No debemos disfrutar de la voz de Plácido Domingo porque afirman veinte mujeres que les invitó a ir a su hotel, porque les insinuó cierto deseo sexual. No sabemos si es cierto o no, pero por lo que se ve, hay que escapar de la voz de Plácido Domingo por si parecemos machistas o poco involucrados con la causa del #MeToo. De hecho, el tenor ha anunciado que se retira de la producción de «Macbeth» que tiene programada para hoy mismo el Metropolitan Opera de Nueva York.
Tampoco deberíamos leer a Faulkner. Este escritor abría las cartas privadas mientras trabajaba en una oficina de correos intentando encontrar buenas historias. Y su relación con las mujeres no fue del todo correcta. Se le tachó de misógino en varias ocasiones. ¿Qué hacen ustedes leyendo a William Faulkner? No sabemos si era o no era un tipejo que despreciaba a las mujeres, pero algo nos suena y aún seguimos con sus libros en las estanterías pudiéndolos quemar en cualquier momento.
Deberíamos poner en cuarentena todo lo que hicieron nuestros padres durante su juventud. Por lo que parece, el piropo y querer pegarse a la dama mientras bailaban era algo comprobado y totalmente cierto. Tal vez, alguno de ellos besó a la mujer sin pedir permiso unos minutos antes y por escrito. Vaya banda de desalmados esos padres de antes.
¿Les parece todo esto de un puritanismo desbocado? Claro, es que lo es. Es ridículo, es estúpido, es una forma de acabar con la reputación de uno de los mejores cantantes de la historia sin una sola prueba. Ya lo he dicho más veces: Plácido Domingo ha sido eso que llamamos ligón; seguramente un mal ligón. Solo eso. Pero, de momento, al que le han destrozado el final de su carrera es a él. Desde luego, si no sabemos distinguir entre lo que es acoso y flirteo, apaga y vámonos.
¿Van ustedes a dejar de leer a Faulkner? ¿Van ustedes a dejar de hablar a su padre o van a cambiar el recuerdo que les quedó de él? No ¿verdad? Pues eso.