Titanic, el hundimiento de toda una ensoñación

La noche que naufragó el RMS Titanic muchas cosas de hundieron con él. No solo las miles de maletas, de documentos o joyas. No solo los 1.189 cadáveres que nunca se recuperaron. Toda una época, toda una forma de entender el mundo

26 oct 2015 / 15:53 h - Actualizado: 26 oct 2015 / 15:55 h.
"Titanic"
  • Cubierta del Titanic en la que se pueden observar los botes salvavidas, insuficientes para todo el pasaje.
    Cubierta del Titanic en la que se pueden observar los botes salvavidas, insuficientes para todo el pasaje.
  • El barco medía 269 metros de eslora y 25 de manga.
    El barco medía 269 metros de eslora y 25 de manga.

El RMS Titanic tuvo una vida muy corta: cuatro días, diecisiete horas y treinta minutos. Ciento sesenta de esos minutos corresponden al tiempo que transcurrió desde el impacto con un iceberg hasta su hundimiento.

Con el Titanic se hundió una época entera, una idea de progreso y lujo que no tenía ni pies ni cabeza, un clasismo estúpido e injusto; occidente que, desde la arrogancia y un excesivo mirarse el ombligo, habían convertido el mundo en un gran campo lleno de esclavos.

Como casi siempre en este tipo de tragedias tan enormes, los errores se fueron acumulando hasta hacer inevitable que el barco más grande y lujoso construido hasta ese momento se convirtiera en el pecio más famoso de la historia.

Morgan Robertson en su novela The wreck of the Titan ya había relatado cómo un barco similar al Titanic naufragaba en un lugar parecido. El viaje narrado era justo al contrario que el realizado por el Titanic y las condiciones del océano mucho más hostiles. Tal vez si alguien hubiera leído la novela con atención podría haber pensado que ningún barco es insumergible. Y, sin embargo, la naviera White Star (propietaria del Titanic) vendió la idea contraria: era imposible que un barco como el Titanic pudiera naufragar.

Eran las 23.40 horas del 14 de abril de 1912 cuando el Titanic impactó con un iceberg en mitad del Atlántico Norte. La posición del barco era 41.44 N 50.24 W. 269 metros de eslora, 25 de manga, capaz de desplazar más de 52.000 toneladas, 159 hornos de carbón para alimentar 29 calderas que desarrollaban casi 60.000 caballos de fuerza, toneladas de los mejores alimentos que pudieran encontrarse. Y 2.224 personas a bordo sumando los pasajeros de primera, segunda y tercera clase, además de la tripulación. Los 17 compartimentos estanco que parecían asegurar la flotabilidad del Titanic comenzaron a inundarse de agua sin remedio. El iceberg había dañado el casco abriendo una enorme vía de al menos 100 metros.

¿Cómo es posible que ocurriera esta tragedia? Entre otras cosas, se recibieron varios avisos sobre la existencia de hielo en la ruta. Pudo ocurrir que alguno de los mensajes no llegara hasta el capitán Ewward John Smith; parece ser que un barco cercano al Titanic intentó avisar del peligro inminente y los radiotelegrafistas discutieron, por lo que el mensaje nunca llegó a transmitirse. Lo cierto es que el Titanic navegaba a una velocidad excesiva. Por si era poco, el oficial que, antes de zarpar, tenía en su poder la llave del armario en el que se guardaban los prismáticos (herramienta indispensable para localizar peligros) fue destinado a otro barco poco antes de zarpar el Titanic. El armario estaba cerrado, los prismáticos dentro y los dos hombres encargados de avisar en caso de ver algo que interfiriera la navegación tenían que conformarse con su capacidad visual.

Tras el impacto, parece ser que la valoración de los daños se hizo con lentitud. Cuando se ordenó evacuar el barco había pasado un tiempo precioso. Por si era poco, los botes salvavidas eran muy escasos y los pescantes funcionaron mal, por lo que más de la mitad del pasaje estaba condenado a morir ahogado. La reglamentación de la época no obligaba a llevar un número de botes tal que todos los pasajeros y tripulantes pudieran tomar uno en caso de emergencia.

Se ordenó que fueran los niños y las mujeres los que fueran ocupando su sitio en los botes salvavidas. En realidad, también fue importante que esas mujeres y niños fueran pasajeros de primera, segunda o tercera clase. Pagar 800 libras por el pasaje en primera clase parece que otorgaba derechos en todos los sentidos. Un fogonero que ganaba 2 libras a la semana era considerado por la clase alta como una especie de ser sin los derechos que da el dinero. Aunque más de un millonario no pudo contar su viaje. J. J. Astor, Isidor Straus y su esposa o Benjamin Guggenheim, son un ejemplo. Hay que decir que la señora Straus rechazó su puesto en el bote de salvamento para quedarse con su marido, como hicieron muchas mujeres aquella noche.

Las seis brechas que se habían abierto como consecuencia del impacto en las placas de estribor hicieron que el hundimiento del barco fuera mucho más rápido de lo esperado. El buque más cercano, el Carpathia, llegaría mucho después de producirse el hundimiento y solo podría rescatar a los 711 que habían tenido la suerte de ocupar un lugar en los botes. Botes que, por cierto, fueron desaprovechados al no ocupar toda la capacidad posible. Y botes, que por cierto, no regresaron para salvar a los que nadaban desesperados una vez que el Titanic había desaparecido. Solo uno regresó para encontrar hombres y mujeres congelados.

Se recuperaron 328 de los 1.517 muertos en el accidente. 306 una semana después del hundimiento cuando los encontró el buque Mackay-Bennett.

El hundimiento del Titanic ha dado lugar a una gran cantidad de leyendas, de misterios, de ocultaciones y de mentiras. Aunque, en realidad, es la suma de cientos de historias personales.