Tuareg

Alberto Vázquez Figueroa no es uno de nuestros autores favoritos. Tal vez por lo caótico de muchas de sus propuestas, los anacronismos encontrados de resultas más del deber de publicar antes de que lo gozoso de escribir se imponga... Pero algunas cosas nos gustan de verdad

24 jun 2019 / 23:48 h - Actualizado: 25 jun 2019 / 00:03 h.
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  • Alberto Vázquez Figueroa. / EFE
    Alberto Vázquez Figueroa. / EFE

«Tuareg» (ignoro si también «Los ojos del tuareg» y «El último tuareg») supone una excepción que funciona como novela de aventuras a la vieja usanza (fue escrita en 1980) a pesar de tropezar con nombres y datos que a veces también interfieren en la peripecia del protagonista Gacel, tratándose además de un relato en el que sabe plasmar su visión literaria del viaje por el Sahara de un hombre con turbante que conoce desde la magia negra a la guerra, todo un buen puñado de escenarios interesantes que recorre junto a su familia y que se proponen al lector como algo a la vez seductor y peligroso al mismo tiempo.

El encuentro con animales salvajes, el desabastecimiento de recursos naturales y de los otros, un estudio pormenorizado de por qué los camellos se comportan como lo hacen, las obvias diferencias (se mete en la piel de un musulmán reconocible) de creencias religiosas o espirituales existentes, así como una intención por la que la trama pretende encausarlo en un crimen cuyo acusador acabará convirtiéndose en amigo, harán que Gacel se dé cuenta de que para vivir plenamente la aventura se necesita de un estado de necesidad y ligereza muy ajeno al acaparativo de nuestros días.

De alguna forma y como toda muerte es contradictoria, acercarse igualmente a una ciudad sin equipaje alguno puede llegar a ser temerario, pero es lo que hay, lo que queda tras una travesía por el infierno que no lo verá fenecer, pero le agotará hasta tal punto que esa primera idea de asesinato le resultará risible, al lado de lo que son capaces de hacer las aves carroñeras con muchos cadáveres encontrados.

Como si fuese una carrera de atletismo, en «Tuareg» prima la resistencia ante la necesaria urgencia o velocidad, si bien esta se acaba imponiendo como natural tempus fugit en el arco dramático del personaje.

Sin quedar cerrada su desaparición, el héroe tuareg llega a consecuencia de un tiroteo anunciado probablemente en Marruecos a un estado de ensoñación o paz, que le convierte en superviviente a su pesar. Dicen que después de morir, el ser humano es capaz de pensar algo más, siquiera incluso de hablar; sin llegar a este punto, el autor coge a su personaje y dejándolo en suspenso anímico, convierte al lector en cómplice de una desesperación que en realidad empezó mucho antes.

Periodista además, e inventor, el carisma del personaje público de Vázquez Figueroa es intenso y para nada fortuito, no en balde solo un aventurero que se precie es capaz de escribir un buen libro de aventuras, sea novela, crónica, de viajes...