«Julio Muñoz Gijón, más conocido en twitter como @RancioSevillano, ha sabido plasmar como sólo un periodista sevillano sabría, ese difícil y poco comprensible para foráneos escenario de una Sevilla en permanente equilibrio, que obliga al ciudadano a estar permanentemente tomando partido en esa dicotomía sentimental forzadaque ya forma parte incluso de los discursos oficialistas. Un espacio en el que un sentimiento exacerbadamente inmovilista que no duda en recrear un pasado que de puro exagerado es totalmente ficticio, choca con una modernidad en muchas ocasiones sobrevalorada, malentendida, y por qué no decirlo, un poco paleta y provinciana». En estos términos se refería Amparo Cantalicio, gestora cultural y especialista en marketing y comunicación online, al, por entonces, desconocido autor de El asesino de la regañá, Julio Muñoz Gijón. Por aquel entonces —enero de 2013—, la novela se exhibía en las librerías con su primitivo formato, aquel cuya cubierta aparecía salpicada de sangre; mientras que el autor permanecía en un misterioso anonimato, cual personaje de su delirante trama. El resto de la historia es bien conocida por todos. De la autopublicación, la obra dio el salto a la edición tradicional y las secuelas se sucedieron con enorme éxito. Primero en el sello Almuzara, y más tarde en El Paseo Editorial; sumándose además una serie de televisión en Canal Sur, una adaptación al teatro —aún sigue agotando las entradas allá donde se programa— y varios productos relacionados.
Una historia marcada por la familia y los recuerdos
Siete años después de «la regañá», y con varios miles de libros repartidos por toda la geografía, el ya popular Muñoz Gijón se atreve con un lanzamiento doble: una novela titulada Tinnitus (3 horas de vida)y la agenda Rancia; ambos publicados por quien fuese su descubridor y editor de cabecera, David González Romero. En el caso de la primera nos hallamos ante una verdadera ‘revolución’ en el modo de entender y expresar la literatura por parte del autor. Concebida como un drama sentimental con tintes de suspense, y numerosos guiños al lector, ya su título sorprende. Según la RAE, el ‘tinnitus’ sería aquella «sensación auditiva que consiste en percibir sonidos que no proceden de fuentes externas». Una suerte de zumbido permanente con que el sevillano marca a fuego a su protagonista, Irene Redondo, y teje una historia marcada por la familia y los recuerdos. Narrada de manera prácticamente epistolar —en lugar de cartas el autor se vale del correo electrónico—, Tinnitus posee numerosas capas, pudiendo leerse tanto desde el prisma del vanguardismo como un sutil ejercicio millennial, siendo la poesía el hilo que lo vertebra todo. Entre los aspectos a destacar sobresalen las propuestas de lectura que encabezan la mayoría de sus capítulos («Antes de leer, busca uno de tus álbumes de fotos de familia antiguos. Revisa fotos con niños delante de tartas, de vacaciones con ropas de otras épocas, de gente que ya esté muerta y que sonríe por arriba y se reprime por debajo. Y ahora lee»); las continuas referencias a una Sevilla desaparecida, y el escogido repertorio musical —por sus 160 páginas desfilan desde Broken Twin a Maga, pasando por Joaquín Sabina—. Otros de sus aciertos son las microhistorias que jalonan el texto —la del perfume de Napolén es deliciosa—, los curiosos apuntes biológicos y, muy especialmente, la presencia de neologismos, que inevitablemente nos recuerdan al Cela de la versión cinematográfica de La colmena —Matías Martí, «inventor de palabras»—. En suma, un giro de 180 grados en la trayectoria del autor que, pese a su complejidad temática y formal, cuenta con pasajes muy meritorios.
De Chiquetete a Los Coloniales
La segunda propuesta retoma la línea de anteriores trabajos del periodista y escritor, y se presenta en forma de agenda «de sevillanas maneras». Ya su cubierta, que bebe del extraordinario trabajo de Jesús Alés, nos invita a descubrir un interior plagado de citas, tuits y comentarios marca de la casa. Así, los interesados podrán hacer un simpático recorrido por el imaginario popular de la ciudad, en el que no faltan futbolistas, cantantes, costaleros, contadores de chistes, mitos del callejero o leyendas de la farándula. Todos con un denominador común: el buen humor y su devoción por la capital de Andalucía. Así podemos encontrarnos con los archiconocidos Silvio, Paco Gandía y El Pali —auténticos tótems en el microcosmos de @Rancio—, pero también con Chiquetete, Carlos Jesús-Micaé o el productor cinematográfico Gervasio Iglesias. Un aspecto muy original son las preguntas planteadas al inicio de cada página («¿Dónde estaba la discoteca SVQ»), el repaso a comercios hispalenses que ya no existen —desde el Virgin Megastore al Mark & Spencer— o las alusiones a la gastronomía local. Para completar el pack, la agenda Rancia cuenta con tiras cómicas que, utilizando a iconos del star system, buscan sacarnos una sonrisa («¿Mesa en Los Coloniales? Eso sí que es una Misión imposible, compadre», reza un Tom Cruise circunspecto y al teléfono); pero también con ilustraciones de Pablo Vallejo o etiquetas de Cosmonauta. Todo sea por ampliar, aun más si cabe, el universo creado por Muñoz Gijón.