«Todas las almas»: Melancolía

Esta novela, adaptada al cine en 1996, logra introducirnos en un mundo del que se harían deudores escritores de la talla de Bolaño, quién con un sentido del humor más gráfico, situó «La parte de los críticos» como perfectamente emparejable con esta primera aventura literaria

04 ago 2020 / 09:33 h - Actualizado: 04 ago 2020 / 09:40 h.
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  • Javier Marias.
    Javier Marias.

Estamos, tal vez, ante la novela más melancólica de su autor, o de clima más mortecino. En ella, un narrador con intenciones poco claras nos habla de la voluntad de conquista a una mujer genuina, Clare Bayes, casada con la eminencia Cromer Blake, que se rodea a su vez de una serie de personajes entre lo extraño y lo puramente fantasmagórico, algo que desasosiega a quién trata de contar su historia, un profesor visitante de Literatura del Siglo de Oro español, en la cuna del conocimiento y la sabiduría británicas: Oxford. Si bien en un principio la distancia entre ambos amantes es honda y larga, poco a poco la vamos presintiendo como pesimistamente real, sin que se viva tragedia más que desde el recuerdo de la madre de ella en Nueva Delhi, por culpa de un amor tan puro como poco recomendable a según qué edades.

Es en las primeras aproximaciones entre ambos en fiestas y cenas donde el narrador se curte junto a personalidades del mundo académico como Halliway (un economista emocionado con su tesis doctoral sobre la sidra), Dewar (capaz de hablar más de una decena de lenguas extranjeras) o Toby Rylands, otro catedrático de vida sedentaria, cuya voluntad de recordar hasta lo no vivido en primera persona, prácticamente sostiene una presencia basada más en la inercia y la ausencia, que en ningún otro atributo cuantificable, y sobre el que Gracia Querejeta hizo una adaptación de esta misma novela en 1996.

Penetrar en el mundo de este narrador personaje, quién diferencia entre lo que es, fue y será con lo que pudo haberse pensado en cualquiera de estos tres tiempos verbales, nos introduce igualmente en un mundo donde la bibliofilia (a través del Reino de Redonda y la visita a librerías de viejo o anticuarias) y la búsqueda de ejemplares a vida y muerte de autores ingleses poco conocidos que se vieron publicados por la editorial Manchen (algo parecido en prestigio a la Goncourt francesa), siendo su buque insignia Gawsworth, cobra una importancia para el personaje (que no necesariamente el autor) muy parecida a la que de un modo enfocado más hacia la aventura practicó Pérez Reverte en “El club Dumas”.

No es este sin embargo y a pesar de lo que pudiera parecer, un libro sobre los libros, sino más bien sobre el conocimiento tanto vital como académico (y más lo primero que lo segundo) en un entorno que puede llegar a falsearlo más de lo que parece. Los personajes citados, tan de otro tiempo y a la vez encapsulados en el rito de enseñar, así lo hacen ver, mostrando una telaraña de intenciones donde prima la indolencia y la tranquilidad. Recordar la bondad a través de Terry Armstrong, que aparece encriptada tras bellas palabras y verbos grandilocuentes en inglés, es un ejercicio a través del que el personaje se acabará delatando a sí mismo, a sabiendas de que la muerte probablemente ya le había alcanzado por más que intentaba ante Clare, no desaparecer así de cualquier manera, ambos mirándose, dándose la espalda.

«Todas las almas»: Melancolía