«Siegfried»: El mundo según Wagner

Una ópera espléndida, en un marco espléndido, y a una hora intempestiva impuesta por el SARS-CoV-2. No hay nada que se pueda comparar a una ópera de Wagner y eso lo sabe el que se levanta de una butaca después de haber disfrutado de este espectáculo único

15 feb 2021 / 18:24 h - Actualizado: 15 feb 2021 / 18:49 h.
"Ópera","Críticas"
  • Andreas Schager (Siegfried). / Javier del Real
    Andreas Schager (Siegfried). / Javier del Real
  • Andreas Schager (Siegfried) y Ricarda Merbeth (Brünnhilde). / Javier del Real
    Andreas Schager (Siegfried) y Ricarda Merbeth (Brünnhilde). / Javier del Real
  • Martin Winkler (Alberich) y Tomasz Koniecczny (el viandante). / Javier del Real
    Martin Winkler (Alberich) y Tomasz Koniecczny (el viandante). / Javier del Real
  • Tomasz Koniecczny (el viandante) y Andreas Conrad (Mime). / Javier del Real
    Tomasz Koniecczny (el viandante) y Andreas Conrad (Mime). / Javier del Real
  • Tomasz Koniecczny (el viandante) y Andreas Conrad (Mime). / Javier del Real
    Tomasz Koniecczny (el viandante) y Andreas Conrad (Mime). / Javier del Real

Día de estreno en el Teatro Real. Un sonido especial, ese runrún que acompaña los momentos previos a los grandes acontecimientos se escucha con claridad. Son las cuatro y media de la tarde. Con esto de la pandemia todo se ha convertido en un galimatías de horas de entrada y de salida y de llegada a casa. Pero suena el runrún.

El ser humano no hubiera entendido el mundo si no fuera por eso que llamamos mito. Un mito no es otra cosa que la explicación a través de la ficción narrativa de una realidad que afecta al ser humano. Y es lo que tiene que ver con la esencia de las personas, lo más perteneciente al ser humano. Richard Wagner lo sabía y por eso indagó tanto en ese territorio. Y mucho cuidado con lo que hizo Wagner porque influyó decisivamente en la filosofía de Friedrich Nietzsche. Las consecuencias son conocidas por todos porque Hitler leyó al filósofo, interpretó algunas cosas bastante mal y pasó lo que pasó. No estamos hablando de cosas anecdóticas o sin importancia.

«Siegfried» es una ópera extraordinaria. Es pura mitología. El mito del héroe y el dragón, está. El mito de la creación está. Todo mito que sea enorme está de una forma u otra. Arropado por una partitura inmensa en todos los sentidos, llena de matices; una partitura en la que los elementos más insignificantes se cuidan como si fueran los más importantes de la historia de la música. Es una ópera que se estrenó en el Festspielhaus de Byreuth el año 1876, en el Teatro Real en 1901 y que, ahora, vuelve al escenario de esta especie de paraíso mundial de la ópera en la que se ha convertido el Teatro Real. Si ya parecía que las complicaciones no podían ser más intensas y más extensas, toda era un error porque claro que esta travesía podía ser mucho más difícil. No obstante, el trabajo bien hecho solo puede tener recompensas y así está siendo.

«Siegfried»: El mundo según Wagner
Andreas Schager (Siegfried). / Javier del Real

«Siegfried» encanta. Por lo que es, desde luego. Pero, en este caso, por como la presentan y por como de atractivo e intenso resulta el conjunto.

La disposición de la Orquesta Titular del Teatro Real, ocupando el foso y seis palcos, es más que atractiva y permite escudriñar el sonido desde otros lugares. El que escribe percibió los matices con una claridad insólita. Estamos hablando de cinco horas en un recinto cerrado, y de una exigencia muy alta. Pues, aun así, los músicos lograron sacar lo mejor de sí mismos para regalar un sonido sólido y cuidado. La dirección musical de Pablo Heras-Casado ha mejorado mucho y, con algunas faltas en pasajes determinados que quedaban un poco opacos, el conjunto es muy estimulante.

Por su parte, los cantantes estuvieron a gran nivel. Andreas Schager (Siegfried) estupendo. Y es muy meritorio que así sea porque no es un tenor de voz preciosa; sin embargo, interpreta su papel con una solvencia poderosa. En el último acto, junto a Ricarda Merbeth (Brünnhilde), es cuando menos luce. Y es que los agudos de la señora Merbth se descontrolan y rozan el grito y, creo yo, afean todo lo que hay alrededor. Andreas Conrad logra un Mime muy bien construido tanto en el aspecto vocal como por el desarrollo de su arco dramático. Okka von der Damerau (Erda) cumplió con facilidad igual que Martin Winkler (Alberich) y Jongmin Park (Fafner). No tanto Tomasz Koniecczny (el viandante) que anduvo algo dubitativo (especialmente junto a Oka von der Damerau en el escenario). He de decir algo sobre Leonor Bonilla (voz del pájaro en el bosque): esta mujer tiene una voz preciosa y, aunque pudiera parecer algo frágil, interpretando un papel más a su medida podría estallar como la cantante estupenda que creo que es.

«Siegfried»: El mundo según Wagner
Andreas Schager (Siegfried) y Ricarda Merbeth (Brünnhilde). / Javier del Real

En cuanto a la puesta en escena de Robert Carsen se pueden decir muchas cosas regulares, pero me parece injusto no resaltar el esfuerzo de intentar agarrar la idea de Wagner sobre el mito e intentar colocarlo en un mundo en el que nada se entiende cuando se ha destrozado. El bosque es una caverna, los árboles se han quedado reducidos a un tronco seco, todo se usa y todo se tira sin cuidado alguno... El mundo es incomprensible y no es un buen lugar para que hombres y mujeres intentan entender qué les sucede y por qué eso es así o de otra manera. Carsen enfría la imagen, tal vez en exceso, aunque la idea es más que interesante. Sí es más floja la disposición de los cantantes en el escenario. Demasiados paseos. Fondos del personaje principal que no se justifican de ninguna manera. Eso puede mejorar.

Merece la pena acercarse al Teatro Real. Una ópera de Wagner es otra cosa y la experiencia no se puede rechazar. Pero, además, tener el Teatro Real abierto, demostrando que se pueden hacer las cosas tan bien como para ser la envidia del mundo entero, y no intentar acudir a esta cita es una pena.

La salida ha de ser rápida porque el toque de queda hay que respetarlo. Madrid se vacía por momentos. Y nadie entiende nada porque se buscan respuestas en las tertulias de la televisión o en la barra de la tasca; y las respuestas están en el mito. Siempre han estado allí.