Teatro sin fronteras: performance, danza, historia

En el Teatro de La Abadía de Madrid ya se puede disfrutar del ‘Best of Be Festival 2016’, la nueva edición de este festival que selecciona los mejores tres espectáculos del Festival Internacional de Birmingham. En esta ocasión, ha sido una performance alemana y dos propuestas italianas las seleccionadas. El resultado: una explosión de humor, ironía y reflexión.

29 oct 2016 / 12:29 h - Actualizado: 28 oct 2016 / 11:44 h.
"Teatro","Teatro Aladar"
  • «Situación con brazo en alto» (Oliver Zahn). / El Correo
    «Situación con brazo en alto» (Oliver Zahn). / El Correo
  • «Overload» (de Teatro Sotterraneo). / El Correo
    «Overload» (de Teatro Sotterraneo). / El Correo
  • «Quintetto» (de TiDA). / El Correo
    «Quintetto» (de TiDA). / El Correo

El Best of Be Festival 2016 abre con «Situación con brazo en alto» (Oliver Zahn). Se trata de una performance alemana que cuenta sólo con dos elementos (voz en off y actriz quieta, en una misma posición, que es el brazo en alto, típico símbolo del fascismo) para llevar adelante un objetivo profundo: hacer un repaso de este símbolo o gesto desde la Revolución Francesa hasta la contemporaneidad, con el fin, en última instancia, de pensar la relación entre arte y política. Para esto, comienza el repaso haciendo mención a la pintura «El juramento de los Horacios» de Jacques-Louis David, pasa por los siglos XIX y XX refiriéndose a la fotografía y el cine, para luego desembarcar en las figuras de D´annunzio y Mussolini. Entrada la obra a repasar el fascismo, con el cuerpo de la actriz en medio del escenario (cuyo personaje se llama Sara) padeciendo la tortura de no poder deshacer la posición de su brazo derecho (consecuencia que se lee claramente en su rostro), la voz en off relata las motivaciones de Mussolini por imponer este gesto corporal y las razones de esto: el cuerpo puede determinar la ideología, es decir, que a fuerza de la postura se alcanza la idea que implica. En este punto, la performance se refiere a la idea del dictador de la estetización de los cuerpos. Sara sigue en pie en el escenario y la voz en off que no se calla ni lo hará hasta no repasar en el siglo XXI la polémica generada en torno a la figura del artista alemán Jonathan Messe y el juicio al que se le sometió por hacer el prohibido saludo hitleriano. Queda claro: la performance no es sólo una reflexión sobre los límites del arte y las (im)posibilidades de éste de redefinir elementos que circulando por fuera de él quedan reducidos al triste y acotado campo del contexto normal y la pura realidad y la historia, sino también una puesta en escena (permanente, con una actriz estática sufriendo el dolor de la posición sostenida en el tiempo) de eso sobre lo que precisamente se repasa a través de los siglos para llegar al XXI y encontrarse con las fronteras de la prohibición. En última instancia, la frontera que hay que replantearse es la compleja y siempre controvertida entre arte y política.

Pero el festival es una fiesta. Las dos obras italianas cambian completamente de registro y «Overload» (de Teatro Sotterraneo) se propone como una obra teatral del género comedia que ironiza sobre la reducida capacidad de atención del ser humano, a sólo 8 segundos, en la era contemporánea, como resultado de las nuevas tecnologías. Es una brillante pieza que desde la ironía es capaz de mostrarnos lo más patético de la posmodernidad y lo más hipócrita del ser humano, que busca opciones para aliviar su culpa, pero que en el fondo es un imbécil. Nos reímos, nos partimos de risa, pero es triste también en tanto somos seres humanos identificándonos con todas las tonterías que los personajes hacen en escena: tener «voluntad Greenpeace» pero al mismo tiempo sacarnos fotos con los peces pescados estas vacaciones como si fuéramos gatos con su trofeo, desperdiciar comida que luego recogemos para donar a África, posar para fotos con sonrisas que lejos de expresar un estado de ánimo son el resultado muscular de pronunciar la palabra «patata». El público no sólo participa desde la risa y la identificación, sino que debe ponerse de pie cuando aparece un símbolo en escena, e incluso puede tirar verduras a los actores y actrices si considera que hay que abuchearlos (las mismas verduras que irán a África, por supuesto). ¿Acaso quedan dudas de que la obra sea capaz de todo esto?

Por último, el festival cierra con «Quintetto» (de TiDA), una performance basada en la danza contemporánea (de la que, por supuesto, también se burla, sobre todo si es belga) que cuenta con la participación del público para poder llevarse a cabo. La trama de la obra es: no hay obra. En este quinteto han fallado cuatro de los actores; como no les pagan, no les compensa viajar hasta Madrid para hacerla. El único que vino tiene que vérselas solo en el escenario. Por ello, contará con el público para conformar el equipo: no sólo de los cuatro bailarines que faltan sino el de luces y sonido también. De esta manera, alrededor de diez personas del público acaban en escena tratando de sacar adelante una obra que no será más que la constante preparación de la obra. No hay obra: esto es lo que viene a sentenciar este espectáculo cargado de ironía. Una oportunidad excelente para reflexionar sobre las nuevas formas del espectáculo y el lugar «privilegiado» de la performance; sobre el rol del público y la ruptura de la cuarta pared; sobre la precariedad en el mundo del arte y la cultura; sobre los cambios de lenguaje; sobre la improvisación, y sobre la muerte del teatro clásico.

Las tres obras juntas dan como resultado una excelente selección para conformar otra edición del Best of Be Festival, lúcida como siempre. Las tres juntas dialogan para poder hablar de la superación de las fronteras entre las diferentes disciplinas, así como entre escenario y público. Las tres nos interpelan.