«Papas»: luces y sombras de los líderes de la Iglesia

Tras el éxito de ‘Medjugorje’, José María Zavala retorna a las librerías con «Papas» (Plaza & Janés), un fascinante recorrido por la historia del catolicismo a través de los nombres que han sucedido al apóstol san Pedro en el trono de Roma

22 nov 2021 / 08:30 h - Actualizado: 22 nov 2021 / 08:36 h.
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  • El papa Julio II, por Emile Jean Horace Vernet (1827).
    El papa Julio II, por Emile Jean Horace Vernet (1827).

El Diccionario de la Real Academia Española define, en su primera acepción, el término ‘papa’ como «Sumo pontífice romano, vicario de Cristo, sucesor de san Pedro en el gobierno universal de la Iglesia católica, de la cual es cabeza visible, y padre espiritual de todos los fieles». Axioma que José María Zavala, periodista y escritor con una larga trayectoria en medios como El Mundo y La Razón así como la publicación de cuarenta y cinco monografías y la dirección de cuatro películas, amplía e ilustra con la publicación de su último libro. Este se titula sencillamente Papas, si bien su subtítulo es toda una declaración de intenciones: ‘Tras los muros del Vaticano: del papel de Pío XII en la II Guerra Mundial a Francisco, el Papa mediador’. Y es que sus 400 páginas, publicadas por Plaza & Janés y escritas con el rigor, la amenidad, pero también la osadía a la que nos tiene acostumbrados, son la confirmación de que, en la actualidad, el madrileño es uno de los mejores divulgadores de nuestro país.

Lino, el primer sucesor de Pedro

Papas es, ante todo y sobre todo, un viaje en el tiempo. Un periplo fascinante que, de modo didáctico y eficaz, arranca en el siglo I con la figura de Pedro —el apóstol que negó a Cristo y que, tras un profundo arrepentimiento, se convirtió en líder de los cristianos—, y concluye con el pontificado de Francisco, figura de la que Zavala destaca «su cercanía» y «sus gestos». Entre ambos median más de 2000 años, periplo en el que se han sucedido 264 papas y 266 papados (Benedicto IX accedió al trono de Roma hasta en tres periodos distintos) con sus consiguientes luces y sombras. Por falta de espacio, el escritor no se detiene en todos, pero sí recuerda sus nombres y sobre todo recorre las épocas en las que ejercieron su labor. Por ejemplo, de los «primeros papas» surgidos en los albores del cristianismo, Zavala cita a aquellos que aparecen en Contra los herejes, obra de Ireneo de Lyon datada en el año 180 que nos presenta a Lino, personaje en sintonía con san Pablo, nombrado sucesor de san Pedro en el año 64. A este le siguieron Cleto, Clemente, Evaristo, Alejandro, Sixto, Telesforo, Higinio, Pío, Aniceto, Sotero y Eleuterio. «Una docena de nombres... ¡Como los doce apóstoles!», en palabras del autor.

«Papas»: luces y sombras de los líderes de la Iglesia
José María Zavala dedicando ejemplares de su libro.

De los «antipapas» al Santo Patrón de los Arqueólogos

Más adelante, y de modo igualmente certero, Zavala analiza la figura de los «antipapas» o papas «elegidos irregularmente en oposición al legítimo», quienes, según el Diccionario de Trévoux (1704), ascendieron a 28. Concretamente, el periodista refiere el caso de Novaciano, personaje nacido en Asia Menor que en el año 251 se autoproclamó líder de la Iglesia y que, según un documento de la época, llegó a ser poseído por el mismísimo diablo. Tal fue su estado de confusión tras este funesto episodio que el susodicho dio lugar a una secta bautizada con su propio nombre, los «novacianos», cuyos miembros, según San Cipriano, «no admitían el credo católico al mantener la firme actitud de que la Iglesia carecía de la facultad para conceder la absolución en determinados casos». Como curiosidad, el responsable del exitoso libro sobre el Padre Pío añade que este movimiento herético se caracterizó «por su excesivo rigor, sobre todo en la doctrina penitencial, extendiéndose hasta el siglo VIII por toda la Iglesia, desde la Galia e Hispania, hasta Egipto y Constantinopla».

Dando un salto en el tiempo, Papas nos sorprende con el capítulo dedicado a san Dámaso, un personaje inefable al que Zavala califica de «Indiana Jones del siglo IV» que en su lucha contra el arrianismo trató de evitar la desunión de una Iglesia que «a veces tendía a desmembrarse». Asimismo instituyó el rezo del Gloria Patris, se rodeó de colaboradores como san Jerónimo y se empeñó en que todos los obispos reconocieran la autoridad incuestionable del líder de Roma. Aunque, sin duda, su aportación más llamativa fue recorrer cada palmo de las catacumbas romanas en busca de las sepulturas de mártires que se hallaban «mal selladas», y disponer la reforma y secado de dichas cuevas para mejorar la conservación de aquellos restos humanos abandonados a su suerte. Una labor que, según José María Zavala, le hizo ganarse a pulso el nombramiento de Santo Patrón de los Arqueólogos, con permiso de santa Elena.

«Papas»: luces y sombras de los líderes de la Iglesia
Pío VII, el papa que plantó cara a Napoleón.

El peor de todos los pontífices

Uno de los apartados más curiosos de la obra es aquel dedicado a Juan XII, calificado por el estudioso francés Fernand Hayward como «el peor de todos los pontífices que se han sucedido en la cátedra de Pedro». Este se llamaba Octaviano de Túsculo y accedió al trono romano en el año 955, siendo el papa número 130 de la Iglesia católica. Según se recoge en el trabajo Histoire des Papes (1929), dicho personaje, en lugar de visitar iglesias, «pasaba sus días y noches jugando, cazando o en orgías...». Zavala refiere además la opinión de Liutprando de Cremona, quien daba cuenta en su obra Antapodosis (958) de la cadena de adulterios de este singular pontífice con la concubina de su padre, Estefanía, y hasta con su propia sobrina. «Hizo del palacio sagrado una casa de meretrices», sentenció sin pelos en la lengua.

Papas también se detiene en figuras carismáticas, como Pietro di Murrone, el ermitaño convertido en papa que pasaría a la historia con el título de Celestino V (siglo XIII), o Julio II (siglo XVI), mecenas de los artistas más prometedores del Cinquecento —desde Rafael Sanzio a Miguel Ángel Buonarroti—. Otra historia curiosa es la de Pío VII, a quien Napoleón Bonaparte mandó detener tras la toma de Roma en 1808. Como bien explica Zavala, el papa había rechazado con todas sus fuerzas el decreto que le arrebataba todo el poder sobre sus estados con la publicación de una bula «en la que castigaba con la excomunión inmediata a todos aquellos que se comportasen de modo violento contra la Santa Sede». Bonaparte no solo se burló de esta medida, sino que mandó recluir al pontífice en Savona durante tres años, pese a lo cual, Pío VII se negó a nombrar obispos en Francia, como deseaba el emperador. Tras veintitrés años, cinco meses y seis días de pontificado, el anciano papa falleció el 20 de agosto de 1823, dándose la circunstancia de que el carcelero que lo confinó acabó sus días en la misma prisión que Napoleón: Santa Elena.

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