Murillo Imperdible

El pasado miércoles tuvo lugar el estreno de «Los niños de Murillo», una de las apuestas escénicas más interesantes del año en Sevilla. Dirigida por José María Roca y enmarcada dentro del IV Centenario del nacimiento del pintor, podrá disfrutarse hasta el 28 de julio en la sevillana Torre de Don Fadrique

09 jun 2018 / 08:42 h - Actualizado: 07 jun 2018 / 19:56 h.
"Teatro","Teatro Aladar","Bartolomé Esteban Murillo"
  • Escena de ‘Los niños de Murillo’. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    Escena de ‘Los niños de Murillo’. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
  • ‘Los niños de Murillo’. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    ‘Los niños de Murillo’. / Fotografía de Antonio Puente Mayor

El verano de 2009 tuve la suerte de visitar Edimburgo durante la celebración de su festival de teatro. Dentro de la programación alternativa, allí bajo el nombre de «Edinburgh Fringe», despuntaba un título que rápidamente llamó mi atención: A Midsummer Night’s Dream, del gran William Shakespeare. Lo más curioso es que dicho espectáculo estaba interpretado por los alumnos del Instituto Confucio de Pekín, el cual se encarga de promover la lengua y cultura chinas a lo largo del planeta. Es decir, el equivalente asiático a nuestro Instituto Cervantes. Como era de esperar, aquella versión de El sueño de una noche de verano utilizaba el inglés y el chino mandarín como vehículos discursivos de los personajes, lo cual no consideré un obstáculo para disfrutar de la puesta en escena de un clásico cuyo argumento es archiconocido. Y lo cierto es que acerté de pleno, pues además de estar dirigido por un grande del cine oriental, su responsable audiovisual era nada menos que Yang Qingsheng, reconocido mundialmente por la realización de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Independientemente de la dramaturgia —originalísima— y del vestuario y el maquillaje, cercanos al manga, lo que más me llamó la atención de aquella propuesta fue el lugar donde se llevó a cabo: la sala noble del Edinburgh’s Usher Hall, diseñada en 1874 en forma de teatro griego, y entre cuyas funciones destacan los actos de graduación universitarios. Sólo por visitar ese edificio merecía la pena ir a Edimburgo, y mucho más por gozar de las imágenes proyectadas sobre las pinturas de su cúpula —por cierto dedicadas a las Artes y las Ciencias—. Aquel día, viendo cómo esas figuras cobraban vida gracias al talento de Qingsheng y la magia de la tecnología, me pregunté: ¿cuándo podremos ver algo así en Sevilla? Y la respuesta la obtuve nueve años después.

Bartolomé en el punto de mira

Y es que si alguien es capaz de trasladar una idea de esas características a los escenarios de nuestra ciudad, ese es sin duda José María Roca. Un visionario de las tablas cuya prolija e interesante trayectoria ha destacado por ofrecer siempre algo distinto a lo establecido, por romper moldes y aun educar a los espectadores con nuevos lenguajes y modernas herramientas de transmisión. En ese sentido no podemos olvidar los montajes realizados en la desaparecida Sala Imperdible del barrio de San Lorenzo —desde Un poeta en Nueva York a La noche oscura, pasando por Réquiem 21 K626—, así como el ciclo de personajes históricos sevillanos, que durante años tuvo lugar en los jardines del Alcázar —allí se atrevió con iconos como Pedro I, Isabel la Católica, Carlos V o Pablo de Olavide—. Por tanto a nadie escapaba que, en el año de su efemérides, Bartolomé Esteban Murillo estuviese en el punto de mira de Producciones Imperdibles.

Un rincón idílico

Llegados a este punto uno se pregunta: ¿cómo trasladar la pintura de Murillo a los escenarios sin caer en la autocomplacencia? Y yendo más allá, ¿cómo hacerlo de manera novedosa y atractiva para el público del siglo XXI? Para empezar, acudiendo al patrimonio histórico de la ciudad, ese que tantas veces José María Roca ha sabido aliar con su propia inventiva. En este caso el convento de Santa Clara, sede de una de las exposiciones más brillantes dedicadas al artista, y cuya Torre de Don Fadrique continúa siendo uno de los lugares menos conocidos y valorados de la urbe. Un rincón idílico donde Producciones Imperdibles despliega todo su potencial creativo bajo la marca Los niños de Murillo, y que sin duda será punto de encuentro de los apasionados de la cultura este 2018. Y es que a través de este montaje, descrito por el propio José María Roca como «Danza-Video-Mapping», podremos sumergirnos en la faceta profana del pintor barroco. Esa en la que los pilluelos harapientos y piojosos «se reparten un melón robado, juegan a los dados o comparten almuerzo en aquella Sevilla que se hundía en la miseria, abrumada por los impuestos y la pujante rivalidad de Cádiz, tras la peste de 1649». Una temática jugosa que, además de ofrecernos un retrato fascinante y vívido de nuestro Siglo de Oro, nos permite ahondar en la sensibilidad del artista.

Flores, piojos y uvas

Estructurado en ocho partes, Los niños de Murillo es un montaje multidisciplinar en el que la danza convive con las proyecciones, y donde el discurso nos permite explorar una época irrepetible y plena de contrastes. En ese sentido, la apuesta de Roca se inicia con una introducción a la Sevilla del seiscientos, en la que la voz de Manuel Molina nos insta a recorrer el Puerto de Indias, la Casa de la Contratación, la Catedral con la Giralda y otros lugares comunes que dieron lustre y fama mundial a la capital del sur de Europa. Todo ello narrado a través de estampas bellísimas e ingeniosamente plasmadas sobre el monumento del siglo XIII. Seguidamente, los cuatro intérpretes —unos excelentes María José Villar, María Gómez Risquet, Iván Amaya y Carlos Camps— inundan el escenario para iniciar su particular juego. Este consiste en trazar, a través de coreografías, escenas plásticas en el aire, reeditando a su vez algunas de las más celebradas obras del pintor —desde la Vieja despiojando a un niño a la Muchacha con flores y la Gallina Ciega—. Un ejercicio elegante y repleto de buen gusto que casa a la perfección con la iluminación de Sergio Collantes y la selección musical del propio Roca. Así, y de manera acertadísima, los bailarines danzan al son de autores como Vivaldi, Monteverdi o Cazzati —todos ellos barrocos—. Igualmente, en este hermoso periplo por la obra del pintor, y merced a la videocreación, el público puede disfrutar de naturalezas muertas —flores, piojos y uvas— cobrando vida a través de su proyección en las piedras albarranas, las cuales, por sí mismas, dan la sensación de respirar. No en vano, uno de los objetivos de este proyecto producido en colaboración con la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, es, además de divulgar la figura de Murillo en el IV Centenario de su nacimiento, poner en valor el propio recinto.

Dos pases los fines de semana

Los niños de Murillo de Producciones Imperdibles tiene una duración de treinta minutos y podrá disfrutarse en el Espacio Santa Clara (c/ Becas) de miércoles a sábado, desde el 6 de junio al 28 de julio, con la excepción de los días 21 y 22 de junio. Mientras que los miércoles y jueves el horario es a las 22.30 horas, los viernes y los sábados habrá dos pases (a las 22:30 h. y las 23:30 h.). Asimismo los domingos 10 de junio y 1 de julio habrá representación a las 22.30 h. Por cierto que los asientos no están numerados, por lo que conviene ir con tiempo para coger un buen sitio —las tres primeras filas cuentan con butacas reclinables—.