dejó un excelente sabor de boca entre los que tuvimos la suerte se asistir al concierto

26 nov 2020 / 11:30 h - Actualizado: 26 nov 2020 / 11:39 h.
"Música","Música - Aladar","Jazz"
  • Marcin Masecki. / ©Álvaro López | JAZZMADRID
    Marcin Masecki. / ©Álvaro López | JAZZMADRID

Madrid se ha disfrazado de otoño. Lluvia, viento, fresco y las primeras luces navideñas prendidas. El Paseo de la Castellana se ilumina con unas luces que intentan recordar a la navidad aunque no lo consiguen. Representan la bandera de España. Son muchos metros de bandera. Y la Navidad va de otra cosa. Esto no es más que una horterada rancia que apesta a naftalina. El otoño se endurece con estas cosas tan inexplicables que dejan fuera siempre a una mitad. Afortunadamente, nos queda la música que el refugio de todos, el lugar en el que nadie es extraño.

Marcin Masecki (Varsovia, 1982) es un pianista de personalidad arrolladora. Interpreta una música que reposa sobre la originalidad del interprete aunque no se oculta que la partitura bebe de los clásicos (la formación musical en conservatorio de este pianista es tan evidente como robusta), indaga en la música de entreguerras y aprovecha la cultura musical tradicional polaca. De este modo, Masecki con la mano izquierda poderosa y encargada de marcar un tempo a la melodía con fuerza y rupturas armónicas inesperadas y la mano derecha produciendo un número de notas improbable en cada compas o una cadencia exquisita por su calma (todo esto es muy de Chopin), se sube a la melodía (elegante y bien armada), a veces iniciada con toques de un barroquismo que impresiona (aquí aparece Bach con un maravilloso descaro), para hacerla crecer y para improvisar llegado el momento. Es en el tiempo de la improvisación cuando el pianista comienza a mover su pierna derecha intentando bailar la pieza sin moverse del sitio. Y es entonces cuando escuchamos jazz de los años 20 y 30, canciones populares polacas; es entonces cuando resuena la música de Irving Berlin o Frederick Hollander; es entonces cuando creemos estar disfrutando de esas reminiscencias del cabaret más atrevido y más vivificante. Chopin, Bach, cabaret. Original e impactante.

La pieza que interpretó Masecki como bis fue, sencillamente, deliciosa. Él mismo la califico de ‘himno’ en honor a Varsovia. Fue la que más se ajustó a lo que se puede escribir en una partitura. El resto del repertorio construyó un edificio muy personal, muy bello. La narrativa de la música que hace Masecki es desbordante y casi podíamos entender qué era exactamente lo que nos estaban contando. Y, desde luego, las sensaciones eran rotundas y desbordantes.

Al salir, allí seguían las luces navideñas horteras y añejas. Pero en la cabeza resonaba la música de Marcin Masecki y, entonces, la lluvia fina que caía sobre la ciudad sirvió para renovar un poco el pensamiento y las banderas construidas con luz se convirtieron en la estela que deja el tiempo bien aprovechado, ese tiempo que nos deja después de haber disfrutando de la belleza de una partitura.