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‘metAMORfosis’ de cuerpo y alma

El Auditorio Edgar Neville de Málaga acogió el estreno de ‘metAMORfosis’, primera ópera andaluza financiada por crowdfunding cuya composición es obra de la gaditana Diana Pérez Custodio

16 oct 2023 / 14:45 h - Actualizado: 16 oct 2023 / 15:29 h.
"Ópera"
  • Fotografías de Lui G. Marín
    Fotografías de Lui G. Marín

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«No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay». Esta máxima, expuesta por el filósofo francés François de La Rochefoucauld en plena eclosión del Barroco, bien podría servirnos para introducir la génesis de ‘metAMORfosis’, primera ópera de pasarela gestada en nuestro país cuyo estreno tuvo lugar el pasado sábado en Málaga. Financiada mediante una campaña de crowdfunding —lo que la convierte en el primer montaje lírico andaluz que ha visto la luz gracias al público—, su alma es el resultado del talento de Diana Pérez Custodio, la compositora gaditana y catedrática del Conservatorio Superior de Música de Salamanca que la ha plasmado en la partitura, mientras que el cuerpo pertenece a unos intérpretes de altura quienes, dirigidos por Juan Dolores Caballero, se batieron el cobre en el escenario del Auditorio Edgar Neville. Un recinto cuyas cuatrocientas plazas resultaron insuficientes ante la gran demanda de entradas —estas se agotaron a las pocas horas de ponerse en circulación— y donde la música y la moda se fundieron para inaugurar un nuevo género.

‘metAMORfosis’ de cuerpo y alma

De la puesta en escena de ‘metAMORfosis’ podrían decirse muchas cosas. Quienes conocen a Juan Dolores Caballero, alias ‘El Chino’, saben que sus propuestas no dejan a nadie indiferente, ya sean productos para teatro, danza u ópera. En esta ocasión, el director granadino optó por un escenario sobrio pero elegante puesto al servicio del elenco; apenas unas gasas translúcidas colgadas del techo y unos paraguas para fotografía distinguían el espacio real —la suerte de pasarela ideada por Pérez Custodio— del evocado. Tres músicos, manifestados a modo de demiurgos, canalizaban el ritmo en perfecta sintonía con las notas electroacústicas (tres tiempos verbales encarnados por Alegría Muñoz Pérez, Santiago Martínez Abad y Jaime Hidalgo, y expresados mediante la flauta de pico, el clarinete bajo y el trombón bajo), mientras que los seis intérpretes exteriorizaban los sentimientos (las sopranos María Calvo y Alicia Molina, el contratenor Manuel Ruiz, el barítono José Antonio Ariza, la mezzo Alicia Naranjo y el bajo Julio Nomdedeu). El resultado fue un ramillete de emociones que, a modo de bombardeo, fueron desplegadas en todas las direcciones con el objetivo de conmover. Algo que se logró con creces, y en lo que sin duda contribuyó el diseño de iluminación de Patricia Gea, sencillo pero envolvente, la entrega de todo el equipo y la implicación del público —la ópera plantea grandes preguntas a las que solo se puede responder con el corazón en la mano—.

‘metAMORfosis’ de cuerpo y alma

En el aspecto vocal, el sexteto cumplió con nota, mientras que lo más destacado del conjunto fue el elaborado vestuario. Este, salido de la imaginación del diseñador Pablo Árbol —un joven granadino cuya progresión en el mundo de la moda es del todo asombrosa—, cautivó al patio de butacas por su enorme plasticidad. Elaborado con una tríada de colores —rojo, blanco y negro—, su evidente funcionalidad no le restó un ápice de virtuosismo, dando lugar a estampas que viraban desde el tradicionalismo —las evocaciones a las pinturas negras de Goya fueron de lo más comentado de la noche— a la contemporaneidad, dando lustre a una ópera tan palpitante como necesaria.


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