«Mujeres que no perdonan»: Camilla Läckberg de un sorbo

La reina de la novela sueca llega a las librerías con su duodécimo trabajo. Una suerte de «domestic noir» con premisa original, que seducirá a sus fans más devotos, y entretendrá sin más al resto

01 jun 2020 / 07:49 h - Actualizado: 01 jun 2020 / 07:56 h.
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  • Camilla Läckberg en una foto de archivo. / El Correo
    Camilla Läckberg en una foto de archivo. / El Correo

Ingrid, Victoria y Birgitta son tres mujeres muy distintas. Para el resto del mundo, llevan vidas aparentemente perfectas, pero las tres tienen algo en común: sufren en secreto la tragedia de vivir sometidas a sus maridos. Hasta que un día, llevadas al límite, planean, sin tan siquiera conocerse, el crimen perfecto.

Este es, a grandes rasgos, el argumento de «Mujeres que no perdonan» (Planeta), el último libro de Camilla Läckberg, una de las autoras de novela negra más leídas del mundo, cuyo estilo y contenido se aleja completamente de sus series de Fjällbacka y Faye, auténticos fenómenos literarios de los que se han vendido varios millones de ejemplares. De ahí que se trate de un ejercicio de riesgo que agradecerán muchos lectores, y pondrán en solfa otros tantos; máxime cuando su anterior trabajo, «La jaula de oro», no entusiasmó demasiado a sus fans.

Sin embargo, testadas sus primeras páginas, «Mujeres que no perdonan» apunta alto en la escala que cualquier lector de la Läckberg pueda manejar, pues, como ocurre con casi toda su producción, está dotada de un innegable efecto imán que funciona con eficacia hasta prácticamente la solución final. La clave está en sus personajes, de trazo sencillo y naturalista —de inmediato mueven a la empatía—, en su discurso directo y sin ambages, y en su trama ágil, ingeniosa y por momentos original. En suma, de todos los ingredientes que suelen funcionar en los domestic noir tan de moda en la última década.

«Mujeres que no perdonan»: Camilla Läckberg de un sorbo

Hasta ahí no se le puede reprochar nada. Muy al contrario, es de aplaudir que, tras once novelas de temática y atmósferas similares, publicadas en apenas trece años, continúe cautivando a personas de medio mundo.

Sin embargo, a poco que rasquemos la brillante pintura que envuelve el producto, que examinemos con rigor a los personajes y profundicemos en las entrañas del argumento, podremos sentirnos algo decepcionados. ¿La razón? Pues sencillamente porque es una historia que podría haber dado muchísimo más de sí, comenzando por su extensión —apenas 224 páginas—. No en vano, la premisa es atractiva, los protagonistas no están mal dibujados, y el ambiente, pese a resultar frío —como el propio escenario sueco— casa bien con lo que se narra. Pero es que, una vez liquidada la primera parte, y cuando el nudo comienza a cobrar vida, lo que a todas luces parecía un artículo imponderable, pasa a convertirse en un simple pasatiempo. No podemos decir que el interés decaiga, ni mucho menos, pero los personajes comienzan a desfilar como de puntillas, los lugares comunes se suceden sin solución de continuidad, y el conejo comienza a asomar por la chistera revelando el truco.

Para colmo, la tercera (y cortísima) última parte confirma esa sensación de urgencia por terminar, de escritura casi automática que impide rematar un discurso prometedor, y de alegato del #metoo que se torna en un eslogan. De ahí que la sensación que nos quede es la de habernos bebido de un sorbo una copa aceptable, la cual, agitada con un poco más de brío, y coronada por una aceituna, podía haber derivado en un cóctel de lujo.