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miércoles, 27 septiembre 2023

Relato de verano: ‘Dos días, ocho horas y veinte minutos’ (Parte 2)

Un asesino busca víctima. Una mujer policía de un pueblo toledano sueña con detener al tipo más buscado del país. Pero el pueblo es pequeño, ella es morena y el asesino mata rubias. ¿El destino hará su magia?

19 ago 2023 / 23:22 h - Actualizado: 19 ago 2023 / 23:22 h.
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  • Relato de verano: ‘Dos días, ocho horas y veinte minutos’ (Parte 2)

Día uno de dos. 13.00 horas

Apaga el motor. Espera a que llegue el encargado y le pide que llene el depósito. Desde la gasolinera se puede ver el pueblo que descansa en el fondo de un pequeño valle. Es un pueblo de mierda, piensa. Si tuviera un coctel molotov, gigante y a mano, lo incendiaría de inmediato. Paga en efectivo. Siempre lo hace con lo que afana a las rubias, a las difuntas. Suelen tener unos euros en el bolso. Luisa tenía 23 euros y cincuenta céntimos. Lo mismo que de inteligencia. Evita utilizar la tarjeta siempre que puede. Es necesario destruir el patrón. Si la tarjeta se usa lejos del crimen, mejor. El encargado le pregunta si es viajante o algo así; y le recomienda dormir en la pensión ‘La Ponderosa’. Omite decir que es la de su hermana. Que su cabello sea oscuro, casi negro, también lo omite porque no sabe con quién habla. Está limpia y se come de muerte. Eso sí lo dice porque el negocio va regular y quiere echar un cable sin saber que está enviando a un zorro al centro del gallinero. ¿De muerte?, pregunta. Qué cosas, exclama con media sonrisa dibujada con cinismo. Mira el reloj de muñeca y decide probar esa comida y esas sábanas. Total, será una noche y nada más.

16.00 horas

El compañero de Jacinta no deja de hacer ruiditos con la lengua, de esos que suenan cuando alguien trata de acabar con los restos de comida entre los dientes. La muestra de cerámica ha resultado ser, efectivamente, una muestra aunque de la propia muestra. Todo lo expuesto se podría llevar de un lado a otro en un carro del súper. Los paseantes y posibles compradores llegan con cuentagotas.

- ¿En qué piensas, Jacinta? ¿Te ha dejado descolocada algún botijo?

- Me voy a teñir de rubio.

- ¿Y eso? El moreno te hace juego con las botas reglamentarias.

- Eres gilipollas, querido. Siendo rubia, una puede ser famosa de un día para otro.

Los dos policías locales pasean entre los puestos casi vacíos. En uno de ellos se venden unos espejitos bastante apañados. Concretamente, dos. Tres metros cuadrados de mesa y en el centro dos espejitos. Jacinta se mira en uno de ellos, en el que le parece que es un poco más grande. Ya se puede ver con el pelo rubio, alisado, cortado con perfección. Lo llevará suelto y no en una coleta o en un moño despeluchado. Se ve atractiva, llamando la atención. Matar a una policía de pueblo no es cualquier cosa y seguro que le atrae la idea. Piensa en cómo caerá en su trampa. Si fuera tan listo como quiere parecer estaría diseñando puentes y no ahogando a un puñado de pobrecillas.

- Oye, Fabián, ¿por qué las rubias son tan atractivas para los hombres?

- Por el cine. El porno, ya sabes. Y, además, las morenas recordáis a las antiguas y eso te lleva el pensamiento hasta la miseria.

- Fabián, efectivamente, eres gilipollas. Por cierto ¿no hay actrices porno que sean morenas?

- Sí, pero pasan desapercibidas. Las rubias suelen tener las tetas enormes.

Desapercibidas, piensa. Quiere hacer de cada asesinato una performance. Menudo cabrón, murmura. Le imagina levantando la mano después de cada muerte, como para llamar la atención.

- A ver, Fabián, ¿entonces el asesinato de una rubia es más espectacular? ¿Es eso lo que se puede llegar a pensar?

- Claro. Si la víctima es morena es todo como más antiguo. Se podría contar en blanco y negro. Las rubias piden color y un encuadre espectacular. Además, tienen las tetas enormes.

- Fabián eres gilipollas. Y un cerdo.

Jacinta sabe que está hablando con un paleto armado, con un hombre que cree entender el mundo femenino porque ha visto todas las películas de James Bond y las grandes joyas del porno. Pero es un hombre y casi todos piensan de forma parecida.

Teclea el teléfono de Lauri. Esa misma tarde le puede hacer un hueco para teñir, cortar y peinar.


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