Cuando Fernando F. Díaz nos presentaba en 2018 su primera obra como investigador, Atlántida encontrada y demostrada, el amanecer de Europa y Egipto, ya nos informaba de que, en su segunda parte, presentaría nuevas pruebas arqueológicas basadas en las obras de Homero. A través de esta entrevista tendremos la oportunidad de conocer sus nuevos descubrimientos, los cuales podrían llevarnos a desterrar mitos asentados desde hace siglos, e incluso a reescribir los libros de Historia.
Fernando, ¿cómo es que te decides a investigar Tartessos a partir de las obras de Homero?
Varios autores apuntaban, ya desde la década de 1920, que la Troya de Schliemann era un montaje; pero, sobre todo, fue al leer a un autor alemán, Jurgen Spanuth, cuando descubrí la esencia verdadera de las obras de Homero, conocidas y a la vez tan desconocidas. Homero dice que Troya y otras cien ciudades estaban en «Creta», nombre por el que entonces se conocía a Iberia. Lo cual nos lleva a concluir que la ciudad descubierta en el Bósforo en 1870 no es la auténtica Troya, pues además de estar separada de la actual Cnossos —en la isla griega de Creta— unos 550 kilómetros, y tratarse ambas de refundaciones, es imposible que esta última albergase cien ciudades. En consecuencia, las ruinas halladas por el arqueólogo alemán en la actual colina de Hisarlik, no son aceptadas como el escenario homérico por no cumplir ningún requisito. La prueba la tenemos en que el British Museum inauguró en febrero de 2020 una exposición titulada Troy, myth and reality, certificando que ni la Troya de Schliemann, ni otras posibles localizaciones en Anatolia (hoy Turquía), dan noticias de la guerra que narra La Ilíada de Homero y que cantó Virgilio. Se han excavado poblados, pero nunca se hallaron restos de esa contienda allí. Otro dato lo tenemos en el viaje de Agamenón desde Troya a Micenas rodeando el cabo Malea —mencionado en el canto cuarto de la Odisea—, el cual es inviable en el Egeo pero factible e histórico en Iberia, si consideremos ese cabo como Gibraltar. Según La Ilíada, Héctor fue corriendo, con su armadura, de Pérgamo a Troya; es decir, una distancia de 133 kilómetros —cuatro veces los 42 kilómetros que separan Atenas de Marathon, cuyo primer corredor, falleció—. Por tanto, la Troyayla Pérgamo del Egeo no son las que narró Homero.
¿Quiere esto decir que la toponimia griega se equivoca?
O al menos que ha de ser puesta en tela de juicio. Su Ítaca debería tener al lado una isla alargada llamada Duliquio y también mencionada en la Odisea, pero jamás encontrada en el Mediterráneo, porque estaba en el Atlántico; concretamente la he hallado en las Azores (Assores), en mi opinión el verdadero Pelopo-neso, que significa el archipiélago de Pelopo. En Grecia ni siquiera hace honor a su nombre, pues allí es continental.
Y en cuanto a Tartessos, ¿qué tiene que decirnos el autor de la Odisea?
Lo que descubro resulta fascinante: doy con las pruebas de algo que muchos andaluces y no andaluces intuíamos: que Huelva era Atlántida, Skeria y Tartessos. La realidad que encuentro es que Homero describe la zona de Huelva y Sevilla, las Azores, Madeira y las Canarias, con una perfección de detalles tal que, tras leer los cantos V y siguientes de Odisea —y observar que hablan de las dunas de Doñana—, es cuando me decido a investigar en profundidad el relato de Platón sobre la Atlántida. Por esa razón he dividido mi nueva obra en dos capítulos, el primero con pruebas arqueológicas basadas en su obra y en las de otros, y el segundo, con pruebas basadas en Homero. Así, descubro que Platón lo que nos habla realmente es de una serie de terremotos y un tsunami, documentado en nuestras costas (y en los muros derribados de Huelva) entre 1130 y 1107 a.C., y compruebo que especifica que «quedó a poca profundidad» (según su diálogo Critias). Además, verifico que Huelva tiene el diámetro (25 estadios, 4,5 km) y la distancia al mar (50 estadios, 9 km) que especifica Platón; pero sobre todo que Huelva está en la ruta del mineral, la de los dólmenes de Huelva, hasta el mar. Y tiene templos, murallas, y acueductos. En conclusión, Atlántida no puede estar donde a cualquiera se le antoje, solo puede hallarse entre la faja pirítica, única en el mundo (Tarsis, Sotiel, Riotinto) y su salida al mar (Huelva). Pero mis nuevos descubrimientos tienen que ver, más, con las obras de Homero.
«Capitales Imperiales de Tartessos» es el nombre de tu nuevo trabajo. ¿Por qué ese título?
