Especial cine de Terror

«¿Quién puede matar a un niño?»: Amores que matan

El terror en España, desde los años 70, tuvo un nombre propio: Narciso Ibáñez Serrador. ‘¿Quién puede matar un niño?’ fue el segundo y último largometraje que rodó. Ingenio, sugerencia, evocación y terror. Con todas las limitaciones técnicas del mundo y un guion algo irregular, Ibánez Serrador conseguía un trabajo excelente

24 oct 2020 / 12:29 h - Actualizado: 24 oct 2020 / 12:42 h.
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Los niños y el terror, formando conjunto, siempre han funcionado de maravilla en las pantallas de cine. No existe nada que inquiete más a un adulto que el dolor que puede causarse a un niño. Buscando ese efecto, Ibáñez Serrador arranca «¿Quién puede matar a un niño?» con escenas reales en las que los niños mueren, son golpeados y abandonados, en las distintas guerras del sigo XX. Además, aporta una macabra contabilidad que se mezcla con los créditos del comienzo.

El guion de la película lo firmó el propio realizador junto a Luis Peñafiel y era adaptación de una novela de Juan José Plans que se titulaba «El juego de los niños». El presupuesto con el que contó Ibáñez Serrador fue muy limitado y eso se deja notar en aspectos técnicos que podrían haber algo mejores. Estamos hablando de una película del año 1976 y esas limitaciones eran una constante, pero la puesta en escena, por ejemplo, podrían haber sido algo mejores.

Fueron cuatro las localizaciones que eligió el realizador: Ciruelos (Toledo), Almuñecar (Granada), Sitges (Barcelona) y Menorca (Islas Baleares). El sol es un gran protagonista de la cinta junto al blanco de las casas. El horror que nos preparan contrasta claramente con un paisaje idílico.

«¿Quién puede matar a un niño?»: Amores que matan

Lo que cuenta «¿Quién puede matar a un niño?» es cómo una pareja de turistas se encuentra con un grupo de niños en una isla del mediterráneo español. Los adultos no están por ninguna parte y si aparecen es para convertir la trama en un agujero negro. Algo ha sucedido en la isla que ha convertido el juego de los niños en una sucesión de crímenes. Y el amor que un adulto debe a un niño impide una reacción de defensa. El mundo se rinde a los pies de los más pequeños.

Ibáñez Serrador nos coloca ante la situación injusta que viven los niños en el mundo, ante la imposibilidad de que eso cambie salvo que sean esos niños los que actúen; el realizador nos coloca ante nuestra forma de entender la niñez y nuestra incapacidad para despojarla de estereotipos. Y nos coloca ante el crimen y su posible castigo, ente un andamiaje moral bastante enclenque que sostenemos en Occidente como buenamente podemos.

«¿Quién puede matar a un niño?»: Amores que matan

El terror psicológico aparece desde muy pronto en la película. Ese es el campo en el que mejor se movía Chicho Ibáñez Serrador. Sugería mucho más que lo que mostraba; dejaba espacio al espectador para que fuera él mismo el que dibujase el universo que tenía delante. Pero en esta cinta tenemos suspense y terror puro y duro.

Un aspecto muy destacable es la partitura que escribió Waldo de los Ríos para la película. Ecos, risas de niños, elementos electrónicos y nada de invasiones injustificables. Es el ingrediente necesario para que el conjunto funcione como un reloj.

La fotografía de José Luis Alcaine, en color y escope, recuerda mucho a las películas realizadas para la televisión. Hoy nos parece algo cutre. Pero son defectos que hay que considerar en su contexto porque algunos aspectos son una maravilla. Por ejemplo, a veces parece que tenemos delante postales; a veces la evocadora imagen de una barca navegando en solitario nos emociona.

«¿Quién puede matar a un niño?» es un clásico del cine de terror español. Y lo es por méritos propios. Mal rollo y angustia a espuertas. Tienen que echarle un vistazo.

«¿Quién puede matar a un niño?»: Amores que matan