«No existe el crimen perfecto, sino una mala investigación»
Tras atrapar a miles de lectores con «El mentiroso» y «En plena noche», Mikel Santiago (Portugalete, 1975) pone el broche de oro a su trilogía ambientada en el País Vasco con «Entre los muertos», un brillante thriller que le confirma como el maestro del género en España
«Estoy seguro que a cualquiera le gusta un buen crimen, siempre que no sea la víctima». Esta ocurrente frase, salida de los labios del maestro Alfred Hitchcock, nos anima a averiguar qué nos atrae tanto de la novela negra, o por qué una y otra vez buscamos los mismos ingredientes a la hora de escoger un libro. La respuesta, como es de suponer, puede explicarse desde la psicología, la cual nos señala que uno de los principales motivos por los que el género causa sensación en todo el mundo es porque los lectores desean ponerse en el lugar del asesino para entender cuáles son sus motivaciones. La segunda razón tiene que ver con el héroe de la novela, una figura a la que los lectores desearían emular. Y por último tenemos el ‘yo interior’, que es posible explorar a través de este tipo de libros, pues su lectura nos permite enfrentarnos al lado cognitivo y emocional más oscuro de nuestra alma. Ni que decir tiene que, para que este proceso se ponga en marcha, la novela debe poseer una mínima calidad y contar con un elemento imprescindible: la capacidad para atraparnos. Si a esto le sumamos unos personajes bien dibujados, una ambientación lograda y una trama brillante, de puro suspense, el éxito está asegurado.
Pues bien, Mikel Santiago es capaz de reunir todas esas virtudes y mucho más en sus ficciones, y la mejor prueba de ello es Entre los muertos (Ediciones B), el cierre de la Trilogía de Illumbe, iniciada en el año 2020 con El mentiroso y continuada en 2021 con En plena noche. Tres títulos que escogen como escenario el País Vasco —una región que el autor conoce bastante bien, pues es natural de Portugalete (Vizcaya)— y que pese a contar con tramas independientes que pueden leerse en cualquier orden, cuentan con la virtud de estar entrelazadas de manera tan sutil como ingeniosa.
Volviendo a Alfred Hitchcock, el hecho de recurrir al maestro del suspense para iniciar estas líneas no solo tiene que ver con el género negro sino también con el propio Mikel Santiago, el cual parece entablar un diálogo con el cineasta tanto al principio de su libro —el título Entre los muertos remite a De entre los muertos, subtítulo español de la película Vértigo (1958)— como al final —justo antes de los agradecimientos, el escritor ruega al lector que no desvele el final de la trama, como hizo en su día el realizador británico con Psicosis (1960)—. Esto nos da una idea de que hasta qué punto la obra del vizcaíno bebe de los grandes iconos del suspense clásico: al gran Alfred Hitchcock se suman Raymond Chandler, Agatha Christie y el mismísimo Stephen King. Nombres cuyas creaciones sobrevuelan inevitablemente el género, pero que en el caso de Santiago no ejercen de obstáculo para que desarrolle un estilo personalísimo. Muy al contrario, su voz fresca y desinhibida —ya en su primera novela, La última noche en Tremore Beach (2014), pudimos apreciar este rasgo— es su mejor carta de presentación, a lo que hemos de sumar un lenguaje directo, un tratamiento del tempo acorde a lo que se narra, y una excelente selección musical como telón de fondo, que lo confirman como el maestro del thriller en España.
Entre los muertos recoge todo lo mejor de Mikel Santiago —las de Illumbe son, probablemente, sus mejores novelas—, e incluso va más allá: saca a relucir su capacidad para reinventarse en cada título, en cada escenario y en cada personaje. En el caso de la protagonista, Nerea Arruti —una agente de la Ertzaintza que se ve envuelta en una trama donde nada es lo que parece—, sobresalen especialmente su vulnerabilidad y el hecho de exhibir sus aristas sin ningún tipo de complejos. Algo que ya pudimos apreciar con el protagonista de El mentiroso, y que el autor volvió a refrendar en las páginas de En plena noche. Esto nos lleva, de manera inevitable, a la segunda conquista de sus libros: en sus creaciones no existen héroes ni villanos, más bien gente corriente a la que la vida lleva por diferentes derroteros hasta desembocar en el bien o el mal, y cuyas decisiones dan pie a la trama criminal. Crímenes cotidianos —no cabe duda de que el vasco mira de reojo ese género de moda llamado domestic noir— en cuya recreación el lector se siente como en casa y donde la resolución final resulta tan natural como satisfactoria. Y es que, como dice el tío de la protagonista, «No existe el crimen perfecto, sino una mala investigación».