Sencillamente por la localización de diez capitales de Tartessos, desconocidas hasta ahora, que demuestro en sus páginas, en base al registro arqueológico, el naufragio del Ulises histórico de Odisea en Huelva, y la relación de Homero con Andalucía (cosa que ya apuntaron varios autores). Además pruebo que las columnas de Heracles, a las que se refiere Platón, estaban en el río Odiel (el paralelo 37, como confirma Estrabón), que las obras de Homero tienen un escenario atlántico, y que las ciudades de Grecia fueron refundaciones posteriores o transposiciones que, al ser arrasada Andalucía —Avieno lo menciona en Ora maritima—, quedaron como las únicas; siendo en realidad copias de las nuestras. Eso aconteció durante los diez años que duró la gran Guerra de Troya (hacia 1200 a.C.), lo que supuso el colapso de Iberia, del Egeo y de toda la civilización del Bronce final. O dicho con otras palabras, durante la llamada «Edad Oscura» de Grecia, se creó en el Egeo lo que hoy definiríamos como un«parque temático» basado en las obras de Homero, cuyas localidades son claramente posteriores a la Guerra de Troya; básicamente refundaciones. En suma, rapiñaron hasta las toponimias.
En tu opinión, ¿por qué ocurrió esto?
La Historia «oficial», tras una gran guerra, siempre la escriben los vencedores. El mejor ejemplo lo encontramos en Andalucía, donde existieron varias ciudades llamadas «Tebas», aunque las que quedaron «oficialmente» para la eternidad fueron sus homónimas griegas y egipcias. Transponer toponimias no solo influye en el escenario de la historia de Troya, sino en la percepción de toda una civilización y su cultura. Por ejemplo, sabemos que el gran Homero era de la isla de Quíos, pero he descubierto que esa isla, la de su época, estaba en Madeira...
Tengo entendido que uno de tus principales hallazgos surgió a partir de una firma de libros de «Atlántida encontrada y demostrada»
Así es. Fue una tremenda sorpresa; no me lo podía ni imaginar. En Capitales Imperiales de Tartessos, que ya estaba escrita cuando saqué esa primera obra, localizaba «El país de los feacios» (Skeria) de La Odisea, en Huelva, y argumentaba, con citas y con el registro arqueológico, por qué Troya debía estar en Iberia, hacia el Atlántico. Además, había hallado en España, Portugal y sus islas la cultura material descrita por Homero, no localizada en Grecia ni en Turquía (armas concretas, cráteras específicas, copas, etc). Investigando, había dado con el sitio concreto de la costa onubense donde naufragó Ulises, el arquero (Ull) y marino, del Atlántico, conocido luego como Odiseo en honor a su dios, Odín, el del río Odiel —todos estos descubrimientos los deposité ante el notario de Huelva Carlos Toledo—. Sabiendo ya que Ulises había ido a parar al Atlántico tras la guerra de Troya, fui «tirando de la madeja», desandando el camino hecho por este, y descubrí su recorrido entre Huelva, Málaga, Marruecos, Canarias, Madeira y Azores: la verdadera Ítaca, Lesbos, Quíos, Eea, Eolia... Entonces, sucedió el acontecimiento que mencionas: J. Rafael Robles, que seguía mi primer muro en Facebook (Atlántida encontrada y demostrada), se acercó a la firma tras la presentación de mi primera obra, y me enseñó en su móvil la imagen de un asentamiento de su lugar de residencia. Intrigado, fui a verlo en persona, y días después, tras hacer muchas comprobaciones, lo pude identificar. ¡Era la verdadera Troya!
Pero las sorpresas no terminan aquí...
En efecto, luego di con más ciudades: Pérgamo, Pilos, Argos, Feras, Lakonia (Esparta), Micenas, Ismaro... Un imperio, el de Tartessos (Dardania), que fue cuna de la civilización occidental, y que había permanecido oculto a la humanidad durante milenios. También hallé pruebas de que Huelva era la Tarsis de Salomón, y citas de cuatro autores clásicos que situaban Troya en su provincia, donde la encontramos.
Las pruebas que he hallado sobre Tartessos y Troya, en Andalucía, Extremadura y Portugal, son espectaculares; cuatro editoriales desean publicarlas en 2021.
Finalmente, Fernando, ¿qué respuesta y valoración ha tenido tu obra por parte del público?
Está siendo un año muy duro para todos, pero he tenido más tiempo para investigar y para un documental que estamos rodando y se va a estrenar próximamente.
Capitales Imperiales de Tartessos está obteniendo máximas calificaciones por los lectores de Amazon. En ella identifico Micenas y diez ciudades. Cambia totalmente lo que se sabía del origen de Grecia y Roma, y sobre todo, de nuestra Historia. Muchos me siguen en Facebook, en el muro «Troya y Tartessos», en Youtube, y en mi web personal www.fernandofdiaz.com. De momento solo está disponible en Huelva y Punta Umbría, además de en la plataforma Amazon, pero confío en poder ampliar su distribución.