Mirando hacia atrás sin ira

La Fundación Cajasol propone una nueva exposición desarrollada a partir de sus fondos artísticos en la Sala Murillo. ‘El impacto de lo viejo’ ofrece hasta el próximo 3 de Julio un recorrido por los rastros que en las manifestaciones artísticas contemporáneos mantienen la tradición y las grandes obras de la historia del arte, estableciendo vínculos entre la fotografía actual y la pintura de género.

11 jun 2016 / 12:19 h - Actualizado: 08 jun 2016 / 09:11 h.
"Fotografía - Aladar"
  • Manufacturing 11, 2005. / Edward Burtynsky
    Manufacturing 11, 2005. / Edward Burtynsky
  • Milkmaid, 2006. / Mariana Vassileva
    Milkmaid, 2006. / Mariana Vassileva

The shock of the new fue una serie documental de ocho capítulos emitida en 1980 por la BBC británica, escrita y presentada por el crítico de arte Robert Hughes. Su enorme repercusión trascendió la pantalla en forma de uno de los libros más exitosos sobre arte y un referente ensayístico durante décadas, convirtiendo a su autor en una de las figuras más importantes y mediáticas de la escena artística contemporánea. La obra constituía, más allá de su análisis de las transformaciones del arte moderno o su diagnóstico del momento crucial de deriva hacia la posmodernidad, un acercamiento sin escrúpulos al gusto contemporáneo por, precisamente, el presente, por todo lo que huele a novedad, juventud e inmediatez.

Con clara alusión a este celebre título, El impacto de lo viejo, ambiciosa exposición comisariada por Sema D´acosta a partir de los fondos de la Fundación Cajasol (fondos que superan las 7.000 piezas recorriendo desde el Barroco al siglo XXI), pretende que nos detengamos, un instante al menos, para mirar atrás, a un pasado que se filtra hasta nosotros a través de las correspondencias entre autores de hoy y grandes nombres de la historia del arte. Iconografías reconocibles en el homenaje, la relectura o la parodia, bien en referencias muy directas o a través de sutiles alusiones.

La muestra se centra en piezas desarrolladas desde los años noventa hasta nuestros días, y convierte los géneros pictóricos por excelencia, retrato, bodegón y paisaje (géneros que la plástica contemporánea parece dejar de lado en su obsesiva preocupación por las propias cualidades del medio pictórico), en los capítulos de su narración, revisitándolos a través del vídeo y, sobretodo, la fotografía, para encontrar afinidades en miradas separadas por cientos de años. La imagen fotográfica, que durante la mayor parte del siglo XX ha querido volcarse, como hiciese la pintura moderna, en sus propias especificidades (en el caso fotográfico su capacidad de veracidad y documento), parece haberse redescubierto abrazando la función que antes tenía la pintura, moldeando proyectos estéticos y discursos subjetivos a partir de una mirada sobre el mundo. Si la aparición de la fotografía fue un detonante para que la pintura se desembarazase de su carácter mimético propiciando la eclosión de las primeras vanguardias, este abandono desplazó la necesidad de representación (de una forma consecuentemente lógica) hacia la fotografía, que ha hecho del mundo un lienzo donde proyectar conceptos y sensibilidades.

En la exposición podemos intuir el rastro de importantes nombres de la historia de arte en obras de absoluta actualidad. Rembrandt, por ejemplo, se reencarna en un autorretrato de dignidad exuberante por parte de García Alix, quien apunta con barroco claroscuro hacia aquellas imágenes en las que el genio holandés mostraba su propio devenir vital. Descubrimos también a Vermeer y sus personajes de interior en Milkmaid, vídeo de Mariana Vassileva en el que vemos a una mujer con hábito monacal verter leche en un recipiente. Iconografías del pasado reconocibles, como la virgen dando el pecho a su hijo o la sagrada familia son escenificadas en el primer caso bajo capas de sexualidad y surrealismo por el cineasta y vídeo creador Bigas Lunas, mientras que el británico Phil Collins hace lo propio con un intimista interior contemporáneo en que padre, madre e hijo son retratados de una forma tan sencilla, como poderosa en su capacidad de capturar multitud de sutiles emociones.

La artista alemana Johanna Domke nos sitúa justo detrás de unos protagonistas que observan el paisaje desde la altura, dándonos la espalda con ecos del Caminante sobre un mar de nubes de Caspar David Friedrich. Las cigarreras de Gonzalo Bilbao se transforman en una miríada de figuras anónimas en uno de los conocidos retratos colectivos de Edward Burtynsky. La nómina de autores que conforman la muestra es amplia y ecléctica con trabajos de Carlos Aires, Pierre Gonnord, Mp&Mp Rosado, Dionisio González, Ángeles Agrela, Luis Gordillo, Joan Fontcuberta... ocupando las dos plantas de la sala.

En todos estos artistas podemos intuir puertas hacia el pasado, no tan solo para ratificar que la influencia de los grandes maestros pervive en nuestro tiempo o que muchas de las preocupaciones del hombre actual hunden sus raíces en la de siglos anteriores, también nos permite recorrer el camino inverso para descubrir la influencia que el presente ejerce sobre nuestra percepción del pasado. Así, de la misma forma que el expresionismo nos ayudó a comprender a Goya, la fotografía y el vídeo actuales arrojan capas de modernidad y tiende puentes conceptuales hacia toda la historia del arte, apropiándose de sus géneros más específicos y, por qué no, imperecederos. Una retroalimentación que nos habla sobre todo de nuestros propios ciclos vitales extendiéndose en pequeñas variaciones a lo largo del tiempo.