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«Rusalka»: La magia y la realidad

El trabajo del Teatro Real de Madrid es fascinante. Con valor, con ganas de hacer de la cultura algo verdaderamente importante en estos tiempos, nos acercan a una producción estupenda de ‘Rusalka’, la mejor ópera de Antonín Dvorák

16 nov 2020 / 12:00 h - Actualizado: 16 nov 2020 / 12:12 h.
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  • En el centro, la soprano lituana Asmik Grigorian. / Fotografía: Monika Rittershaus
    En el centro, la soprano lituana Asmik Grigorian. / Fotografía: Monika Rittershaus

Las tardes ya son frescas en Madrid. Y el cuerpo pide mesa camilla, manta y tranquilidad. O una tarde-noche maravillosa de ópera en el Teatro Real. Todo lo lejos de la Covid-19 que sea posible. Y es que los teatros se están convirtiendo en lugares seguros: medidas de control cuidadosas y estrictas, todo el mundo con mascarilla y una actitud de los espectadores digna de elogio.

La caja escénica del Teatro real se ha convertido en el hall de un antiguo teatro. Lo sabemos porque allí vemos una taquilla; lo sabemos porque allí hay todo tipo de personajes; lo sabemos porque allí va a pasar algo. Dicho de otro modo, la caja escénica del Teatro Real de Madrid se convierte en una especie de lugar en el que pasa la vida misma, la de todos nosotros. En ese hall se cuelan las piedras gigantescas para que recordemos que la fusión entre naturaleza y en lo que nos hemos convertido y hemos convertido nuestro hábitat, es necesaria, imprescindible. Así, también logramos un espacio para que lo real y lo figurado, la idea y la cosa, lo material y eso que solo podemos intuir, se puedan fusionar ya que no hay otra forma de entender la realidad.

«Rusalka» es una ópera de Antonín Dvorák y libreto de Jaroslav Kvapil que se inspiró en el cuento de Hans Christian Andersen «La sirenita». Este es un cuento famosísimo que, por ejemplo, la factoría Disney convirtió en película de animación de gran éxito.

«Rusalka»: La magia y la realidad
En el centro, Karita Mattila enarnando a ‘la princesa extranjera’. / Fotografía: Monika Rittershaus

La ópera de Dvorák es preciosa, equilibrada en su estructura, soportada por una narrativa musical exacta. Si a esto le sumamos que la soprano que interpreta el papel de Rusalka, Asmik Grigorian, está espléndida, tanto al cantar como desarrollando el arco dramático como actriz; si a esto le sumamos que el tenor norteamericano, Eric Cutler (recién operado del tendón de Aquiles aunque con el arrojo suficiente para subir al escenario y moverse de un lado a otro), canta bien y desarrolla un registro amplio y robusto sobre todo con los agudos; si a esto le sumamos que Karita Mattila (la princesa extranjera que ha de parecer un espanto y lo parece) cumple sin problemas aunque su voz no es lo que era hace unos años; si a esto le sumamos que Katarina Dalayman (una Ježibaba solvente convertida en taquillera del teatro) está francamente bien; y si a esto le sumamos que Maxim Kuzmin-Karavaev (Vodík) no desentona respecto al resto del reparto; tenemos una función extraordinaria.

Hay que destacar la labor de la soprano. Es algo especial por su forma de controlar el histrionismo al que invita un papel que requiere de un lenguaje corporal enorme (Rusalka pierde la voz a cambio del amor); es especial porque la expresividad se une a una voz muy bonita que luce igual de bien en todos los puntos del registro; y es especial porque logra que veamos a Rusalka, que sintamos como Rusalka, que entendamos sus motivaciones. Hacía mucho tiempo que no se veía una cantante sobre el escenario del Teatro Real con una capacidad interpretativa como actriz tan elevada.

«Rusalka»: La magia y la realidad
Asmik Grigorian como Rusalka. / Fotografía: Monika Rittershaus

Ivor Bolton, el director musical, logra que la Orquesta Titular del Teatro Real suene bien, buscando siempre arropar a los cantantes. La arpista, que tiene un papel muy destacado en esta partitura, estuvo especialmente bien. Tanta es la importancia que tiene que la han colocado sobre una tarima desde donde se le puede escuchar y ver en un extremo de la sala.

El coro, como de costumbre, muy bien.

El Teatro Real está demostrando que se pueden hacer las cosas y que se pueden hacer muy bien. Es de agradecer el inmenso esfuerzo económico y humano que realizan día a día para que la cultura siga viva y continúe siendo uno de los factores con los que estamos superando la crisis mejor que peor.

La belleza de la ciudad es otra al salir de la ópera. No solo los cuentos de hadas son mágicos. La realidad lo es. Ya lo creo que lo es. Si supieran algunos lo que están haciendo por nosotros...